Domingo, 15 de febrero de 2009 | Hoy
MúSICA >ENTREVISTA EXCLUSIVA CON ENRIQUE MORENTE ANTES DE SU SHOW EN BUENOS AIRES
Representante de la generación del ’68, de la que surgieron nombres como el de Camarón de la Isla, Enrique Morente es mucho más que la voz más reconocida del flamenco actual: es un innovador que se atrevió a traducir al castellano a Leonard Cohen en su célebre disco Omega –alguna vez abucheado por flamencólogos tradicionales, hoy reeditado–, un pionero en lo de mezclarse con el rock, y un cantaor respetadísimo, candidato a mito. Toda su historia y sus credenciales estarán sobre el escenario cuando cante en Buenos Aires.
Por Martín Pérez
Así como la leyenda de Bob Dylan tiene un lugar especial para el recuerdo de Newport, cuando electrificó por primera vez su sonido ante sus sorprendidos seguidores –forma parte del mito la imagen de Pete Seeger queriendo cortar los cables blandiendo un hacha–, Enrique Morente aún se acuerda de la noche en que interpretó por primera vez en vivo su Omega, en el teatro Albéniz de Madrid. “Fue durante un homenaje al maestro de la guitarra clásica flamenca Juan Habichuela”, recuerda Morente, al teléfono desde su casa en Granada, España. “Fue un concierto muy flamenco y muy clásico, junto a Tomatito, que dejó a todos contentos. Pero para los bises, alguien de la organización tuvo la idea de que junto a los Lagartija Nick cantase ‘Omega’, que aún no se había editado. A ese concierto habían venido aficionados al flamenco clásico de todas partes de España, y los diez minutos del tema que da nombre al disco sonaron en el local con tanta fuerza que no me enteré bien de nada más.”
–Bueno, digamos que vi un par de cuchillos y unos ladrillos entre el público, pero pensé que no eran para mí.
Así, con humor e ironía, es como le gusta recordar a Morente, la gran voz del flamenco moderno, el gran representante de aquella generación del ’68, que compartió con el Camarón de la Isla. Alguien dijo que, mientras que a Camarón se lo venera, a Morente se lo respeta, y ese respeto excede cada vez más las fronteras y los géneros musicales. Mientras tanto, Morente sigue vivo y cantando, lejos de los bronces y siempre buscando expresarse, que es como explica cada una de sus innovaciones. Como aquel Omega, condenado por la flamencología aun antes de editarse y rechazado por su discográfica al punto de que debió ser editado por la revista El Europeo, y que sorpresivamente estará presentando en Buenos Aires antes de que termine el verano junto a Lagartija Nick, a más de una década de haberse publicado en España. “No se puede concebir un proyecto sólo para intentar innovar”, ha procurado explicar más de una vez. “Las cosas salen más bien por necesidad.”
–La verdad es que yo iba por la calle, y algunos amigos y personas que me encontraban me hablaban siempre del disco. Pero resulta que el disco no lo vendía nadie, no había una tienda donde lo pidieras. No había nada, pero el disco lo tenía muchísima gente. Entonces me dije: “Vamos a tocarlo otra vez en vivo”. Y ha sido un éxito, hemos tocado unos conciertos en España y en México y parece que la gente lo esperaba. Ahora lo canto con más serenidad y lo disfruto más. En aquel momento había mucha tensión. La tensión del riesgo, de sentirte observado.
–Fue una propuesta de Horacio Rébora, el director y creador del Festival de Tango aquí en Granada, y me hizo mucha ilusión porque tengo un recuerdo de Buenos Aires muy entrañable. Es una ciudad tremendamente grande, hermosísima, pero que conserva el recogimiento de las ciudades entrañables, pequeñas.
