Domingo, 8 de mayo de 2011 | Hoy
MúSICA > ANDRéS CALAMARO HABLA DE SALMONALIPSIS NOW: EL SALMóN DIEZ AñOS DESPUéS
Hace diez años y seis meses, Andrés Calamaro editó la obra con la que pateaba todos sus tableros. Pero cuando salieron los cinco discos de El Salmón, más de una vez el pateado fue él: la edición completa se volvió una rareza de culto (en cambio se conseguía el primer disco suelto), las críticas le reprochaban su fertilidad creativa sin filtro y el disco cerraba con un ominoso tema llamado “Este es el final de mi carrera”. Pero las cosas fueron diferentes y por debajo se forjaba un mito. Ahora que la razón quedó de su lado, para celebrar aquellas grabaciones salvajes, Andrés Calamaro concede y edita una versión reducida de dos discos. Y acá explica por qué.
Por Martín Pérez
Una tarde en el Aeropuerto de Barajas, mientras esperaba la llegada de su equipaje antes de embarcar para Valencia, Andrés Calamaro amenizó la demora contando que en algún regreso al país un empleado de la aduana de pronto se le acercó y le dijo: “Lo lamento, Andresito, pero voy a tener que revisarte las valijas”. Luego de una pausa que duró un latido, el empleado preguntó sonriente: “¿Qué valija querés que revise?”. Por aquellos tiempos de honestidades brutales, la anécdota era apenas una risueña nota al pie sobre tanto riesgo inútil, así como evidencia de ciertos privilegios que disfrutan los artistas populares. Pero, desde El Salmón en adelante, aquella historia devino en la mejor manera de explicar una de las grandes proezas de aquel pentacampeón, como lo denominó alguna vez su autor. Y también una gran metáfora de la relación entre artista, obra y público. Porque, así como cada disco de diez o doce temas hace las veces de maleta lista para ser abierta ante el mundo según las necesidades y ritmos de la industria musical mientras el resto del equipaje queda convenientemente a oscuras, con aquel álbum quíntuple Calamaro anunciaba que todo quedaba a la vista, para bien o para mal. Así fue como se hizo carne con una de las estrofas más representativas del tema que bautizó el proyecto: “Revísenme a mí/ el coche no tiene nada”.
A diez años y seis meses de la fecha en que El Salmón vio a la luz en este mundo –la década exacta se cumplió el pasado noviembre–, y justo cuando anuncia el flamante lanzamiento de Salmonalipsis Now, donde resume en dos discos aquella extraña cumbre de su carrera, que para muchos era profundidad en vez de altura, Calamaro se ríe desde España –donde acaba de comenzar una nueva gira– ante el recuerdo de aquella anécdota aeroportuaria. Pero al mismo tiempo confirma que ni siquiera con El Salmón llegó a abrir todas sus valijas. “Pienso abusar de la impunidad y los privilegios de mi status. No es un mito lo de las mil grabaciones y canciones. Sólo ‘Mi Funeral 11’ forma parte de un CD ‘conceptual’ de doce ‘funerales’, y creo que llegué a grabar ochenta y cinco versiones de Beatles”. Pero asegura que no se arrepiente de nada respecto del extremismo del proyecto, porque –explica– “tampoco serviría para nada arrepentirse. Hace varios años lo escuché, y sentí que le sobraban dos tracks (!). Sin embargo, esta edición de cincuenta y cuatro tracks parece darles la razón a aquellos que consideraron el original un tanto excesivo”, concede Andrés, cuyas respuestas, como suele suceder en el último tiempo, llegan vía correo electrónico.
Si para algunos la estatura de aquel disco-exceso fue cuestionable, se debe a que entonces tanto éste como el doble previo Honestidad brutal (1999) fueron injustamente medidos con la vara –tanto estética como comercial– del exitoso Alta suciedad (1997), el disco con el que por primera vez Calamaro disfrutó del éxito como solista. “Grabar discos incomprendidos es interesante, pero no me hubiera molestado que alguien le hubiera puesto fichas en su momento –confiesa–. Se supone que un artista podría anticiparse a su tiempo, pero aun así me hubiese gustado recibir un trato más amistoso. La crítica fue tan desatinada que aquello sólo puede compararse a las cero estrellas que le puso Jon Landau a Sticky Fingers en la revista Rolling Stone.” Pero la industria tampoco abrazó la idea de abrir todo el equipaje de una sola vez, y de semejante manera. “Es como un bebé que va gateando a meter los dedos en el enchufe –dijo alguna vez el productor Afo Verde, intentando explicar su enojo ante semejante disco–. Mi trabajo es agarrarle la mano antes de que lo haga, y decirle: No, te va a doler a vos, a tu mamá y a todos los que te quieren. Y después de eso no vas a quedar igual.”
