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Domingo, 8 de julio de 2012

ENTREVISTAS > ROSARIO ORTEGA: CHARLY, FAMILIA Y DISCO SOLISTA

DEL PALO

La menor de la familia Ortega durante años fue la que más bajo perfil cultivó, hasta que primero fue la voz del grupo indie Entre Ríos y, después, se convirtió en la voz femenina que reemplazó a Hilda Lizarazu en la banda de Charly García. Ahora, presenta su primer disco solista, Viento y sombra, que la suma a otra familia: la de delicadas artistas pop como Regina Spektor y Julieta Venegas. Con un músico de Norah Jones en producción, un percusionista de David Byrne y un sonido intimista, Rosario Ortega habla de este pudoroso destape musical.

 Por Mariano del Mazo

Rosario Ortega nació en los Estados Unidos, si es que se puede considerar los Estados Unidos a Miami. Arrastra como un pesado caracol la etiqueta gastada de chica rica con tristeza, y algo de eso hay o hubo: a los 18 vivía encerrada en su pieza (“como una emo”, dirá) a punto de desfallecer por sobredosis de Nick Drake. Ocho años después, ahora, a los dulces 26, la melancolía perdura como una neblina, aunque datos biográficos ineludibles den cuenta de cierto vértigo vital. Es la hija de Palito Ortega, fue la novia de Martín Lousteau, cantó en Entre Ríos (la banda prototípica del indie porteño) y cuando Charly García la llamó para que se sumara a su orquestita en reemplazo de Hilda Lizarazu le subrayó con una ironía pueril ese costado alternativo: “¿Vos venís del indie? ¿Sos la Indie Solari?”. Hoy se la ve más afianzada (“segura”, dirá) en la banda de Charly, y acaba de debutar como solista con el leve y encantador disco Viento y sombra. La llaman Rocha, es la menor de una dinastía que partió desde otro tipo de pop, el pop evanescente de El Club del Clan, a una generación de artistas, locos y banales que combina éxito, excesos y características malditas, generación cuyo alcance, si se quiere, puede llegar hasta el borde del escote de Luli Salazar.

Rosario Ortega se toma todo con naturalidad. La gana la parsimonia de una chica un poco más allá de todo, curtida por el desarraigo enmarcado en el triángulo Miami-Tucumán-Buenos Aires, algunos desamores demasiado públicos y esa sensación de estar constantemente subida a historias que ya tienen historia. Siempre el tren en movimiento. Tal vez de ahí, de ese combo existencial, provenga el origen de esa melancolía que en el disco se traduce en una voz lánguida y cansina, como de cine de Rejtman, y que aparece explícitamente en letras que marcan territorio ya desde los títulos: “El pozo”, “El engaño”, “Se va”. “Es así, un karma. En Entre Ríos me sumé a un grupo que cargaba con una trayectoria importante. Fue raro, porque yo venía componiendo canciones en inglés, nada que ver. Me sirvió como transición, porque yo en ese momento no estaba preparada para largarme sola con mi nombre. Me daba pánico. Igual no fue fácil: pensá que Entre Ríos tuvo cuatro cantantes mujeres... Obligadamente viene la comparación. Y con Charly ni hablar: entré en lugar de alguien como Hilda Lizarazu, que estuvo como veinte años. Ella ocupó un lugar enorme y lo hizo súper bien. Para mí fue difícil. Por eso quiero darle a Charly algo nuevo y distinto, que quizá no se vea ahora sino en un tiempo.”

¿Hablaste con Hilda en su momento?

–No. Recién nos cruzamos en uno de los últimos ensayos, creo que para River. Hablamos. Buena onda: me preguntó cómo estaba, cómo me sentía, me dijo que se quería dedicar más a su carrera. Esas cosas.

¿Te sorprendió que te llamara Charly?

