MUSICA
MORIR PARA TRIUNFAR
Jeff Buckley había editado sólo un álbum antes de su muerte en el río Mississippi, seis años atrás. Tal como sucede con los músicos que desaparecen prematuramente, su discografía se amplió considerablemente luego de su muerte. El último de estos lanzamientos es Songs for no one, una compilación de temas grabados con el guitarrista Gary Lucas que permite asomarse a la prehistoria de su mito.
Por Martín Pérez
Aquella noche del jueves 29 de mayo de 1997, Jeff Buckley tenía todo para ser feliz. Después de una larga espera, estaba a punto de comenzar a grabar en Memphis el sucesor de su álbum debut, el muy elogiado Grace (1994). Desde la edición de aquel primer disco, el hijo del trágicamente desaparecido Tim Buckley había comenzado a hacerse un nombre propio dentro del mundo de la música, algo que había deseado durante toda su vida. Sin embargo, tres años separaban aquella triunfal aparición dentro del catálogo del sello Columbia de este nuevo intento de plasmar sus canciones en un disco. Antes de las sesiones que iban a comenzar en Memphis, Buckley había convocado nada menos que al guitarrista Tom Verlaine para que produjese su nuevo disco. Un álbum que, luego de haber sido terminado, Buckley prefirió no editar.
Aquellos días de fines de mayo, Buckley le decía a cualquiera que quisiese escucharlo que en su próximo disco iba a “rockear bien duro”. Según escribe su biógrafo David Browne, Jeff temía que su música y su imagen fuesen demasiado débiles, delicadas, lavadas. Pero nunca alcanzó a hacer nada, al menos en vida, para cambiar eso. La misma noche en que los miembros de su banda llegaron a Memphis para la grabación del nuevo disco, Jeff Buckley desapareció en las aguas del río Wolf —un tranquilo afluente del Mississippi— mientras se bañaba vestido en sus aguas, cantando algunos versos de ‘Whole Lotta Love’, la canción de Led Zeppelin. Una semana más tarde, su cuerpo sin vida era descubierto río abajo. Tenía treinta años, dos más que los que tenía su padre cuando falleció en 1975, oficialmente de un ataque al corazón. A diferencia del prolífico Tim, sin embargo, la tan prometedora carrera de Jeff había dejado como legado discográfico apenas un solo álbum.
Tal como sucedió con otros músicos talentosos desaparecidos prematuramente, la discografía de Jeff Buckley se multiplicó luego de su muerte. Primero se editó el álbum doble Sketches for my sweetheart, the drunk (1998), que compila aquel disco terminado producido por Verlaine y los demos del álbum que nunca llegó a grabar. Luego llegó el turno de Mystery White Boy (2000), una compilación de sus registros en vivo, al que le siguió Live a L’Olympia (2001), la edición de un show en vivo en el mítico teatro francés, cuyo repertorio incluye covers de “Kick out the jams”, del mítico grupo MC5, y “Kashmir”, el clásico de Led Zeppelin. Por último, el más reciente producto de la revisión del catálogo de Jeff Buckley es la aparición de una caja recopilando los cinco EPs que acompañaron la edición original de Grace, el único álbum editado en vida por Jeff. Sin embargo, tal vez lo más interesante de estas últimas exhumaciones musicales es el álbum Songs to no one (2002), un disco que recopila las grabaciones que Jeff realizó junto al guitarrista Gary Lucas, un ex integrante de la banda de Captain Beefheart instalado en el avantgarde neoyorkino. En ellas se puede escuchar cómo, junto a Lucas, el reclusivo hijo de Tim comenzó a construir su música y su mito.
EN EL COMIENZO
Según cuenta la leyenda del mito de Jeff Buckley, el Big Bang de su carrera sucedió en Nueva York, en un concierto en tributo a su padre Tim, producido por Hal Willner. Hasta entonces, nadie sabía de la existencia de un hijo suyo, y al mismo tiempo el joven Jeff había buscado de manera manifiesta alejarse totalmente de la memoria de ese padre que los había abandonado a él y a su madre. Pero ese estado de cosas comenzó a cambiar cuando una integrante de la producción de “Greeting from Tim Buckley”, el evento a realizarse el 26 de abril de 1991 en la catedral de St. Ann ubicada en Brooklyn, discó el número de Herb Cohen, el antiguo manager del homenajeado. “¿Sabían que Tim tiene un hijo?”, preguntó Cohen, y así fue como la producción del evento se comunicó con el desconocidohijo de Tim en California, donde había iniciado una tímida carrera musical escondido detrás de su guitarra.
“Mi padre nos sacrificó a mi madre y a mí por ir detrás de la fama, yo resigné mi anonimato por rendirle homenaje”, declararía años después Jeff Buckley, que decidió concurrir al tributo a su padre. Tal como le sucedió a Bob Dylan poco menos de tres décadas antes, Jeff Buckley pasó a existir dentro del mapa musical de Nueva York cuando su foto apareció en la tapa de la sección de espectáculos del New York Times, en una reseña de aquel homenaje en St. Ann, en el que Jeff interpretó por primera vez en público algunos temas de Tim, y descubrió al mundo que era la viva imagen –y tenía la misma voz– de su padre. Para actuar aquella tarde, Willner le presentó a Lucas, que quedó fascinado –como todos– con Jeff. Luego de que Captain Beefheart decidiera dejar la música, Lucas había tardado en armar su propio grupo, llamado Gods & Monsters, por el que habían pasado muchos cantantes antes de que Lucas le ofreciese el puesto a Jeff. Son las cintas de ese proyecto, el primero que abrazó el joven Buckley una vez que las puertas del mundo musical neoyorkino se abrieron a su paso, las compiladas en “Songs to no one”.
Grabados entre octubre de 1991 y abril de 1992, los temas de “Songs...” incluyen registros de ensayos, grabaciones en vivo e incluso apariciones en radio. Entre ellos se pueden disfrutar los primeros demos de composiciones que Lucas le pasó a Jeff para que les pusiese letra, temas como “Grace” y “Mojo Pin”, que luego pasarían a formar parte de su repertorio como solista. “La razón por la que decidimos editar este álbum en un sello independiente en vez de Columbia, es precisamente que queríamos mantener el carácter de demos y cintas amateur de los registros originales”, explicó Mary Guilbert, la madre de Jeff, encargada de supervisar todas la ediciones póstumas de la música de su hijo. Apenas si se permitió que Willner, productor del álbum, sobregrabase la guitarra de Bill Frisell en algunos temas. De esta manera, pese a que estaba condenada a durar muy poco por la ansiedad de Jeff de encontrar su propio camino, la colaboración entre Buckley y Lucas terminó dejando un legado discográfico. Aunque este disco no será el último de los proyectos discográficos de Guilbert: “Este año se cumple una década de ‘Live at Siné’, el EP grabado en vivo con el que Jeff comenzó realmente su carrera discográfica. La idea es que Columbia permita acceder a las cintas originales de aquellos shows, y editar un álbum doble, tal vez incluso triple. Y el año que viene, cuando el aniversario alcance a ‘Grace’, reeditarlo con bonus tracks”.