Dom 23.09.2012
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TELEVISIóN > 23 PARES, LA SERIE DE ALBERTINA CARRI SOBRE UN LABORATORIO GENéTICO

Escrito en el cuerpo

Llega una nueva serie a la televisión para redoblar la apuesta en un año dorado para la ficción argentina: en un escenario inédito (un laboratorio genético), con dos protagónicos de lujo (Erica Rivas y María Onetto), un Fabián Vena demente y participaciones notables (Cristina Banegas, Romina Paula, Analía Couceyro, Sofía Gala, Daniel Fanego, entre muchos otros), los 13 unitarios de 23 pares, escritos por Marta Dillon y dirigidos por Albertina Carri, abordan la identidad, la familia y la historia reciente desde una perspectiva novedosa: la de tramas policiales y detectivescas que atraviesan el laboratorio de las protagonistas.

› Por Marina Yuszczuk

Paternidades y maternidades, herencias, filiaciones, cuerpos atravesados por la biología y por esas otras cosas tanto más complejas que son una vida compartida y una familia, búsquedas donde lo detectivesco se cruza dolorosamente, o a veces hasta con humor, con lo afectivo: alrededor de este núcleo conceptual –como si se tratara de una molécula de ADN, espiralada y abierta, llena de posibilidades– se organizan las historias y el mundo de 23 pares, el nuevo unitario que Canal 9 emitirá a partir del viernes 28 de septiembre. De uno y otro lado de la cámara el programa cuenta a su favor con un equipo que tiene el aroma irresistible del buen cine, empezando por la dirección a cargo de Albertina Carri, que brilló en Los rubios (2003), Géminis (2005) y La rabia (2008) o en cortos tan radicales como Barbie también puede estar triste (2002), y en este caso le otorga al proyecto un nivel de calidad muy superior a la media. Además, las protagonistas lo fueron también de algunas de las mejores películas argentinas estrenadas en los últimos años: Erica Rivas, ya probada como comediante de televisión en Casados con hijos, le puso el cuerpo a una madre acusada de golpear a su hijo en Por tu culpa, de Anahí Berneri (2010), y María Onetto fue un ama de casa que logra patear el tablero por ponerse a jugar en Rompecabezas, de Natalia Smirnoff (2009) y, claro, la protagonista de La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel. Ellas son Carmen y Elena, dos hermanas a las que prestan todos los matices, desde cálidos hasta terribles, de las mujeres fuertes, y el primer capítulo de 23 pares las encuentra convulsionadas por la muerte reciente de los padres, que, como señala Elena gracias a un libreto que tiene la firma de Marta Dillon (en colaboración con Alejandro Ocón y Pina Di Toto), se fueron juntos con sólo seis meses de diferencia, como los caballitos de mar. Pero Carmen y Elena, como todos los hijos, heredan, y lo que les toca en suerte es nada menos que un laboratorio de análisis genéticos.

Con una directora que algo sabe de pensar las identidades más como preguntas que como algo que simplemente se transmite a nivel molecular (y así lo demostró en Los rubios), 23 pares gira alrededor de este laboratorio que significativamente las hermanas eligen además de simplemente haberlo heredado, que hacen suyo para canalizar la pasión por ayudar a otros a escribir sus propias historias. El laboratorio será el espacio que reúna no sólo a las hermanas sino también lo biológico con lo detectivesco y lo legal (Carmen es bióloga y a veces colabora en investigaciones policiales, Elena es abogada) y que permite anudar, como señala Carmen mientras atiende a su primer cliente, el pasado con el presente y el futuro. Ese cliente es Daniel Fanego y en el primer capítulo de la serie, mientras las hermanas todavía están de duelo, llega con una vieja foto familiar a contar que hace poco se enteró de que es adoptado y busca a sus hermanos, además de que quiere saber quién es su padre biológico. Carmen sugiere, al revés de lo que se podría esperar, que el hombre se concentre primero en averiguar si sus nuevos hermanos realmente lo son y que deje para después la incógnita alrededor del padre, porque lo mejor es pensar primero qué se puede cambiar del presente y el futuro.

