Domingo, 13 de febrero de 2011 | Hoy
ADIóS > JOHN BARRY, EL HOMBRE QUE LE PUSO MúSICA A JAMES BOND Y MUCHO MáS
Aunque siempre se lo vinculó con las bandas sonoras de la larga saga de James Bond, la obra del compositor John Barry fue mucho más allá, atravesando géneros musicales, desde la banda juvenil con la que logró sus primeros éxitos en los años ’50, hasta los épicos soundtracks de los films sobre el continente africano, pasando por las películas de Richard Lester, incluida una de las que éste filmó con los Beatles. Dos semanas atrás, el 30 de enero, el artista británico que hizo más cool al agente 007 y que creó un diálogo sonoro inolvidable entre dos facciones en guerra en la épica Zulú murió a los 77 años. Radar lo recuerda revisando algunas de sus obras más impresionantes y no siempre debidamente recordadas.
Por Alfredo Garcia
Inglaterra, mediados de la decada de 1960. Richard Lester filma la primera película de los Beatles, A Hard Day’s Night (estrenada como Yeah Yeah Yeah en nuestras pampas). El disco con los temas de los Beatles del film de Lester es firme candidato a una de las bandas sonoras más vendidas de la época. Pero no, un viejo colaborador de Lester compuso el score más popular y taquillero de la época, que superó por tres veces las ventas de A Hard Day’s Night. El disco en cuestión era el de la música original de la producción independiente Zulu, de ese director iconoclasta, marcado por el macartismo, Cy Endfield, uno de los mejores films épicos de todos los tiempos. Una película que, entre muchas de sus virtudes, incluye la de haberle dado el primer rol importante al antiheroico Michael Caine.
Zulu narra la historia real de la rebelión zulú de fines de 1879, tal vez el golpe más severo que le hayan infligido nativos al Imperio en su mayor momento de gloria. Los zulúes se pusieron cabreros y liquidaron a toda la tropa británica compuesta por varios miles de soldados perfectamente disciplinados, civilizados y equipados con armas de fuego y artillería. Los miles y miles de zulúes armados de lanzas y escudos primitivos no dejaron un solo soldado vivo, y luego, ya armados con los fusiles que les birlaron a los difuntos soldados de la reina se las agarraron con una pequeña guarnición de hospital formada por poco más de un centenar de pésimos ejemplos de la flema inglesa. La historia verídica es que esa tropa marginal, compuesta más por delincuentes y semidesertores que otra cosa, les hizo frente a los miles de zulúes y salieron vivos para contarlo. Según el film de Enfield, el enfrentamiento, cruento y sangriento como pocos, tuvo un punto álgido en lo musical.
Mezclando un tema central épico súper belicoso y marcial –Barry sirvió un par de años en el ejercito inglés, ¡como músico!– con extraños sonidos africanos, al estilo de lo que su contemporáneo Lalo Schifrin llamaría “música concreta”, los golpes de los escudos de miles de zulúes rabiosos impactan primero desde el sonido que desde la violencia visual. Extraños golpeteos lejanos confunden a los soldados de la guarnición que no entienden lo que se les viene encima... “¡Suena como un tren!”, dicen, sólo que son los zulúes, y John Barry, mezclando extrañas orquestaciones con sonido directo, hasta llegar a un clímax en el que los soldados galeses, ya totalmente entregados a su oscuro destino, aterrorizados por los extraños cantos aborígenes con los que los zulúes festejan su pronto exterminio, se convencen de que esos negros cantan bien, pero les falta un tenor, y ahí, justo antes de que los rebeldes lancen el último ataque de exterminio total, les cantan un himno galés, “March of the Men of Harlech”, en una nueva versión con la letra reescrita y los arreglos orquestales de Barry. Arreglos dispuestos de modo tal que el último asalto de los zulúes al fortín-hospital británico no se defina entre lanzazos y disparos de fusil, sino en una épica orquestal, con unos desarrapados galeses intentando cantar más fuerte que los miles de negros gigantes, al mismo tiempo que éstos lanzan su poco amable canción de exterminio.
El extraño hecho histórico real es que, luego de liquidar a la crème de la crème del ejército británico, los miles de zulúes rebeldes se cansaron de tratar de matar a ese puñado patético de marginales de la tropa inglesa. Para tratar de volver verosímil este episodio real, pero improbable, Cy Enfield buscó una solución musical, y ahí es donde John Barry revoluciona por completo la música para cine al convertir una batalla en un duelo coral entre dos culturas.
Luego, cada vez que alguna superproducción lidiaba con Africa, llamaban a Barry, que recibió cinco premios Oscar, empezando por la antológica música y canción de Born Free (Una leona de dos mundos, primera ocasión en la que un músico inglés ganó estatuillas por mejor score y canción), el “León en invierno” y la favorita de la Academia Africa mía, además de Danza con Lobos, de Kevin Costner.
Influido por los compositores clásicos de cine, es decir Max Steiner (King Kong, Casablanca), Franz Waxman (La novia de Frankenstein), el clásico Hollywood sound, de Erich Wolfgang Korngold y Bernard Hermann, al mismo tiempo Barry tuvo un pasado rockero poco frecuente para un compositor de bandas sonoras. Con su combo The John Barry Seven, el muchacho que durante su adolescencia trabajó como proyectorista en los cines que su padre tenía en York logró varios hits hacia fines de los ’50, y se convirtió, antes de volcarse al cine, en el único rival digno de competir con The Shadows.
De hecho, el primer score de Barry fue para la película nuevaolera Beat Girl, y no pasó mucho tiempo antes de que el ultramoderno Richard Lester lo convocara para la música de su film de culto El knack y cómo lograrlo.
Dicho todo esto, los que crean que John Barry sólo es el músico de la serie Bond deberían ser aplastados por las hordas zulúes. Sin dejar de agradecerle su aporte a temas como el de Goldfinger, de Shirley Bassey (su favorito en toda la serie) o el Sólo se vive dos veces, de Nancy Sinatra, sin dejar de mencionar jugadas súper creativas como el tema de Al Servicio Secreto de su Majestad, “We Have All the Time in the World”, cantado por Louis Armstrong como apunte irónico sobre la muerte de la única esposa de 007 en toda su saga (el tema, alucinante, ha sido objeto de covers por bandas como Coldplay y Echo & The Bunnymen). A medida que pasaron las décadas, Barry se interesó menos por el rock y más por sus fuentes clásicas, lo que se nota en una de sus más complejas composiciones para la serie Bond, el tema espacial de Moonraker.
Richard Attenborough, que trabajó con el músico a lo largo de décadas, culminando en el score nominado al Oscar de su biopic Chaplin, definió mejor que nadie a este músico complicado: “Jamás estaba satisfecho con su trabajo. Siempre suponía que puede hacer algo mejor, y que tiene que encontrar el punto superior que aporte algo especial al soundtrack de una película”.
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