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Domingo, 2 de febrero de 2003

ENTREVISTAS

El Penn Club

Entrevistas. En medio de los vientos de guerra que soplan desde la Casa Blanca, Sean Penn publicó en el Washington Post una carta abierta a Bush Jr. abogando por un poco de sensatez. Acto seguido, se subió a un avión y partió rumbo a Irak para conocer de primera mano la realidad que los norteamericanos sólo conocen por los medios. De vuelta de Bagdad, decidió volver a la carga enfrentando a Larry King en CNN. La entrevista, reproducida a continuación, es una lúcida explicación de los argumentos esgrimidos por el creciente número de norteamericanos que se opone a las cruzadas de la familia Bush.

Por Larry King

En octubre pagó U$S 56.000 para poner un aviso en el Washington Post que cuestionaba la posibilidad de ir a la guerra contra Irak. El aviso era una carta abierta al presidente Bush, que incluía el ruego “Señor, le pido por favor, ayude a salvar a los Estados Unidos antes de que su legado sea la vergüenza y el horror”. Y en diciembre, hizo un viaje de tres días a Bagdad. ¿Qué lo llevó a todo esto?
–La carta tuvo origen en un sentimiento de vergüenza por no participar en lo que para mí es una responsabilidad no sólo política, sino civil y humanitaria. Estamos viviendo en lo que Norman Mailer llamó “el primer siglo en la historia del hombre en el que, a causa de la tecnología y los conflictos, la Tierra podría sobrevivir sin nosotros”. Tengo hijos que van a enfrentarse a este siglo, y vivir en este siglo. Y siento que en los medios masivos no hay espacios de reflexión y debate sobre la guerra en la que estamos a punto de embarcarnos. La mayoría de la gente se informa sólo a través de los medios masivos. No tienen las mismas oportunidades que yo, un privilegiado. Mi buena suerte me hace doblemente responsable con toda esa gente que tiene dos trabajos, llega a su casa exhausto, besa a su hijo y pone los pies sobre la mesa para mirar la televisión, y ésa es toda la información que recibe; no la cuestiona ni busca otra cosa.
Bueno, pero la otra parte puede tomar la misma cita de Mailer y decir: “Este país, Irak, va a poner en peligro a sus vecinos. Tiene armas terribles. Tenemos que hacer algo”. ¿Esa postura no es humanitaria?
–Sí, y es allí donde tenemos que empezar. Tenemos que empezar por tomar un pedazo de papel, y cada padre y madre de este país debe escribir las palabras: “Queridos Sr. y Sra. X: sentimos mucho informarles que su hijo, John, ha muerto en combate en Irak”. Y después hay que terminar esa carta de alguna manera que traiga consuelo. Si pueden hacerlo, entonces tenemos una postura en el debate y respeto esa posición. Pero hasta que no contemos con esa información, hasta que nuestro gobierno nos muestre la evidencia que tiene, hasta que demandemos que esa información nos sea dada, si queremos ser un país respetuoso de la ley, tenemos que entender que si vamos a la guerra sin haber examinado estas cosas, la pregunta pendiente es ¿cuáles son los Estados Unidos que estamos protegiendo?
¿Publicó esa solicitada y fue a Bagdad porque siente que este país, este presidente y su administración no le han dado suficiente información para apoyar la guerra?
–Creo que esta administración está dando una clase magistral sobre cómo transformar la ira en odio. Creo que están equivocados. Lo que necesitamos de nuestros líderes es apoyo para entender que la ira puede ser productiva. No soy un pacifista. No soy demócrata ni republicano. Soy un norteamericano y un padre.
¿Hubiera peleado en la Segunda Guerra Mundial?
–Probablemente sí, y me gustaría poder decir que peleé en la Segunda Guerra Mundial. No estoy aquí para dar un mensaje específico en contra de la guerra. Creo que mi posición privilegiada, que me permite viajar a Irak y comunicarme con mucha gente, tanto en los medios como en el ejército y también con ciudadanos iraquíes, me obliga a ayudar y promover el debate.
¿Cómo fueron los arreglos para ir a Bagdad?
–Como resultado de la carta que le escribí al presidente, Norman Solomon, el director del Institute for Public Accuracy (Instituto de Exactitud Pública), me invitó a participar de un viaje organizado por el grupo, un think-tank norteamericano sin fines de lucro. Su agenda está dictada por los hechos, que suelen ser inconmovibles, y su función es comunicarlos. Viajé sin reticencia alguna. Tenía muy claro que Irak podía usar y usaría mi viaje como propaganda, y no esperaba que me dijeran la verdad. Pero era un precio que estaba dispuesto a pagar.