Está claro, nadie puede quedar igual después de algo como El Salmón. Una realidad que hasta Calamaro tiene presente. “No perdí la capacidad de sorprenderme con El Salmón –asegura–. Obras incompletas y Salmonalipsis Now son mi mural de Diego Rivera, mi enciclopedia británica, mi década dorada, que es de todos. Creo que el objetivo de un disco como Salmonalipsis es mostrar que, diez años más tarde, todavía es tarde, y El Salmón cada día canta mejor.”
“El Concilio de Ciudad de la Paz, circa el año 10 (después de El Salmón), decidió por unanimidad que, a partir del día de la fecha, su espíritu se reencuentra consigo mismo, y vuelve a presentarse con una formidable dinámica, con diferente peso específico; indiferencia y diferencia por si resulta ser el que muchos hubieran querido escuchar en su día.”
Así es como la gacetilla de prensa del disco y el site oficial de Calamaro presentan Salmonalipsis y, pese a tanto entusiasmo, es inevitable no preguntarse –en tiempo de ediciones remasterizadas, duplicadas e incluso triplicadas– por la razón de semejante reducción de cinco a dos discos. “Principalmente, lo que quería evitar era una carísima edición deluxe. Aunque el formato es obsoleto en todas sus formas, las ediciones lujosas son prohibitivas para el bolsillo. Y editar un deluxe inconseguible me resultaba menos atractivo que mezclar de nuevo las cartas y repartirlas sin dejar nada librado al azar”, se preocupa por explicar Andrés, que ya tiene –justo es recordarlo– una bastante reciente caja deluxe en su haber, la ya mencionada Obras Incompletas.
Según enumera, los que trabajaron en la compilación (¿El concilio de Ciudad de la Paz?) fueron Rafa Arcaute y Guillermo “Mandrax” Mandrafina, con consultas con amigos y “testigos”, como Marcelo Scornik y el Bebe Contepomi. “Reducir El Salmón a la mitad no fue sencillo pero tampoco una misión imposible –cuenta–. Con la primera selección nos quedamos cortos y con la segunda nos quedamos largos. Finalmente tuvimos que descartarnos de materiales valiosos, pero quedó un disco poderoso, bastante indestructible. Un repertorio que sorprende tomando en cuenta que es el best of de un solo álbum.” Poco tiene que ver esta selección con aquel disco único del Salmón –de tapa negra– con el que se vendió originalmente en Argentina, que era en realidad el primer dedo del quíntuple, con el agregado de dos temas con Pappo. Según aclara Calamaro, ése era el único disco que formaba parte del contrato con la discográfica, los otros cuatro eran independientes. “Si bien aquello fue algo legalmente posible, fue un pecado no confiar en el instinto discográfico de Alfonso Pérez, el director de DRO, y no ofrecer los cinco discos al precio de uno y medio, que es como se pudo comprar en España. Además de ser el auténtico ‘salmón filosofal’, el verdadero Salmón (en los tiempos de cólera) costaba menos que dos CD corrientes –explica su autor, que asegura que nunca discutió con su discográfica por la edición quíntuple–. La compañía me acompañó en la edición del disco. Después desafinó un poco el concierto regional, y fue quedando como destacado disco de culto.”