–Ni tuve tiempo de pensarlo. Yo soy amiga de su novia, Mecha. Un día me llamó, me dijo que Charly estaba probando chicas y que quería que le mandara tres canciones. Se las mandé, y al toque me llamó su manager para ensayar porque había una presentación en Cosquín Rock. Así fue. Me agarró pánico, pero un pánico llevable. Yo nunca fui fan desesperada de Charly, eso tal vez me quitó una dosis de nervios. Nunca escuché mucho rock nacional. Pero es cierto: empecé con mucho miedo, ahora me siento muy segura.

Sin caer en el psicoanálisis barato... ¿no pensás que tu ingreso a la banda fue tal vez un modo que encontró Charly de agradecer a tu padre todo lo que hizo por él en Luján?

–No. Creo que son varias cosas las que estuvieron en juego. Una, obviamente, es que algo le gustó de mí; dos, que estuve en el lugar justo. Nada más. Me parece que uno siempre se mueve en un círculo. Yo nunca le insinué nada. El tenía muchas otras formas de agradecer. Es más: cuando le fui a contar a mi papá, muy contenta e ilusionada, su respuesta fue: “Pensalo bien. No vas a ocupar un lugar cualquiera, no es fácil. Fijate de estar segura”.

¿Y lo pensaste bien?

–¡No tuve tiempo! Cuando reaccioné estaba en el escenario.

¿Tengo el corazon contento?

“Las ventanas empañándose / El jardín no se ve... / y los besos no marcaron territorio en el sol” canta en “Se va”. Es una de las canciones de adiós de Viento y sombra, disco que contó con las guitarras y la producción de Jesse Harris, músico de Norah Jones, a quien conoció en una tanguería de San Telmo en 2004. Es una de las pocas letras que Rosario compuso íntegramente; la mayoría son compartidas, algunas con su hermano Luis, tal vez el más torturado de los Ortega, tal vez –es una conjetura, ella no lo dice claramente– a quien más admira Rosario. “El disco es como el inicio de mi exploración de la música en español. Yo siempre compuse en inglés. Hay temas que vienen de antes, hay temas más actuales. Creo que la esencia del disco es bastante honesta.” Habla de sus heroínas Joni Mitchell o Cat Power, se menciona algún rasgo de Regina Spektor, pero a la primera escucha del CD se cae invariablemente en Julieta Venegas. Orteguita y Venegas están cortadas por la misma tijera. Rosario acepta la referencia, incluso agradece la comparación (“me gusta mucho lo que hace Venegas”), pero pone algunas vallas. “Yo quise evitar el sonido de pop genérico, ese pop que suena todo igual. Quería hacer algo original pero no experimental, que fuera de autor pero que a su vez pudiera llegar a mucha gente. ¡Es complicadísimo llevar a la práctica lo que estoy diciendo! A ver: no quería que sonara a un pop tan pensado, sino que saliera de una búsqueda natural, de un encuentro con músicos en el estudio a ver qué pasa. No me gusta el sonido plástico, esas baterías súper cargadas, esas guitarras tan producidas. Busqué climas intimistas, sin caer en lo puramente acústico. Me parece que algo se logró.”

Jesse Harris fue clave para que el sonido se arrimara a esos criterios estéticos que desvelaron a la Rosario del 2010 (año de grabación del disco). Trajo a Mauro Refosco, un baterista y percusionista brasileño radicado en Nueva York que tocó con David Byrne, viene de grabar con Red Hot Chili Peppers y tiene una banda llamada Forró in The Dark, que la rompe. “El fue clave en todo esto –dice–. ¿La verdad? Estoy recontenta. Hice un disco corto, espontáneo y ahora tengo que salir a defenderlo. Mi idea en un futuro es vivir de esto, y llegar a la gente. No tengo el sueño de tocar en un estadio, pero sí que al que me escucha le pase algo con mi música, que en alguna parte se emocione.”