Antes de ser condenado por la ortodoxia del flamenco, ignorado por el mundo del rock y reconocido con el tiempo como un clásico de la música popular española, Omega nació como una idea de Alberto Manzano, el traductor al español de Leonard Cohen. Para celebrar los 60 años del genial canadiense, Manzano imaginó un disco con adaptaciones al español de sus canciones, así como versiones de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, el libro preferido de Cohen. Para ello los reunió a ambos en 1993, en un encuentro que tiene mucho de mítico, ya que Morente y Cohen apenas si se entendieron -–uno apenas chapurraba alguna frase en inglés, mientras que el otro apenas entendía español–, pero se profesaron devoción eterna. Aunque nunca llegó a estar terminado a tiempo para el cumpleaños de Cohen, Omega tomó su forma final tres años después de aquel primer encuentro, con la incorporación del grupo de rock Lagartija Nick, que se puso al servicio del oído atrevido de Morente. Con samples de Don Antonio Chacón en el tema que bautiza el disco, y el agregado de invitados como Vicente Amigo, Tomatito, Montoyita e incluso el debut discográfico de Estrella Morente –en la admirable versión al español de “First We Take Manhattan, de Cohen–, Omega es un trabajo extraordinario. “Directo a los sentidos y las vísceras, vapulea sin remisión fuera de cualquier tipo de análisis racional”, escribió David Saavedra en el especial de la revista Rock de Lux dedicado a los 100 mejores discos españoles del siglo XX (donde Omega ocupó el 6to puesto, antes de Pata Negra y después de Alaska y Dinarama). “Es un trabajo a contracorriente, una obra aislada, sin precedentes ni solución de continuidad”, agregaba la reseña. “La obra maestra de un peso pesado del flamenco y el gran legado de un grupo que nunca fue estrella en la generación del rock independiente español”. Legado que se continuaría recién cuando el grupo Los Planetas presentó su disco La leyenda del espacio que, casualmente, vinieron el año pasado a presentar en Argentina. “Me encanta ese disco”, ha dicho Morente. “Es al revés que lo mío: el rock va hacia el flamenco”.
–Claro que sí. Apenas salió se lo enviamos, y me envió un ramo de flores. Lo que pasa es que enseguida se metió a budista, y no supe más de él. Por suerte ha vuelto a cantar y nos vimos el año pasado en el festival de Benicassim, donde tuve el honor de compartir cartel con él, escuchar su concierto entre bastidores y darnos dos o tres abrazos.
–Me dejó impresionado. Salí a cantar después y estaba temblando como una papeleta, muy emocionado. No me podía concentrar, porque pensaba que estaba haciendo su “Aleluya”, y él ya lo había hecho antes... ¡y de manera genial! Fue increíble este hombre, con el sombrerillo que se puso, que yo creo que lo compró en Buenos Aires, porque era como el de Carlos Gardel. Así que esa parte egoísta de sus fanáticos la comparto un poco, eso de que está bien que le hayan quitado los dólares, porque así hemos tenido la oportunidad de volverlo a escuchar en persona.
De un lado un río y unas montañas, y del otro la Alhambra. Eso es lo que se ve desde las ventanas de la casa de Enrique Morente en Albaicín, un barrio de la ciudad de Granada. A la Alhambra le cantó en uno de sus últimos discos, Morente sueña la Alhambra (2005), representado en la programación de la 1ª Bienal del Flamenco que lo trae a Buenos Aires –organizada por el Ministerio de Cultura y Dirección General de Música del gobierno porteño, la Sociedad Estatal Española para la Acción Cultura en el Exterior, la Junta de Andalucía y la Embajada de España– con la exhibición de un documental. Pero en Pablo de Málaga (2008), que acaba de editarse localmente -–junto a un flamante y necesario rescate de Omega–, su voz le canta a Picasso. “Fue un proyecto que nació cuando se creó el museo Picasso aquí en Andalucía, en Málaga. Y la directora me encargó algún homenaje para la inauguración”, explica el cantante, que, buscando documentarse, descubrió los escritos del pintor. “Ahí fue cuando nació el disco.”
–Algunos en los que habla de sus recuerdos, de los olores de niño, de las comidas, de las cosas que le hacía su madre. Y también otros escritos que me recordaron, sin hacer comparaciones, al juego de lo anticonvencional que hace Jorge Luis Borges. Insisto, sin comparaciones, porque son cosas de artistas diferentes, que eran geniales. Pero esa idea de hacer un poema con números es algo que sólo pueden hacer Borges y Picasso.
