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Domingo, 18 de marzo de 2012

Cerrando el verano

 Por  MARIANO DEL MAZO

Hace 40 años, Tom Jobim se sentó en un banco de su finca carioca frente al río Preto y comenzó a escribir la canción que, según Frank Sinatra, en la versión del disco Elis & Tom, “es lo más cercano a la perfección”. “Aguas de marzo” es, efectivamente, una de las más hermosas catedrales de la bossa nova y la canción que refleja el intento de Jobim de una nueva vida. Ya había conquistado los Estados Unidos con la versión en inglés de “Garota de Ipanema” y arrastraba una vida bohemia prototípica que no podía domar. Los médicos le habían aconsejado que parara. “Mi papá había decidido dejar de fumar y de tomar”, dice Paulo Jobim, también músico, para UOL de San Pablo. Tom tenía 45 años y aspiraba a reformularse con una nueva casa y un retiro espiritual en las afueras de su adorado Río.

La letra habla de eso, de la construcción, del “proyecto de una casa”: “el palo, la piedra, el fin del camino” y también “la noche, la muerte”, el aparente contraste de “es un ave en el cielo, es un ave en la tierra / es arroyo y es fuente y un poquito de pan / es el fondo del pozo, el final del camino / y en el rostro la sombra de la soledad”. Paulo dice que su padre atravesaba una crisis existencial y que se sentía muy solo. Las “aguas de marzo cerrando el verano” eran la metáfora de una ilusión, la esperanza de una etapa diferente, un plan.

Hay un testigo insospechado de esta historia: Claudio Gabis. Después de Manal, el guitarrista se radicó varios años en Brasil y, por esas cosas del destino, compró una casita en esa misma finca. Allí, dice, fue feliz. Cuenta los orígenes del predio: “A unos 130 kilómetros de Río, en la sierra de Teresópolis, la familia Jobim, perteneciente a la alta burguesía carioca, poseía una propiedad rural que originalmente se destinó a la cría de aves. Como el negocio fracasó, la finca se dividió en parcelas entre sus miembros (madre y tía de Tom, su hijo Paulinho, su hermana Helena, y primos y sobrinos), que construyeron sencillas pero primorosas casas de fin de semana recorridas por un tranquilo río de montaña que desciende, formando cascadas y piletas naturales. En marzo, el río Preto crece y se vuelve más impetuoso con el agua de las lluvias que cierran el verano. En la parte más alta del terreno, en el fin de un pequeño camino, Tom construyó con piedra y madera su casa, un lugar de retiro que amaba profundamente”.

Tom Jobim mostró la canción terminada en la casa del arquitecto José de Caldas Zanine, acompañándose con una guitarra. Todas las frases comenzaban con “é”. Los testigos, Paulo Jobim y su tía Helena incluidos, quedaron impresionados. Era una genialidad. Tom leía la letra garabateada en un papel. La grabó relativamente rápido y la publicó en su álbum Matita Peré junto a otras bellezas como “Ligia”. El disco es uno de los mejores de su carrera, sin embargo no tuvo reconocimiento en Brasil. Según el crítico Nelson Motta, el motivo es que el compositor había estado demasiado tiempo fuera de Brasil, trabajando en Estados Unidos. Además, escribió, “en los ’70, la bo-ssa empezaba a ser parte del pasado. Eran tiempos de la MPB”.

La consagración llegaría en 1974, con el extraordinario Elis & Tom. “Aguas de marzo” abría el álbum que fascinó a Frank y quedó consolidado como el cenit de la interpretación a dos voces entre un hombre y una mujer. Ese maravilloso contrapunto con Elis Regina de algún modo clausuró el tema, a pesar de algunos intentos vocales interesantes, como el de Marisa Monte y David Byrne editado en el primer Red Hot + Rio.

Antonio Carlos Jobim murió en 1994. En 2010, una terrible inundación barrió Teresópolis. El caserío no existe más. La finca es un pantano de lodo. Una de las pocas personas que resiste es el casero de las cabañas de los Jobim. Manda otro mail Gabis: “Se llama Tito y prácticamente se crió con Tom, entre los matorrales del valle. Perdió todo lo que tenía en la inundación. Llora desconsoladamente cada vez que escucha o le mencionan ‘Aguas de marzo’”.

Se cumplen 40 años de una profecía: palo, piedra y el fin del camino.

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Un hombre y una mujer: Jobim y Elis Regina en 1974, el año en que la grabaron y que era lo más cercano a la perfección para Sinatra. Foto: Fernando Duarte
 
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