Usted se da cuenta de que pronto mucha gente en Estados Unidos puede estar en guerra con la gente que visitó, y que los iraquíes pueden dispararle a gente que recibirá la carta que comentó antes. Jane Fonda estuvo en una posición parecida cuando fue a Vietnam durante la guerra. ¿No cree que al hacer el viaje puede dañar la posición de Estados Unidos?
–Creo que esta administración quiere hacernos creer eso. Como ciudadanos debemos escuchar sólo nuestra conciencia. Y yo me sentí y me siento seguro y no le hice ningún daño a mi país. La Casa Blanca ha comentado las protestas anti-bélicas de forma muy condescendiente. Las llamaron “una larga tradición que debe ser aplaudida”. La protesta, en estas circunstancias, no es una “tradición”. Es el grito de un grupo de ciudadanos norteamericanos que demandan atención y ser escuchados.
¿Cuál fue el propósito del viaje?
–En primer lugar, hay una gran diferencia entre Saddam Hussein e Irak. Hussein es un criminal, de eso no hay duda. No soy vocero del gobierno de Irak. El propósito del viaje fue obtener información.
¿En Irak era una persona conocida?
–No mucho. No caminaba por la calle como una estrella de cine. Caminaba como un rostro occidental. Muchas veces me sacaban fotos. Y así como en Estados Unidos la preocupación principal es el béisbol, en Irak el tema excluyente son las sanciones económicas. Para ellos, ver un rostro occidental representa una esperanza de que al menos haya discusión sobre las sanciones, y que eventualmente puedan ser levantadas.
¿Qué fue lo que le impresionó de Irak?
–Además de que la gente habla constantemente de las sanciones, me impresionaron las condiciones desesperadas y tristes de un país con once años de bloqueo económico. Insisto, no soy un pacifista. Pero creo que no podemos darnos el lujo de elegir usar el poder militar. Sólo podemos ejercitarlo como una necesidad. No sólo porque somos el único súper poder, sino porque no podemos subestimar las consecuencias que tendrá en la armonía del mundo.
Usted dijo que Irak no tenía armas de destrucción masiva...
–Jamás dije eso. ¿Cómo podría saberlo? Lo que sí dije es que, de acuerdo a lo que pude informarme, tenemos investigadores extremadamente capaces con un instrumental de altísima tecnología, y que encontrar las armas no es desde ningún punto de vista como encontrar una aguja en un pajar. Los inspectores de armas, con el apoyo de información que les puedan brindar los Estados Unidos y otros países, tienen todas las oportunidades del mundo para encontrar las armas. Además, el tipo de armas que buscan deja tremenda cantidad de rastros, ya sea el equipamiento necesario para construirlas o los productos químicos para desarrollarlas. Si están allí, si tienen tiempo para buscarlas, las van a encontrar. Mi posición es que en este momento particular no veo evidencia de que estemos bajo una amenaza inmediata de Irak, y no nos dan tiempo para averiguar lo que corresponde hacer.
¿Qué pasa si vecinos de Irak están en peligro, vecinos que nos importan, como Israel?
–Eso es algo a tener en cuenta, pero tenemos que pensarlo desde el punto de vista de si es el destino de Estados Unidos ser la policía del mundo, y en qué casos tomamos esa decisión. Cuando el gobierno usa frases como “un nuevo tipo de mundo” o “una nueva guerra”, tenemos que preguntarnos, por ejemplo, si la guerra contra las drogas no fue también una “nueva clase de guerra” y contabilizar el desastre que esa guerra ha sido hasta hoy.
¿Que le sorprendió de Irak?
–La calidez de la gente. Y eso habla bien de lo que compartimos como seres humanos con los iraquíes y con cualquier otro pueblo. Mis amigos pacifistas hablan todo el tiempo del daño colateral que ocasiona laguerra. Pero estar allí, estar en los hospitales... uno no quiere ni golpear una puerta para evitar que se despierten los niños enfermos. No se puede siquiera pensar en tirarles una bomba. En los tres días que estuve ahí, todos los iraquíes me recibieron con una sonrisa.
Pero Sean, la guerra es horrible. Hay chicos enfermos en Corea del Norte, y hay chicos enfermos en Harlem también. Hay chicos enfermos en todo el mundo. Y cuando se está en guerra... bombardeamos Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial, y dañamos a mucha gente.
