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Domingo, 12 de julio de 2009

VIDEO > HAMLET 2, UNA SáTIRA CON CORAZóN BLANDO

Nada que ver con Shakespeare

La reciente y extraordinaria comedia Hamlet 2, de Andrew Fleming, es una historia ambientada en un pueblo conservador y protagonizada por un profesor de teatro entusiasta pero inútil, el genial actor británico Steve Coogan. Una película que empieza como feroz parodia de films como La sociedad de los poetas muertos, pero poco a poco termina liberándose del cinismo inicial y acaba celebrando el arte, la creatividad y la humanidad.

 Por Martín Pérez

Con una máquina del tiempo y tratamiento psicológico. Así es como el entusiasta pero ciertamente fracasado profesor de teatro Dana Marschz imagina que puede salvar al Príncipe de Dinamarca lo suficientemente a tiempo como para hacer que protagonice su Hamlet 2, y poder al fin presentar junto a sus alumnos una obra de teatro original, que no sea destrozada por los críticos. O, mejor dicho, por el único crítico que le dedica tiempo a su obra, el adolescente que escribe de teatro en el periódico de la secundaria de Tucson. Luego de haber ido fracasando en cámara lenta en el mundo de la actuación, Marschz se ha retirado en esa localidad de Arizona, donde –según apunta– van a morir los sueños. Pero el soñador Dana no se rinde y, tomando súbita conciencia de que sus ridículas adaptaciones teatrales de películas como Erin Brockovich no hacen más que poner a su materia más cerca de la cancelación por parte del consejo escolar, es entonces que decide convertirse en autor. Y entonces Hamlet 2 –la película, no la obra– no hace más que empezar. Dirigida por Andrew Fleming y coescrita junto a Pam Brady –integrante del equipo de autores de South Park, responsables de la desquiciada película de la serie, así como de Team América–, y protagonizada por el británico Steve Coogan junto a Catherine Keener, David Arquette y Elisabeth Shue, la cretina pero al mismo tiempo entusiasta Hamlet 2 fue la gran estrella de Sundance durante el año pasado, y tal vez sea la película más divertida que se haya editado directamente en video en el último tiempo en el mercado local. Pero, antes de empezar a contar su historia, quizás haga falta una importante aclaración previa. “No tiene nada que ver con Shakespeare, y por favor no se confundan por el hecho de que se llama Hamlet 2 –ha dicho más de una vez el propio Coogan–. Es más bien una sátira de una película inspiracional con profesores, que de alguna manera efectivamente se convierte en una película inspiracional con profesores. Y es una comedia. Esa sería una buena forma de presentarla.”

LA IRONIA IMPOSIBLE

Para contar una historia siempre es recomendable remontarse al comienzo de la misma, pero también es posible pararse en ese principio, y empezar a contar la historia desde ahí. Y, en lo que se refiere a Hamlet 2, todo –comienzo y final– sucede en Tucson, Arizona. Donde van los sueños a morir, como ya se ha dicho que se aclara al comienzo de la película. “Elegimos situarla ahí porque fue donde peor me trataron cuando fui a estrenar mi película Threesome –ha confesado el director Fleming–. Mi película trata de una relación gay, pero la inclinación sexual de su protagonista recién se revela a unos quince minutos del comienzo de la película. Y en ese momento casi se vació la sala”, recordó el director, que cuando necesitó situar en un lugar preciso una historia llena de prejuicios, recordó inmediatamente esa ciudad, mayoritariamente republicana, y en la que la población blanca vive prácticamente segregada de la hispana. Allí es donde se desarrolla la sufrida vida de su protagonista, un profesor con una carencia total de talento y un entusiasmo tan patético por el teatro, que haría dudar incluso al más ferviente defensor del género de la utilidad didáctica del mismo. “Hay una inocencia en él que lo transforma en una personaje casi infantil –explica Coogan–. No es una persona posmoderna y no puede ser irónico, y eso es lo que lo hace interesante. Porque la mayoría de los protagonistas de las películas son complejos de una manera convencional. En cambio Dana es complejo en su simplicidad, algo que no se suele ver muy a menudo en un protagónico. Incluso sus alumnos son más cínicos de lo que él puede llegar a serlo.” Con crecientes problemas domésticos y casi sin dinero –porque la dirección de la escuela se ha rendido a lo evidente, y ha decidido cortar los fondos para el teatro–, Dana sólo encuentra refugio en la actuación. A pesar de lo cual, el patético e inesperado final de su encuentro casual con la actriz Elisabeth Shue, que lo ha abandonado todo para trabajar en la clínica de esterilidad –uno de los problemas domésticos de Dana, dicho sea de paso– de Tucson, termina siendo uno de los tantos momentos para enmarcar de Hamlet 2. “Sé que estuvieron ofreciéndole el papel a más de una actriz, y que muchas se ofendieron por eso –explicó Shue, que se interpreta a sí misma en la película–. Pero yo agradezco que mi agente me lo pasó sin tener tiempo de leerlo. Porque es uno de los mejores guiones que leí en mi vida, pero supongo que si él lo hubiese leído antes nunca me lo hubiese pasado.”