–En realidad, cuando me pidieron que hiciese algo con su obra, recordé la emoción que me dio el Guernica, un tema que desafortunadamente sigue siendo hoy tan actual como entonces... La verdad que no nos hemos cansado ni nos vamos a cansar nunca de arreglar el mundo, pero hay muchas veces que pienso que es el mundo el que nos está arreglando a nosotros.
–Lo vi cuando lo trajeron por primera vez a España, hace muchos años. Estaba en Nueva York, y lo trajeron a un edificio que estaba al lado del Museo del Prado, que se llamaba el Caserón del Buen Retiro. La verdad que cuando lo vi tan aparatoso, tan grande, trataba de interpretarlo, pero no lo hice bien. Hasta que vi los bocetos, donde está plasmada la desesperación de los llantos y los gritos de las madres en una guerra, en un genocidio.
–Claro que no, porque las patrias y las banderas han costado mucha sangre, mucha barbarie y sufrimiento. Pero Picasso dijo eso en un momento del exilio, cuando llevaba mucho tiempo fuera de España y no podía volver a los lugares que recordaba y donde había vivido. Aunque estoy seguro de que él se sentía más cerca de las ciudades y los rincones y los barrios que de las patrias.
–Me gusta mucho hacer cosas con esos sonidos porque son sonidos inocentes. Los sonidos que están producidos por los seres humanos tienen más maldad.
Cuando visitó por última vez la Argentina, Enrique Morente coincidió con Charly García en un hotel durante un breve paso por Rosario. Apenas si lo vio en el hall, pero su figura le impresionó tanto que le preguntó por él a sus anfitriones, y las historias que comenzó a escuchar hicieron que Morente asegure desde su casa en el barrio de Albaicín que nunca se va a olvidar de Charly en toda su vida. “Me contaron lo de su salto desde el noveno piso, algo que me impresionó tanto que siempre lo voy a recordar. No creo que haya otro tema musical más importante que tirarse de un noveno piso”.
–Claro. Y hacer música y disfrutar de la música que le soplaría el viento, una música maravillosa. Supe que ha pasado por momentos buenos y malos, y me alegra saber que ahora está recuperándose. Yo le rogaría que se tirara de un piso más bajo.
Además de interpretar su Omega junto a Lagartija Nick, Morente también participará de un recital de flamenco tradicional, donde habrá lugar para algunos tangos. “Será parte de un encuentro con los músicos del tango. Pero con la humildad y el respeto que me merece ese género. Porque yo solamente soy un cantaor de flamenco, nada mas”, se desmarca Morente, que cuando en Granada se creó el Festival del Tango se despachó con una colaboración junto a Rodolfo Mederos. Y que, a pesar de tanta humildad, asegura tener sus tangos preferidos, como “La última curda”, que le enseñó Rubén Juárez. O si no “De verdad”, el tango que le produjo a su hija Estrella y que en la película Volver parece que canta Penélope Cruz. Mientras tanto, entre tanto tango, Morente asegura que aprovecha estos días antes de su viaje para terminar su último proyecto: la música para un ballet basado en Fedra, que se estrenará en el Teatro Romano de Mérida en el mes de junio. “Acabo de dejarle al director y al coreógrafo unos temas hilvanados para que puedan ir trabajando, pero yo me estoy tomando un tiempo libre porque creo que el vino español se está estropeando un poco. Me voy a la Argentina a ver si el vino de allá, que es muy bueno, me hace trabajar un poquito mejor”, agrega entre risas.
–La verdad que tengo muchas ganas de llegar a la Avenida de Mayo y pasar por la puerta del Teatro Avenida.
–Porque la primera vez que fui a Argentina fue como acompañante de una bailarina mexicana que se llamaba Pilar Rioja, y canté en el Avenida antes de que se quemase. Me han dicho que lo han rehabilitado, menos mal. Además, entre otras cosas, tengo ganas de ver a mis amigos de Buenos Aires. Y, como le dije, de probar el vino argentino.
Enrique Morente presenta Omega junto a Lagartija Nick el sábado 23 de febrero, en Av. de Mayo y Perú, al aire libre y con entrada gratuita. Este show forma parte de la 1º Bienal del Flamenco Buenos Aires 09, a realizarse entre el 23 de febrero y el 1º de marzo.
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