Así es como 23 pares sortea con inteligencia la trampa del origen, incluso en argumentos que podrían caer en el mecanicismo de origen revelado igual misterio resuelto, porque acá las preguntas se ramifican en otras direcciones. Con un pie fuerte en el presente arranca también el capítulo 3, que pone a Romina Paula en la piel de una chica que se infiltra en una agrupación neonazi para descubrir si uno de los integrantes, de 35 años, hijo de un militar y que tiene sus mismos ojos celestes, podría llegar a ser su primo. Pero enseguida comienzan el suspenso y el peligro, porque la chica no es en realidad la Mariana Shumacher que dice ser sino que su apellido es Wasserman, es judía, y quiere ayudar a su bobe (Adriana Aizenberg) a descubrir la verdad sobre el nieto que según algunos testimonios, habría nacido en la maternidad de Campo de Mayo en plena dictadura. Para eso necesitará, claro, persuadirlo de que se haga un análisis en el laboratorio de Carmen y Elena, y allí es donde toda la solemnidad y el dramatismo de la situación se descomprimen con un toque de comedia, cuando las hermanas se visten (al mejor estilo Los simuladores) de trajecitos y rodete para parecer, ellas también, nazis, y la formal Elena le dice a Carmen, que es mucho más bohemia, “es la primera vez que te veo bien vestida”.

Cada capítulo de los trece que se van a estrenar en lo que queda del año se organiza entonces alrededor de un caso, pero esos casos se viven en medio de la complicidad de las hermanas, que les agrega un toque bienvenido de humor –después de todo, Rivas y Onetto son grandes comediantes–, y entrelazados además con distintas subtramas que abren esta molécula compuesta por 23 pares. Así es como aparece la familia, desde un misterio en el pasado de la madre muerta hasta la extraña pareja que conforman Elena y su marido (Esteban Bigliardi), la locura de Gustavo, el hermano de las dos protagonistas (Fabián Vena), y la mismísima posibilidad de que ese mal se transmita a Tadeo, el hijo mayor de Elena.

No por nada la serie tiene su origen en otra familia, la que conforman Albertina Carri y Marta Dillon, unidas legalmente y mamás de un nene de cuatro años. Carri y Dillon también sostienen, como las hermanas de 23 pares, su propio laboratorio, una productora a la que con el mismo humor que puede verse en la serie bautizaron Torta y con la que hasta ahora desarrollaron proyectos como el de la serie de documentales La bella tarea, sobre partos y modos de parir dentro y fuera de las instituciones, que está a la espera de su turno de exhibición.

Y siendo como son, hijas de desaparecidos, temas como la identidad y la familia, que en el flamante unitario se ficcionalizan para el lado de la intriga y el suspenso están íntimamente vinculados desde siempre con la experiencia de las dos. “Creo que a todos los que tenemos este ‘temita’ nos ha costado convertir esa historia en algo vital, incluso en un lugar en el que queremos estar”, reflexiona Marta mientras termina de escribir el último capítulo de 23 pares. “Hace poco se encontraron los restos de mi mamá gracias ¡al ADN! Lo que parecía imposible fue cierto y eso modifica buena parte de la historia, ya no soy más hija de una desaparecida, no sólo encontramos los huesos sino la historia de sus últimos días. Más allá de lo que diga la sangre, que puede ser muy poco, es cierto que en la confirmación por el ADN hay algo que se deja de discutir o de fantasear. Mi madre estaba ahí, en ese cementerio de San Martín, la mataron tal día, incluso hay una hora y una causa: múltiples heridas de bala.” Probablemente para Dillon sea demasiado pronto para saber –si es que se puede– hasta qué punto reescribirá la historia este descubrimiento que tiene que ver con el pasado. Pero de lo que no hay dudas es de que en el presente la cuestión se resignifica en la presencia de su hijo: “También soy madre de un hijo que no tiene ningún vínculo de sangre conmigo, porque no se es hijo o madre por un vínculo biológico nada más, es una construcción cotidiana, igual que toda identidad. Digamos que lo biológico es un punto de partida, el punto cero. Después está la experiencia, el amor, el desamor, las elecciones. De poner de relieve esto se trata la serie. Entre pares armamos las familias elegidas, vínculos que se forjan en la solidaridad cotidiana y no siempre o casi nunca tienen un origen biológico común sino que se entraman con todo lo otro, lo que en definitiva somos”.


23 pares se estrena el viernes 28 de septiembre por Canal 9 a las 23.30

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