PERSONAJES > PARKER POSEY, ENTRE HEPBURN Y DAVIS, PERO SIN ESTRELLATO
› Por Mariano Kairuz
Hace once años, el crítico Richard Corliss le dedicó un artículo en la revista Time en el que la consagraba como la “Reina del cine indie”. Lo que por esa época implicaba ser un icono, en el tipo de películas que se presentaban al mundo en el festival de Sundance. Parker Posey había aparecido en Rebeldes y confundidos, de Richard Linklater –en un personaje secundario, como una suerte de iniciadora sadomaso de las alumnas recién llegadas al colegio–, y un tiempo después ya se había convertido en protagonista absoluta de dos pequeños fenómenos que por acá siguen inéditos al día de hoy: Party Girl y The House of Yes. Muchos periodistas coincidieron con Corliss: Parker era sin duda la reina del indie. Pero faltó que coincidieran también en su apreciación las personas correctas en Hollywood, porque once años después Parker sigue sin ser una estrella. Forma parte del reparto “estable” de las comedias de Christopher Guest, e hizo unos cuantos papeles más o menos importantes en películas grandes de los estudios, y sin embargo no ha llegado a ser siquiera una de esas caras que todos reconocen pero a las que pocos pueden pegarle un nombre: hoy, a los 40, PP sigue siendo una desconocida para el gran público.
Un tiempo antes de aquella nota, hubo un momento en el que, se dice, estuvo a punto de saltar de categoría. Parece que su sentido del humor un chiste inoportuno durante el casting le costó el protagónico de Máxima velocidad, y que por eso fue Sandra Bullock la que se volvió millonaria. Y que Renée Zellweger le arrebató su pasaporte a la masividad al quedarse con el personaje de Jerry Maguire. Siguió trabajando –más de 40 películas en 12 años–, pero pareció quedar atrapada en papeles de neuróticas, de delirantes con sueños de grandeza (en las de Guest: Waiting for Guffman, Very Important Perros, Músicos grandiosos, For your consideration), de mujeres encantadoras con raptos de locura nada ordinaria. “Ser la reina del indie nunca me consiguió trabajo”, dice ella. “Y el cine independiente no paga: después de todos estos años, vivo en el mismo departamento de cuando terminé la universidad. Pero hace poco que empecé a preguntarme por qué siempre me ofrecen papeles horribles; puedo hacer comedia, pero siempre me tiran el personaje de la chica al borde del ataque de nervios.” Cuando hace tres años hizo de Kitty Kowalski, pareja y cómplice de Lex Luthor en Superman regresa, su actuación fue celebrada repetidamente con un elogio que sonó un poco a pésame: “Podría haber sido una gran Luisa Lane”. Y de nuevo, no, parece que a nadie en el equipo de producción del film se le había pasado por la cabeza. ¿Por qué no, si es linda y tiene gracia? De algún modo, puede que sea lo mismo que la vuelve tan encantadora en pantalla lo que la hace parecer también un poco psicótica; en esa sonrisa amplia e irresistible hay algo algo indefinible que da un poco de miedo. Para qué negarlo: tiene algo de cara de loca. Corliss también lo sabía cuando la coronó/condenó: en lugar de proclamarla como la próxima Julia Roberts, escribió que su “áspera, oscura belleza irradia el aire sencillo de la vieja realeza de Hollywood: su boca amplia y juguetona sugiere a la joven Katharine Hepburn”. Es decir: seguridad y carácter, pero también algo de alienación. Muchos se hicieron eco de la comparación, y la llamaron “la Kathy de la generación X”; y algunos de sus amigos cineastas fueron un poco más allá, postulándola como una nueva Bette Davis. Inteligente, un poco chiflada, con un costado temible que se va revelando de a poco. Aunque mucho más linda, eso sí.
Ahora que circulan por acá dos nuevas películas que tampoco la van a convertir en una estrella (Broken English, de Zoe Cassavetes, se consigue sólo pirateada de momento; Unas locas vacaciones fue editada por AVH hace unas semanas, recién salida de Sundance 2009), y que se encuentra en un momento casi tan prolífico como el de su “reinado” –nueve películas en tres años y una sitcom que duró poco pero la tuvo de protagonista, el año pasado–, vale preguntarse de nuevo cómo es que no le fue mejor a la chica que evoca los nombres de Hepburn y Davis. Tal vez sea porque ya no hay lugar en el cine para leading ladies como aquéllas. O por ahí se boicoteó sola. Pero quizás haya sido mejor así: en el cine indie, el bueno y el malo, nunca dejará de ser aquella reina de los ‘90, mientras que a los estudios (para los que seguirá trabajando, porque tiene cuentas que pagar, como la gente normal) la locura, en especial la locura no evidente, las sutilezas y las anomalías como ella les gusta etiquetada o enjaulada.
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