A pesar de que para los conversos la novedad de Salmonalipsis seguramente sean los cinco inéditos incluidos, Calamaro asegura que están incluidos “de compromiso, como una formalidad”. Y señala que para fines del año pasado ya habían filtrado veinte canciones al azar entre el mundo internético. “Para sumar al disco elegimos entre una serie de inéditos que ya habíamos ‘lustrado’. Creo que todos pertenecen a las sesiones veraniegas del quíntuple, pero es posible que se haya colado alguna grabación inmediatamente posterior”, dice de los inéditos, entre los que se destacan el cadencioso “Música lenta” (“Violines de tormenta/ días de chicle de menta”) y una versión de “Superlógico”, casi una tardía devolución de favores luego de que el Indio Solari versionase “El Salmón” para Escúchame entre el ruido (2006), la producción de Lito Vitale homenajeando cuatro décadas del rock argentino. “Aquello fue como meter un gol en la final de un mundial –se entusiasma Andrés–. No creo que pueda devolver semejante gentileza.”
Una primera escucha de este Salmonalipsis demuestra que aquella sensación de disco-para-armar que tenía El Salmón original se mantiene: reducido a casi la mitad, aún sigue siendo largo, y quienes lo escuchen podrán seguir resumiéndolo según gustos y/o preferencias. Por otro lado, la reducción hizo que se perdiese el exceso que permitía pensarlo como una suerte de aleph del rock argentino y sus influencias, casi todos los covers de Beatles y Stones fueron dejados de lado. Ante esa realidad, sorprende que se mantengan dos de Spinetta, “Durazno Sangrando” y “Laura Va”.
También es posible apreciar que no fue casualidad que el dedo uno original haya sido incluido en el contrato: no era tan mala selección, casi todos sus temas están incluidos en Salmonalipsis. Y si se toma en cuenta la disección por estilos musicales que hizo del quíntuple original el periodista español Jesús Miguel Marcos en el periódico Público –un cuadro sinóptico obsesivo y admirable, parte de un artículo titulado “Andrés Calamaro, el loco que quiso grabarlo todo”– queda en claro que los que más sufrieron fueron el blues, el pop y el rock, casi desapareció el tango y las baladas y el reggae son los estilos que menos sufrieron recortes. “Modestias aparte, mientras ‘curaba’ Salmonalipsis entendí que semejante antología podría corresponder no a un disco sino a toda una discografía, a una vida entera. Y, a la vista del abanico armónico y el happening libertino, poético y político, bien podría ser un resumen de... todo. Diez años después me gustaría que Kanye West ‘descubra’ tracks salmones como ‘Reality Bomb’, y tampoco descartaría una versión orquestal sinfónica”, acepta el juego y al mismo tiempo parece bromear Calamaro, que en el último tiempo ha vuelto a grabar y postear canciones en Internet, generalmente versiones, como si Deep Camboya hubiese vuelto a la vida. ¿Hay algo de verdad en eso?
–El “Absolut Bounce affaire” fue un lost weekend de dos o tres meses a bordo de mi doméstico estudio de grabaciones. Esta vez me adapté a la tecnología lo mínimo necesario. También porque perdí práctica con las máquinas que usaba hace diez años: la portastudio, el Dr Sampler y el teclado creativo Roland.
¿En qué se diferenció de aquellos días salmoneros?
–Metafóricamente, este río camboyano fue menos profundo (o más corto) porque reaccioné a tiempo y tiré el napalm al inodoro a tiempo. Ocurre que bajarse de los trenes en movimiento deja sus secuelas y estos pulmones ya no pueden respirar bajo el agua como antes.
A la luz de su creciente actividad internética, llegando al punto de subir temas casi diariamente en su site, resulta inevitable preguntarse si, de haber sido posible semejante contacto directo, El Salmón no hubiese sucedido directamente en la red en vez de haber tenido que pasar por el filtro de la industria musical. “Hubiera sido revolucionario colgar canciones todos los días, pero por aquel entonces la actividad virtual era mucho menor, y entiendo que la épica de El Salmón es consistente a su lucha: terminarlo y publicarlo”, asegura, al tiempo que recuerda que el post-Salmón, los proyectos llamados 22 de Agosto y las Deep Camboya Sessions, sí terminaron online, aunque de forma parcial y desordenada, algo inevitable –apunta– tratándose de tantas grabaciones. “Pero lo importante es que teníamos conciencia de estar grabando para nadie”, asegura, con vocación de punto y aparte. Y agrega: “Terminábamos una canción y la escuchábamos con la convicción de la soledad”.
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