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Años después del éxito y la popularidad de una serie como Friends, sus antiguos protagonistas aún se empeñan en reencontrarse con las mieles de la fama y el reconocimiento que supuso aquel hito de la televisión norteamericana. Salvo Jennifer Aniston, que ha tenido un ecléctico recorrido por el cine mainstream, con algunos aciertos y varias experiencias mediocres, el resto del elenco no ha logrado transcender aquel dorado recuerdo. Matt Leblanc, que siguió dando vida al simpático y algo tarambana Joey en el malogrado spinoff de Friends durante sólo dos temporadas, hoy todavía prueba suerte en la nueva Episodes, donde se interpreta a sí mismo, burlándose un poco de la gloria pasada e intentando mantenerse activo en el candelero. No tuvo mejor suerte Matthew Perry en su itinerario televisivo: Studio 60, una de las grandes promesas de la temporada 2006, producida por Aaron Sorkin (guionista de Red Social y Moneyball), fue incomprendida por la audiencia seguidora de la sitcom tradicional y fue cancelada tras 22 episodios, pese a contar con el beneplácito de un amplio sector de la crítica. El caso de David Schwimmer fue distinto; se alejó de la televisión, hizo algunas participaciones menores como actor y se dedicó a la dirección en proyectos independientes con un marcado bajo perfil.

El halo de la comedia siguió adherido a la carrera de Courteney Cox y Lisa Kudrow con dispares resultados. Casi deformada por el botox, la Monica Geller de Cox se vio transformada en la editora de una revista sensacionalista en Dirt, un absurdo pastiche sin demasiada gracia y prontamente cancelado, aunque desde el 2009 parece haber encontrado su lugar en el mundo en Cougar Town, una comedia de mujeres divorciadas de más de 40 que deciden tirar la chancleta y empezar una vida nueva. Lo cierto es que el personaje de Cox parece haberse agotado su humor y perdida la capacidad de expresión facial luego de tantas cirugías, se reduce a una serie de monigotadas y grititos desesperados que nos hacen extrañar aún más los años de Friends.

La que nunca deja de sorprendernos, aun en lo similar de sus roles, es la gran Lisa Kudrow. Ya el recuerdo de su Phoebe, en aquel escenario de talentos tan competitivo como fue Friends, desnuda un estilo anárquico que no siempre responde a fórmulas, por momentos demasiado primario, donde la ingenuidad se roza con la tontería, sin perder con ello la astucia de la ocurrencia oportuna. Aquel juego con la literalidad, que se convirtió en su marca personal, el despliegue de sus creaciones alocadas, como Ursula, la hermana gemela de Phoebe, sus composiciones musicales hilarantes, como la absurda tonada de “Smelly Cat”, aquella canción desafinada que rasgaba en su vieja guitarra con una convicción innegociable, permite hoy ver su trabajo como todavía prometedor.

Desde aquella despedida hace ya siete años, Kudrow ha ensayado las apuestas más audaces, más atípicas, y a la vez más inclasificables para una comediante de su trayectoria. Primero fue The Comeback, un falso documental casi autobiográfico sobre la vida de una estrella de televisión que intenta recuperar algo del éxito pasado. Escrita y producida por ella y Michael Patrick King (Sex and the City) para HBO (hoy puede verse en Cinemax), propone una puesta en escena cercana al reality show donde la cámara sigue los intentos infructuosos de la tardíamente ochentosa Valerie Cherish (Kudrow con una peluca estilo Farrah Fawcett) de recuperar su carrera, en un tono absurdo y disparatado, que lamentablemente no recibió el respaldo de la cadena para sobrevivir más de una temporada.

La idea de Web Therapy surgió años más tarde como un intento aventurado de incursionar en el nuevo auge de las webseries, con una sesión de terapia semiimprovisada vía cámara web de tan sólo tres minutos. En esos minutos la terapeuta Fiona Wallace, interpretada por Kudrow, ensaya con extremo pragmatismo una sesión express con cada paciente, desestimando la cháchara habitual de la terapia presencial e impartiendo una serie de absurdos consejos a quienes tienen la desgracia de caer en sus manos o, mejor dicho, en su cámara. “Porque –como ella misma aclara ya en el piloto– ¿para qué se necesita una sesión de 50 minutos donde el paciente se distrae divagando sobre sus sueños y sus sentimientos?”.

La novedosa experiencia, a cargo de la misma Kudrow, el director Don Ross y el productor Dan Bucatinsky (con quien Kudrow produjo la versión norteamericana del programa inglés Who Do You Think You Are? donde las celebridades reconstruyen su árbol genealógico llevándose más de una sorpresa) no sólo obtuvo notable repercusión entre los cibernautas sino que llamó la atención de los ejecutivos de la cadena Showtime, que decidieron producir su versión televisiva en 2011. El armado de los episodios de 25 minutos, formato tradicional de la sitcom, ha afectado en cierta medida el dinamismo de la serie. La imagen que nos presenta es la de Fiona frente a su webcam sólo cuando interactúa con alguien, ya sea con sus pacientes, con su madre o con su marido, lo que acota el espacio a un escenario virtual que por momentos se hace demasiado claustrofóbico. Superado el inicial condicionamiento, resta ver las ridículas reflexiones de una Fiona intensa y contenida, casi al borde del surmenage. Las participaciones especiales de Lily Tomlin como la excéntrica y adinerada madre que se niega a financiar la novedosa modalidad terapéutica, así como la de Jane Lynch, Meryl Streep y Courteney Cox como pacientes, otorga un contrapunto imperdible para el timing vertiginoso que propone Kudrow.

El estreno de Web Therapy en el nuevo canal TBS Very Funny en el mes de marzo es una oportunidad imperdible para ver, o volver a ver, los dislates de una de las comediantes contemporáneas que han hecho de su ingenio un antídoto eficaz para la comodidad de lo seguro y previsible.

Web Therapy se estrena el jueves 15 a las 21, por TBS