Domingo, 30 de septiembre de 2012 | Hoy
MúSICA > NITO MESTRE Y RAúL PORCHETTO REVISITAN PORSUIGIECO
En 1974, casi por casualidad, Sui Generis —Charly García y Nito Mestre—, Raúl Porchetto y León Gieco se juntaron a tocar y de esa reunión resultaron apenas unos pocos recitales, un disco y una leyenda. Con canciones memorables como “La colina de la vida”, “Quiero ver, quiero ser, quiero entrar” o “La mamá de Jimmy”, Porsuigieco duró lo que un suspiro. Casi cuatro décadas más tarde, también por casualidad, los cuatro amigos han vuelto a reunirse, aunque por ahora sólo a ver películas. “Antes nos juntábamos a escuchar discos, ahora vemos DVD”, explican Mestre y Porchetto, que han comenzado a tocar juntos, y recuerdan pasado y ¿presente? del primer supergrupo del rock nacional.
Por Sergio Marchi
Cuatro señores de más de 60 años se juntan un sábado a la noche en casa de uno de ellos para cenar entre amigos y ver algunos videos. Una actividad que no le llamaría la atención a nadie. Sin embargo, cuando se sabe que esos cuatro amigos son Charly García, León Gieco, Nito Mestre y Raúl Porchetto, la percepción del encuentro es diferente. Estas reuniones se sucedieron con cierta periodicidad en los primeros meses de 2012. Al día siguiente de la visita de Crosby, Stills & Nash al Luna Park de Buenos Aires, se propagó por Facebook una foto que mostraba a los cuatro músicos mencionados, juntos, en primera fila, disfrutando del show. Si se suman las dos situaciones, se manifiesta una extraña sensación de déjà-vu y un aroma de incienso en el aire. Algo se está gestando. O no.
Dos de esos cuatro músicos, Nito Mestre y Raúl Porchetto, decidieron unir fuerzas y salir a tocar juntos por el interior del país (su último show fue el pasado 14 de septiembre en el marco de los festejos por los 400 años de la Universidad de Córdoba). Hicieron temas propios y ajenos. Cada uno eligió lo que más le gusta del otro y lo cantaron juntos: “Sentado en el umbral de Dios”, “Y las aves vuelan”, “Rasguña las piedras”, “Algo de paz” y “El fantasma de Canterville”. No hay que esforzarse mucho para que el recuerdo de Porsuigieco flote en el aire. Es una banda tan mítica como efímera en la historia del rock nacional, que solamente dejó como testimonio un disco con enormes clásicos como “La colina de la vida”, “La mamá de Jimmy” y “Quiero ver, quiero ser, quiero entrar”, infaltables en cualquier fogón. Dadas esas coordenadas, al publicarse la fotografía de los cuatro músicos juntos, todo el mundo se preguntó si tal encuentro era simplemente una casualidad o podría derivar en algo más.
“En realidad –devela Nito Mestre–, pareció algo planeado; pero sucedió como siempre: por azar, como siempre sucedió en la corta vida de Porsuigieco. Los cuatro somos fanáticos de Crosby, Stills & Nash, y cada uno sacó las entradas por su cuenta, pero se ve que por alguna extraña razón nos ubicaron a todos juntos en el mismo sector. León y yo nos quedamos y pudimos conocer a David Crosby, y conversar un ratito con Stephen Stills. Graham Nash no apareció. Yo soy ultrafanático de Crosby, y le conté que la primera vez que le regalé un disco a una chica fue uno de The Byrds donde él había tocado. ‘¿Y funcionó?’, me preguntó. Le dije que por supuesto.”
De acuerdo con la teoría de la evolución de las especies acuñada por Peter Capusotto, el Porsuigieco es una de las más extrañas y fabulosas criaturas (mitad hombre, mitad pelo) que alguna vez haya generado el rock nacional. Fue hallada por un puestero del Parque Rivadavia en alguna fecha incierta y los estudiosos descubrieron que había sobrevivido durante tres décadas, sumergida en ejemplares de la revista Pelo, hasta que brotó como una nube de pelos al grito de: “¡Porchetto! ¡Porsuigieco!”. Llevaron al espécimen al Conicet para estudiar su extraño comportamiento, y llegaron a la conclusión de que el pobre ser había experimentado un fuerte trauma psicológico, cuando escuchó a Raúl Porchetto cantar “Bailando en las veredas”. El Porsuigieco no admite los súbitos cambios estilísticos, al parecer. “Sabía de la existencia del personaje, aunque en realidad nunca lo vi –explica el mismísimo Raúl Porchetto–. Pero Capusotto me encanta y ahora me pongo en campaña para ver la nueva temporada.”
