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Domingo, 22 de enero de 2012

ENTREVISTAS > ROSARIO BLéFARI, NUEVO DISCO Y TALLER DE COMPOSICIóN DE CANCIONES

Maestra de rock

A más de diez años de la separación de Suárez, banda que reinó en el indie argentino de los años ’90, Rosario Bléfari está en el mejor momento de su carrera solista. Además de haber vuelto al rock más urgente con su nuevo álbum, Privilegio, lleva adelante un taller de composición en el que trata de sistematizar y compartir el secreto de la canción. Y, como siempre y a pesar de su hiperactividad creativa –es, además, actriz, periodista, poeta–, siente que sigue estando un paso atrás, que lo único que importa es el próximo disco, el siguiente show, el futuro.

 Por Martín Pérez

En qué consiste el trabajo. Eso es lo más difícil de darse cuenta a la hora de aprender a componer canciones, asegura Rosario Bléfari.

La ex cantante de Suárez, con una década de carrera solista y un disco nuevo en la calle, Privilegio, no está hablando de ninguna de esas cosas cuando habla de componer canciones. Tampoco de las razones por las cuales el rock le queda tan cómodo, por qué siempre estuvo de la vereda de enfrente del éxito comercial, y del signo tan fuerte que aún tiene ser mujer dentro de ese mundo. Eso será antes y después, durante una hora y media de charla ante un café en un local del barrio de Caballito convenientemente dotado de aire acondicionado. Pero cuando habla de darse cuenta de la clave a la hora de aprender a componer canciones, en vez de hacerlo como cantautora lo hace desde el lugar de docente.

Desde hace ya algunos años, Rosario conduce un taller –que constantemente varía su formato y duración– de composición de canciones. Y asegura que uno de los primeros desafíos ante sus alumnos es concientizarlos de que se trata de un trabajo full time. Algo que va más allá de la obvia necesidad de estar escribiendo letras o tocando la guitarra todo el día. De estar practicando, digamos. “Lo importante es hacer que tomen conciencia de que todo lo que les está pasando a su alrededor, todo lo que están viviendo, lo que hablan con sus amigos, lo que están viendo en un noticiero, la novela que están leyendo... Todo de lo que son testigos, en definitiva, tiene que estar trabajando para que hagan canciones”, explica Rosario, y lo compara con la actuación. Más precisamente, con el actor, ese gran observador.

Pero de lo que en definitiva habla Rosario Bléfari es de la clave para seguir siendo la misma Rosario Bléfari, desde hace ya más de dos décadas. La cantante, la actriz, la profesora, la poeta, la periodista, la rocker. Porque ante el flamante Privilegio, que completa doce temas en apenas media hora, es imposible no sorprenderse ante su perfecto destilado Bléfari. Como siempre, pero mejor. O cada vez mejor, pero justamente porque sigue siendo como siempre. Del ruido a la canción, durante su primera década al frente de Suárez. Y de la canción de regreso al rock, rematando en este nuevo año su primera década como solista. De la escena sónica al nuevo rock alternativo durante los noventa, y de ahí a ser ineludible referente del indie durante la década pasada, no hay nadie más alternativo que Rosario. En todo sentido. Tanto con sus intentos por sistematizar y compartir el secreto de la canción, como por su vocación por seguir cantando lo mismo desde el mismo lugar. Con todos los sentidos y las experiencias trabajando para ser un poco más Rosario Bléfari.

DIEZ AÑOS SOLA

Con la edición de Privilegio, la cantante cumple una década como solista. Al comienzo fue Cara (2001), casi un experimento sonoro, cuando aún no sabía que se había terminado la historia de Suárez. Luego vendría esa maravilla que es Estaciones (2004), y más tarde el regreso al rock con Misterio relámpago (2006). Calendario (2008) fue un alto en el camino, un respiro hecho canción –“Un disco de aire, que pierde la tierra rítmica”, asegura Rosario, que lo ve cercano a Cara– mientras reagrupaba su banda de rock para su flamante quinto opus en diez años. Pero pedirle a Rosario un balance del tiempo transcurrido es algo inútil. “Porque yo siempre pienso en el mañana, tengo la sensación interna de que voy antes de las cosas, y vengo atrasada con los discos. ¡Ya estoy pensando en el que sigue!”, asegura, y no se trata de un gesto. El archivo revela que, cuando cumplieron diez años con Suárez, decía exactamente lo mismo. “Lo que ahora me obsesiona es un imposible, es poder capturar el sonido de la banda en vivo. Supongo que todos buscan lo mismo, ¿no? Es como querer atrapar un insecto, pero yo estuve un año intentándolo con este disco. Creo que llegué bastante cerca”, opina, y sonríe antes de asegurar: “Pero la próxima vez... ¡Todos también deben decir lo mismo! ¡Pensar en hacerlo mejor la próxima vez!”.

