Domingo, 4 de diciembre de 2011 | Hoy
ARTE 2 > FACUNDO PIRES, PARA SOBREVIVIR AL FIN DEL MUNDO
Para su primera muestra individual, Facundo Pires construyó una semiesfera con caños de plástico y la plantó en el medio de la sala. Pequeña y precaria, puede confundirse con una carpa, con un iglú o con la vivienda de una tribu nómade, pero en realidad es hija del extraño Richard Buckminster Fuller, el último humanista utópico, el último inventor que logró unir arte y ciencia en algo imposible de diferenciar.
Por Lucrecia Palacios
Para quienes nacieron en la década del ’80, nada más fácil que imaginar el fin del mundo, varios fines del mundo. Pocas generaciones han consumido tanto apocalipsis. Greenpeace y las cruzadas ecológicas les llenaron a esos chicos los ojos de mares negros y continentes desérticos, Terminator les hizo imaginar a John y Sarah Connor como héroes en una ciudad incendiada, Street Fighter y Mortal Kombat les pulverizaron las pupilas, y la crisis de 2001 atravesó como flecha su secundario. Es una generación que, sin tragedia, creció convencida de que el mundo gira hacia su destrucción.
Y si es verdad que es en la infancia cuando nuestra imaginación graba con más persistencia los recuerdos, no es extraño que uno de los programas que más sistemáticamente hayan llevado a cabo estos chicos, hoy cercanos a los 30, sea la representación de la hecatombe o su instante posterior. Espacios llenos de escombros, ruinas y arquitecturas abandonadas, basura y muebles destrozados o naturalezas fuera de control (o todo eso junto) se convirtieron en postales familiares en las exposiciones.
Por eso es refrescante encontrar una muestra que asume la catástrofe más como información que como imagen. Sin fascinarse con la destrucción, Facundo Pires no se pregunta cómo se verá el apocalipsis. Intenta pensar cómo podremos sobrevivirlo. Y así como las novelas de Julio Verne contribuyeron a la exploración espacial, no es novedad que imaginarse el futuro es una de las formas más exactas de describir y fundar el presente. El interés principal de la exposición está puesto en la arquitectura. Pires retrata en sus fotografías cómo el viento sostiene en el aire un plástico, cómo un hilito muy fino carga el peso de una piedra. Participó de las clínicas de Guillermo Ueno y Ernesto Ballesteros, y hay mucho de una poética del instante en esas imágenes. Pero, sobre todo, las fotografías son el registro de experimentos fáciles, unos primeros pasos para redefinir las formas de crear refugios, las posibilidades de sostener techos y proyectar sombras que amparen del sol. Son todas soluciones mínimas, experiencias preliminares que intentan una arquitectura ligera y barata. Una que se pueda desarmar y llevar caminando.
La referencia para estas proposiciones es Richard Buckminster Fuller, un inventor excéntrico que se refería a sí mismo como “un exhaustivo y anticipado diseñador científico”, y que encarnó como nadie el pensamiento utópico y progresista de los años ’60. Su recorrido empieza antes, en los años ’30, con la crisis financiera arrasando Estados Unidos como telón de fondo. Con casi 35 años, Bucky (como firmaba sus escritos) había esquivado un intento de suicidio pero seguía deprimido, y luego de la quiebra de su fábrica estaba sin trabajo. Así que se encerró una temporada en la Biblioteca de Chicago. Le pidió a la archivista todo lo que tuviese sobre Leonardo y Gandhi, y casi no volvió a su casa hasta terminar la pila de documentos. Cuando salió del aislamiento, había sintetizado en él mismo el espíritu artístico-científico de Leonardo y la voluntad de revolución pacífica de Gandhi.
En la retrospectiva que se presentó de su trabajo en el Whitney, se pudieron ver cantidad de inventos y anotaciones. Pero, entre todos, el que mayor trascendencia tuvo fue la cúpula geodésica. Nacida en igual medida del odio de Buckminster Fuller por los ángulos rectos, de su desconfianza al número pi y de la observación meticulosa de la naturaleza que aprendió de Da Vinci, la cúpula geodésica es una semiesfera, una especie de iglú. Por su estructura, es la arquitectura que con menor cantidad de material cubre mayor cantidad de espacio, y se proponía como solución a un problema del que todavía no se hablaba, pero que Bucky preveía: la sustentabilidad.
Cuenta Pires que llegó a Buckminster Fuller googleando: “Yo venía investigando sobre construcciones desde la fotografía y para la exposición quería construir un bunker bajo tierra. En un principio pensaba más en la idea post-apocalíptica, pero con el correr de los días empecé a ver esa idea como un lugar común. Buckminster Fuller se preguntaba si la humanidad tiene una salida, y pensar así me pareció mucho más interesante que plantear un final. El bunker se transformó en uno de sus domos, un refugio que es también un lugar desde donde mirar el mundo”.
Pires bajó de Internet los planos y construyó en la sala una cúpula precaria, con caños de PVC atados con precintos. Su domo es también un observatorio, así que cubrió la estructura con un plástico transparente. Adentro, un amontonamiento de conservas, un jarro de agua y unas telas dan cuenta de las necesidades básicas. En un rincón, papeles y anotaciones, una enciclopedia sobre civilizaciones antiguas, perspectivas de Durero y referencias a Newton acercan, como querían el Renacimiento y Bucky, las figuras del científico, el investigador y el artista. Fotografías de otras cúpulas de Buckminster Fuller proponen que quizás en el futuro no sea necesario esforzarse por construir nuevas ciudades, enteramente distintas a las que conocemos, sino simplemente mirar lo que nos rodea y rescatar tres o cuatro apuntes. Y, como decía Calvino, darles espacio y hacerlos durar.
Mecanismos de falla
Facundo Pires
Rayo Lázer, Lacroze 2848
Con cita previa: [email protected]
Cierre con fiesta el 9 de diciembre a las 19.
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