Va y viene de lo nuevo a lo viejo, de la canción conservadora al hip hop, del pudor a la extroversión, de hermano en hermano. Pasa de largo de la política, quizás escaldada por los años tucumanos en que fue trasladada de la arena de Miami al ojo del huracán de la gestión de papá gobernador. Dice que sale todas las noches excepto los sábados (“me gusta bailar más hip hop que electrónica”), que se va a mudar, que en una hora tiene terapia. Está cantidad de horas al día conectada a Internet y tiene amigos que le pasan música nueva, aunque en principio ella suscriba sin saberlo a aquella famosa frase de Verdi: Seamos modernos, volvamos al pasado. “No me mata lo que ocurre en la escena del rock de acá. Estoy escuchando mucho Spinetta viejo, mucho Almendra. Me encanta, recién ahora lo estoy paladeando. Hay demasiado viejo por descubrir que me interesa más que lo nuevo. Aunque escucho todo. El año pasado tenía un programa de radio que se llamaba Escenario Hi Fi, por Radio Uno. Me copaba con Amy Winehouse, ponía a un grupo nuevo de Berlín. Cualquiera. Hace un rato estaba en casa escuchando un vinilo de Dr. Dre. Es mi nuevo hobbie, coleccionar vinilos. Obviamente tengo Blue de Joni Mitchell en vinilo, tengo mucho Dylan, tengo cosas de una banda que se llama Bitch House, tengo de un grupo folk europeo llamado Beirut... ¿Lo conocés?”

Miami siempre estuvo cerca

¿Cuál es el secreto genético de los Ortega-Salazar? La actitud, el modo de plantarse de Rosario, sugiere un universo subterráneo espeso, un espíritu desasosegado que la sonrisa que se le instala semiplena y cada tanto en su boca perfecta no llega a aventar. Y el resto de los hermanos, con sus matices, andan por el mismo volcánico camino: erupción y cenizas. ¿Habrá, en el fútbol y en el arte (y en otras disciplinas), alguna ley misteriosa que determina que los hijos tienen un despliegue de talento inversamente proporcional al de sus padres? El Pipita Higuaín y el hijo del Beto Alonso (para limitarse al fútbol y no generar más susceptibilidades en el sensible ambiente artístico) abonarían la teoría. Ella se detiene en el inquietante pulso creativo de sus hermanos (Martín, Sebastián, Luis, Julieta y Emanuel), y acerca alguna explicación pero hasta ahí. “Creo que hay algo muy interesante en el sufrimiento. Y todos, cada uno de los cinco a su manera, lo podemos vislumbrar. A mis hermanos los admiro por igual, pero a cada uno por algo distinto.”

¿Cómo se hace para ser la hija de Palito Ortega? Observándolo desde afuera tu padre exhibe una personalidad enigmática: él también sugiere un universo subterráneo denso, tal vez desde otro punto de vista.

–Mi papá es un fenómeno. Es más activo que un tipo de cincuenta. Ahora va a hacer un show y a sacar un disco con canciones inéditas en un formato más country con músicos que acompañaron a Elvis en algún momento. El es básicamente un artista popular.

¿Te provoca algún tipo de conflicto aspectos de su vida, como el de la etapa de apoyo a los militares?

–Trato de no meterme mucho en eso. Yo lo veo como un padre, un padre excelente en todos los sentidos. Cometió errores como todo el mundo. Al ser alguien público esos errores estuvieron mucho más expuestos. Si sos un ídolo popular se te ve todo: lo mejor y lo peor. Reconozco que en un momento ciertas cosas me provocaron algún conflicto. También he tenido grandes agarradas con mi mamá.

¿Hay algún instante de tu vida al que te gustaría regresar?

–Yo te puedo decir que fui feliz en Miami. Viví en Miami hasta los cinco años, pero después regresé a los ocho, a los nueve, a los diez. Volvía todo el tiempo. El costadito que puedas ver más feliz de mí, viene de ahí. Estaba llena de hermanos, mi mamá, mi papá, todos estábamos bien. Vivíamos en una casa muy linda, yo era muy mimada... ¿Qué más?

¿Qué más?

–Soportar el paraíso perdido y seguir haciendo canciones.

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Imagen: Nora Lezano
 
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