Para Bléfari, después de Suárez, la próxima vez supo ser un cuidado disco de canciones, Estaciones. Para quienes tuvieron la suerte de ver las primeras presentaciones acústicas de ese repertorio, en el sótano de Belleza y Felicidad, la sensación era que había encontrado un camino sin regreso. Un puñado de canciones de amor que funcionaban como puerta de salida al rock, y un camino de entrada a un estilo nuevo. “Componer esos temas fue como un ejercicio para mis talleres. Es como mirar a la gente que está sentada en este bar y decir: ‘Voy a enamorarme de cada uno de ellos’. Y hacer una canción de amor para cada uno. Abrir el abanico de las personas a las que uno les puede estar hablando.” El resultado fue, sin dudas, de una perfección de la que tuvo que escapar regresando al rock. “Es que el rock es una de las situaciones donde más cómoda me siento”, explica Rosario. “Aun cuando hacer rock en castellano parezca una contradicción. Pero es que sigue siendo un género con una libertad absoluta. Un desafío expedicionario, como el de las historias de Stevenson en las que me sumergía cuando era chica.”

La clave, asegura, es la dinámica que otorgan los personajes dentro de las canciones de rock, mientras que los de otros géneros los siente más tiesos. “En el rock hay mayor libertad dramática”, asegura. Además, explica que cuando habla de rock no se refiere a sus trampas y clichés, que tan bien parodia Capusotto. “Para mí el rock nunca fue sexo, droga y rock’n’roll, sino una cultura propia, en la que circulan todas las otras artes. De una manera tal vez algo desmañada, el rock no hace gala de la cultura como museo. Sigue teniendo algo de despreciado y marginal, pero eso es lo que le sigue dando su libertad”, asegura Rosario, que confiesa haberse sentido cerca del rock desde sus comienzos, cuando subía al escenario del Teatro de la Cortada con su lejano primer grupo, Temas Lentos. “Mezclábamos lo performático con una guitarra y una máquina de ritmo, pero sabíamos que estábamos haciendo rock.”

A partir de entonces, el asunto fue ir creciendo y –recuerda– ver cómo por la otra vereda pasaba el rock de las estrellas. Lo más cerca que estuvo de ese rock, asegura, fue cuando le entregó un video con uno de sus primeros temas a Charly García, en una fiesta del Club Eros. Aunque en realidad su primer –y único– contacto efectivo con esa vereda fue cuando Vicentico mezcló el tema “El camino” para el último disco de Suárez, Excursiones (1999). “Después, como éramos amigos, charlamos para que produjera Estaciones. Pero la idea no duró ni una semana, fue apenas una idea. Y quedó ahí.”

CLASE DE CANCIONES

Dentro del mundo del rock no hay docentes, hay productores. Por eso lo inédito de la idea de Rosario de intentar sistematizar su trabajo compositivo en un taller. Una idea que, revela, nació a partir de un trabajo como modelo en el taller de pintura de Adriana Aizemberg. “La veía a ella dar las clases, y cómo empujaba a sus alumnos. Hasta entonces yo no creía en la educación artística, pero me dije: ‘Acá se produce algo que es real’.” Por otro lado, cuenta, estaban las discusiones que tenía con Susana Pampín sobre sus clases de teatro. Porque para Susana todo servía, incluso si sus alumnos no se dedicaban al teatro y su paso por el taller terminaba siendo terapéutico para ellos. “Y yo odiaba eso”, se ríe Rosario. “No soporto la idea del arte terapéutico. Es más, si es arte de verdad antes de curarte hasta puede terminar enfermándote.”

Pese a su resistencia, explica Rosario, empezó a dar unos talleres en el Rojas. “Y, por supuesto, empezaron a aparecer todos los que iban a terapia”, asegura con una sonrisa. “Yo quería que todos los que vinieran terminasen haciendo canciones. Si no, para mí no tenía sentido. Pero finalmente me di cuenta de que termina funcionando también terapéuticamente. Pero para que funcione, la condición es olvidarse de esa parte, y pensar sólo en las canciones. Aunque si no hubiese hecho ese taller, no me habría dado por enterada.”