–Justamente por eso no podemos volver a hacer algo semejante sin meditarlo mucho. Desde que empezó todo esto, Donald Rumsfeld está en TV repitiendo infinidad de veces que tiene evidencia determinante contra Irak. ¿Por qué no la comparte con los inspectores de la ONU? ¿Por qué no dice dónde están las armas y envían allí a los inspectores?
Donald Rumsfeld dijo que no tiene problema en discutir, pero usted acusó al presidente Bush de direccionar el debate.
–Sí. Bueno, todo eso corresponde a una respuesta condicionada de una cultura establecida en Washington. Tienen sus perros de presa y los mandan en diferentes direcciones; en la mayoría de los casos se trata de grupos de presión de derecha que promueven la confusión y el descrédito. Por ejemplo, en el caso de un actor dando su opinión, sencillamente se burlan en vez de aceptar que alguien pueda ponerse de pie y decir lo que piensa. Pero no se pueden torcer los hechos ni decir arbitrariedades. Por ejemplo, esta estrategia de confusión en la que mezclan todo y comparan a Saddam Hussein con Osama bin Laden, cuando Hussein es un tirano secular que mantiene una cruzada personal de treinta años contra el fundamentalismo de Irán, o al menos eso dice. No se los puede conectar en ese nivel, no son lo mismo, es una relación arbitraria que contribuye a la ignorancia, la misma que aplican para desalentar el debate, para subestimar a quienes no los apoyan y a todo lo que represente disenso.
¿Bajo qué circunstancias apoyaría un ataque al gobierno de Irak? ¿Lo apoyaría si le muestran las armas de destrucción masiva y los restos químicos?
–Antes de decidir qué hacer, antes de dar una opinión, como gobierno y como individuo, teniendo en cuenta que una democracia es el mejor sistema posible, creo que se necesitan muchas cabezas para decidir qué acciones tomar. Y considerar muchas cosas: ¿Qué armas tienen? ¿Representan una amenaza inmediata? ¿Cuáles son las ramificaciones de lo que haremos al respecto? Porque está claro que los enemigos del estado de Irak son, al mismo tiempo, hermanos árabes, y puede desatar una reacción en cadena. Teniendo en cuenta eso, ¿quién le dará capacidad nuclear a los terroristas como resultado de nuestras acciones en Irak? Todo esto debe ser tenido en cuenta. Y vuelvo a repetir que no soy un pacifista, y dudo que lo sea alguna vez. Tomaría las armas en determinadas ocasiones, pero no sin hacer preguntas primero.
¿Los iraquíes tienen miedo a un ataque?
–Viven devastados, en la extrema pobreza. Hay una destrucción emocional cuando se vive amenazado, cuando un niño de cuatro años sabe que puede ser bombardeado en cualquier momento. Hay mucho en Irak que es repelente, empezando por su líder, el culto a la personalidad y sus mecanismos de censura. Pero muchas de las cosas horrorosas son consecuencia de las sanciones económicas. Quinientos mil galones de crudo van a parar cada día al río Tigris como consecuencia de los bombardeos a Bagdad del ‘91. La infraestructura ha sido completamente destruida. Toda el agua está contaminada y hay enfermedades. Y eso es consecuencia del bloqueo.
Bueno, pero en el ‘91 ellos se lo buscaron. Nosotros no invadimos Kuwait.
–No, pero el resultado fue más apoyo a Hussein en base al hecho de que fueron bombas norteamericanas las que causaron la destrucción, y la mantuvieron con las sanciones. Ahora tenemos una oportunidad de cambiaresa imagen. En esa ocasión, es como si al malo del curso le pegaran en la nariz. Es muy diferente a las inspecciones del ‘92, después de los bombardeos: entonces fueron muy cuidadosas, y Hussein había propagandizado su derrota para convertirla en una victoria. Así se le vendió a la gente: hay monumentos a la victoria sobre EE.UU. en Bagdad. Hoy, la gente sabe que los inspectores entran en los palacios de Hussein, y esto puede tener un efecto positivo. Mientras no tengamos evidencia de amenaza inmediata, mientras los inspectores estén allí, démosle tiempo a los iraquíes para ver si pueden resolver su situación. Pero no hay mucho que puedan resolver, o siquiera pensar, cuando los maestros ganan tres dólares, las aulas tienen los vidrios rotos y los chicos van a la escuela sin comida en el estómago, y no aprenden nada. Y es esa generación de chicos sin nutrición ni educación con la que nuestros hijos se van a tener que enfrentar.
¿Su esposa, Robin Wright, lo apoyó?
–Sí, mucho. Nunca me pidió que no fuera.
¿Ni siquiera se lo pidió porque tienen hijos y es peligroso?
–Bueno, fui a Irak porque tengo hijos.

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