REIRSE QUIEN SABE DE QUE

“Las mejores comedias son las que uno se está riendo, pero no sabe muy bien de qué se ríe”, ha dicho Coogan de Hamlet 2, y ésa es una de las grandes virtudes de una película difícil de clasificar sin develar las claves de su historia. Sí, es una historia ambientada en un pueblo conservador, y protagonizada por un profesor de teatro entusiasta pero inútil. Una feroz parodia de películas como Mr Holland’s Opus o La sociedad de los poetas muertos, que de pronto deviene en una de ellas. Casi como sucede con School of Rock, de Richard Linklater. Pero así como Linklater tuvo a Jack Black –y el rock and roll–, Hamlet 2 tiene a Steve Coogan, y un delirante musical como el que su personaje, el profesor Dana Marschz, insiste en montar junto a sus alumnos pese a que lo han echado de la escuela. “Lo mejor de la película es que comienza siendo cínica y levemente escéptica, y hacia el final termina liberándose de ese cinismo y celebra el arte, la creatividad y la humanidad –explica Coogan–. De alguna manera, Hamlet 2 comienza burlándose, junto con su audiencia, de su protagonista. Pero, hacia el final, terminan siendo un poco como él. Y eso es algo muy difícil de conseguir.” Y también es difícil encarnar semejante protagonista, inmanejable en manos de cualquier otro, pero que Coogan interpreta casi con naturalidad, como si fuera una Boluda Total a la manera de Alberti, pero masculina. Burlándose de todo y de todos (de los prejuicios contra los hispanos, de los jóvenes con pretensiones artísticas, y siguen las firmas), y eligiendo el bando más difícil de defender –sobre todo porque no para de golpearlo desde el comienzo– a la hora de elegir uno. Hamlet 2 es una película cruel, hilarante y maravillosa. Que, para colmo, se guarda para el final una frutilla sobre la torta, que es el increíblemente pegadizo “Rock Me Sexy Jesus”, el punto más delirante del musical. Encarnado, como no podía ser de otra manera, por Steve Coogan, un hombre que durante toda su carrera siempre se ha sentido atraído de manera irresistible por los personajes más disfuncionales. “Mi primera experiencia con Jesús como espectador cinematográfico fue con Max Von Sydow en La mayor historia jamás contada, que tenía a John Wayne como uno de los centuriones al pie de la cruz, diciendo: ‘Este hombre era el hijo de Dios’. ¡Uno de los mejores momentos de la historia del cine! –ha dicho Coogan–. Creo que mi interpretación, en cambio, al menos está lejos del cliché. Pero no soy la primera persona en retratar a un Jesús sexy. Creo que Caravaggio me ganó por unos cuantos siglos.”

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