Pero así como el artista teme psicoanalizarse, porque con el fin del conflicto tal vez también se termine el hecho artístico, es posible temer también que al sistematizar las reglas de la creación se desarticule el proceso creativo. “Nunca tuve miedo de perder algo con el taller”, confiesa. “Pero sí tenía dudas de poder ser verosímil. Porque podés explicar todo lo que quieras, pero en algún momento tiene que aparecer el conejo. Y eso es algo que no se explica. Hay un paso inexplicable, un paso ciego. Pero hay que darlo. Como cuando te enseñan a nadar, o a andar en bicicleta. Te mantenés a flote o te caés, y no hay explicación que valga.” La clave, asegura Rosario, es aprender al mismo tiempo que sus alumnos. “Hay algo que me encanta proponer: nunca probé esto, ¿lo intentamos? Nadie puede negarse ante semejante propuesta.”

REINA ALTERNATIVA

Junto con María Fernanda Aldana, la bajista de El Otro Yo, Rosario Bléfari fue la indiscutible reina del Nuevo Rock Alternativo de los ’90. Ambas llegaron justo cuando las nuevas generaciones rocker estaban listas para dejar de discriminar por estilos musicales, y también por género. No tuvieron que apelar a minifaldas o excesos de maquillaje para ganarse su lugar. Y tampoco sufrieron los gritos inapelables que tantas cantantes tuvieron que soportar antes que ellas viniendo desde debajo del escenario. “Aunque todavía resultaba un poco escandaloso, si no, no estaríamos hablando del tema”, calcula Rosario, cuya música resultaría injusto encasillar sólo como femenina, y sin embargo su público sigue siendo principalmente integrado por mujeres. “Es que el signo femenino es muy fuerte”, asegura. “Y, además, los chicos quieren ver chicos tocando la guitarra ahí arriba. Parece como si siguieran necesitando un papá.”

Así como recuerda que cien años atrás era impensable que una mujer se subiese a actuar sobre un escenario y los hombres eran quienes hacían los papeles femeninos, Rosario calcula que no debe estar lejos el momento en que ser mujer en el rock ya no tenga importancia. Y la misma lógica utiliza para pensar en Internet, que asocia al teléfono, ya que para ella se trata de eso, de comunicación. “Cuando en el futuro hablen de Internet, será una época que empezó con Graham Bell y quién sabe con quién terminará, pero será la misma época”, imagina. Pionera en usar la web para promocionar sus shows, buscar músicos para su banda (así consiguió a la bajista actual de su banda, Jessica Ojeda), e incluso animar a sus interlocutores a producir sus recitales en el interior (así fue como llegó a tocar en Posadas o Tilcara), Rosario celebra que el vínculo gracias a Internet sea de ida y vuelta. “El público de rock, además, es fetichista. Así que cuando voy a un show, si me olvido de llevar discos, son ellos los que me los reclaman. Algo tenés que llevar. Así que el disco para mí no está muerto”, asegura Rosario, que sigue disfrutando a la hora de armar el grupo de temas que va a formar un disco. Y que sigue pensando en discos, por supuesto.

En lo que no piensa es en estos diez años pasados como solista. Ni tampoco en los anteriores, al frente de Suárez. “La separación no fue traumática para mí. Y cuando me lo preguntan digo que sí, que hay una continuidad entre lo que hacía entonces y lo que hago hoy. Sigo formando parte de una banda, sigo componiendo mis temas y los canto. Extraño a la gente, eso sí”, explica Rosario, que en tiempo de reuniones asegura que no hay un lugar para una reunión de Suárez. “Porque a ninguno de nosotros se nos ocurrió”, asegura. Lo que sí confiesa hacer es buscar, cada vez que completa un disco, las canciones de Suárez que son familiares de las nuevas. “Siempre aparece alguna, son ramas del mismo árbol”, asegura la mujer que siempre es la misma. Pero mejor.

Rosario Bléfari presenta Privilegio este jueves,a las 20, en Niceto, Niceto Vega 5510. Bandas invitadas: Mujercitas Terror y Camila Barre. Entrada: $30.

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