Domingo, 19 de febrero de 2012 | Hoy
> LO MáS NUEVO DEL CINE ESPAñOL EN LA LUGONES
Desde la llegada de la democracia y el post-franquismo, el público argentino viene manteniendo con el cine español recurrentes idilios: la primavera alfonsinista y Solos en la madrugada, los ’80 con Bigas Luna y Almodóvar, los éxitos televisivos como Anillos de oro que hicieron de Charo López, Sacristán e Imanol Arias estrellas de devoción local, hasta los más recientes Alejandro Amenábar y Alex de la Iglesia. Pero tras el estreno de esa pequeña maravilla que fue En construcción de José Luis Guerín sobre la transformación de Barcelona, diez años atrás, una nueva corriente ajena al cine más industrial empuja bajo la superficie a toda una camada casi desconocida en la Argentina. El notable ciclo Nuevas estrategias - Corrientes subterráneas en el nuevo cine, en la Lugones, los acerca, por suerte, a este lado del Atlántico.
Por Hugo Salas
Tal vez muchos recuerden esa verdadera e intensa luna de miel que el público local vivió con el cine ibérico allá por la primavera alfonsinista, incluso un poco antes, cuando la coincidencia (con retraso) de la apertura del post-franquismo y el fin de la dictadura nacional hacía que películas como Solos en la madrugada, Los santos inocentes o El crimen de Cuenca, de méritos modestos, cobraran insospechadas y enormes resonancias en la platea local, al tiempo que los paladares cinéfilos asimilaban desembarcos tan disímiles como la poética de Erice, la ironía crítica de Berlanga o incluso los jugueteos psi del Saura de Ana y los lobos. Después, claro, vino Función privada, cuya dieta semanal incluía más cine español que champagne (lo que ya era todo un decir), y el éxito de series televisivas como Los gozos y las sombras o Anillos de oro, circunstancias que convirtieron a Charo López, José Sacristán e Imanol Arias en stars que tenían poco que envidiar a Sophia Loren, Marcello Mastroianni o Alain Delon, por citar algunos de los puntos cardinales del firmamento vernáculo de la época. Desde luego, aquel entusiasmo finalmente se disolvió, y hubo que esperar a la aparición y posterior boom de Pedro Almodóvar para que el cine español encontrara un nuevo formato industrial que le permitiera expandirse, ya no solamente por estas costas u otras de habla hispana sino por el mundo entero, con nombres como Alejandro Amenábar, Alex de la Iglesia e incluso Bigas Luna.
Ahora bien, más allá de los fastos de ese cine, cada vez más industrial, continúa en España una producción distinta, que procura alejarse de los lugares más convencionales de la representación nacional, lo que no le impide, de vez en cuando, alcanzar cierta resonancia, como ocurriera con Albert Serra y su Honor de caballería. Los ávidos en conocer ese cine harán bien en acercarse por estos días a la Sala Leopoldo Lugones, donde el ciclo Nuevas estrategias - Corrientes subterráneas en el nuevo cine español procura dar cuenta no sólo de la última ola de renovación generacional sino también de aquello que su curador, el crítico y programador Fran Gayo, considera un verdadero cambio en la manera de concebir y producir películas allende el Atlántico. El cuidado panorama de largos y cortos se completa con dos programas especiales de cortometrajes dedicados a Fernando Franco y Velasco Broca, figuras clave de la nueva movida.
Según el especialista, hay un antes y un después del estreno de En construcción, aquella pequeña y enorme película con que José Luis Guerín dio cuenta de la transformación del viejo Barrio Chino de Barcelona en el cool Raval de la actualidad. El film no sólo postuló un nuevo modo de abordar las relaciones entre documento y ficción, intimidad y personaje, sino que, además de alzarse con los más diversos galardones, consiguió en su país el nada desdeñable record de 145 mil espectadores, lo que habla a las claras de algo más que un interés de especialistas. De aquella proeza deriva Gayo toda una genealogía donde acomoda a figuras tan dispares como Isaki Lacuesta, Mercedes Alvarez, Ricardo Iscar, Javier Rebollo, Albert Serra o Jaime Rosales, varios de ellos conocidos en la escena local merced al trabajo de difusión de los festivales.
De lo que se trata en Nuevas estrategias es de pensar, al mismo tiempo, la continuidad y la ruptura que los más jóvenes y noveles realizadores españoles muestran con esa generación, en una relación tensa y fructífera que, al menos en la selección de Gayo, resulta bastante evidente. Más allá de ciertas afinidades estéticas superficiales –que van de la recuperación de procedimientos del cine primitivo a la exhibición constante de las condiciones de producción–, el conjunto muestra una clara conciencia de su posicionamiento contra lo que podríamos llamar el gran cine de exportación comercial ibérico, de allí justamente su carácter de “subterráneo”.
Probablemente, una de las características que más sorprenda al público es el mutismo y la parquedad de estas películas. Contra el localismo naturalista del cine post-franquista, trocado en exasperación y esperpento por Almodóvar y sus seguidores, aquí lo único que abunda es la reticencia de palabra, llegando a casos tan extremos como el de Caracremada, donde con mínimos diálogos se cuenta la historia de Ramón Vila Capdevila, uno de los poquísimos guerrilleros que, allá por los ‘50, todavía seguía combatiendo al franquismo “a la vieja usanza”. Una similar sencillez se advierte en los planteos visuales y sonoros. Aun en el marco delirante y deliberadamente absurdo de Finisterrae, protagonizada por dos fantasmas de sábana, prima una simplicidad y una economía que recuerda antes bien al cine alemán e inglés de fines de los ‘70 y principios de los ‘80. Ocurre que, al tiempo que reacciona contra el españolismo industrial for export, estas nuevas propuestas diluyen su territorialidad en un singular movimiento de europeización. La múltiple y diversa presencia de las comunidades autónomas, ya sea que se trate de cine catalán, vasco o galego, no hace sino señalar el comienzo y la signatura de un cine que antes que su españolidad trata de pensar su inserción en un colectivo identitario mayor, aun con sentido culposo, como bien se advierte en Todos ustedes son capitanes, del franco-galego Oliver Laxe, sobre el fracaso de un director franco-galego llamado Oliver por rodar una película desdramatizada con un grupo de niños marroquíes. Sin duda resultará interesante seguir de cerca la evolución de este cine español “comunitario” en el contexto de una Comunidad Europea puesta en jaque por la crisis económica, fenómeno que tal vez marque el ritmo de su próxima evolución.
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