La génesis de Porsuigieco, grupo que en verdad fue un quinteto que incluyó a María Rosa Yorio, mujer de Charly en aquel tiempo, aconteció en 1974 durante una reunión de negocios impulsada por los propios músicos. “Nosotros queríamos hacer una editorial porque nos curraban con los derechos de nuestras canciones –recuerda Porchetto–. Pero de empresarios no teníamos nada, así que conversamos un rato y no había modo de que nos pudiéramos poner en marcha con todo ese asunto legal: nos aburrimos a los dos minutos. Entonces, agarramos las guitarras y nos olvidamos del tema.” Volvieron a encontrarse una vez más y decidieron hacer un recital juntos, pero en verdad estaban fundando un pequeño mito y una fuerte alianza. Hay que recordar que los que pisaban fuerte en aquellos años eran grupos de pesado sonar: Aquelarre, Pescado Rabioso, Pappo’s Blues y Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, entre otros. Todo el frente acústico, que incluía a León y a Porchetto, fue percibido como una curiosidad o una variación menor. Hasta que llegó Sui Generis y aquello se transformó en un vendaval que indicó que los tiempos estaban cambiando a puro rasguido de acústica: 80 mil ejemplares vendidos de Vida iniciaron un nuevo ciclo de la historia. A las especies dominantes no les pareció una buena idea y los catalogaron de “blanditos”. Así quedaron divididas las aguas.
Porsuigieco fue apenas esa idea de unos recitales juntos. En el gélido invierno de 1974, a poco de la muerte de Juan Domingo Perón, sin productores ni aparatos publicitarios de por medio, ellos mismos contrataron el Auditorio Kraft, en el subsuelo de una galería de Florida al 600, y se mandaron a pegar los afiches en persona. “Charly y yo fuimos con un Mehari y el engrudo a poner afiches en Corrientes y Callao; en la otra vereda trabajaron Nito y León, que estaban a pata –se ríe hoy Porchetto–. No sabíamos si iba a ir alguien a ese recital, porque la publicidad fueron solo los carteles que alcanzamos a pegar, que no fueron muchos. Finalmente quedó gente afuera.” Gracias a ese show, Porsuigieco tuvo la posibilidad de realizar una pequeña gira por Mar del Plata, Tandil y Bahía Blanca. “Alguien consiguió una potencia –recuerda Porchetto– y conectamos un equipo que reproducía una casetera y sacamos dos parlantes cruzados por las ventanillas del micro. Así íbamos por la ruta.” El micro entraba a las ciudades con “La mamá de Jimmy” sonando al taco.
Una de las anécdotas más graciosas que Porchetto recuerda sucedió en el show de Tandil, cuando el grupo iba a interpretar su tema, “Las puertas de Acuario”. “Charly y Raúl se quedaron en el escenario para comenzar el tema –cuenta hoy Mestre–. Pero cuando arrancaron se dieron cuenta de que no estábamos. La gente se reía porque nos vio llegar a León y a mí con la escenografía a cuestas: sacamos del marco la puerta del baño de camarines y lo pusimos sobre el escenario. Hubo hasta perros en el micro.” Y como corresponde a una buena historia vivida, nadie se acuerda de nada más.
“El disco lo grabamos a los premios a lo largo de 1975 y a los ponchazos; hacíamos una sesión cada dos meses porque cada uno estaba en la suya. Nunca le dimos mucha importancia”, reconoce Nito. El álbum se editó en 1976 e inmediatamente florecieron los fantasmas, porque en la segunda tirada del álbum, apareció “Antes de gira”, una canción de Charly que reemplazaba a otra propia: “El fantasma de Canterville”, censurada por la dictadura militar (por el verso “he muerto muchas veces/ acribillado en la ciudad”). Cuatro años más tarde hubo un ofrecimiento para concretar una reunión. “En 1980, Daniel Grinbank nos ofreció un fangote de plata para una reunión, que para algunos hubiera sido una salvación –cuenta Porchetto–. Nos juntamos y no nos pudimos poner de acuerdo. Entonces, yo les dije ‘¿Vamos a comer pizza?’. Y nos olvidamos del asunto.” Hasta hoy.
El que puso en marcha la posibilidad del reencuentro de Porsuigieco fue el fotógrafo y cineasta publicitario Rubén Andón, que en 2011 decidió realizar un documental sobre la corta vida de la banda. León Gieco, Nito Mestre y Raúl Porchetto se reunieron con él. “Llegamos a un almuerzo y había cámaras por todos lados –se ríe Nito Mestre–. Le pedí que no filmáramos nada porque en realidad nadie se acordaba de cómo había sido la banda. Pero después de un rato comenzamos con las anécdotas.” Mientras el documental sigue su eterno rodaje aún hoy, sucedieron otras cosas. Raúl Porchetto grabó el tema “Bicentenario”, que compuso junto a Gieco, para su disco Dragones y planetas. León también lo quería en el suyo (El Desembarco). “Tenemos que grabarlo con los chicos”, le dijo a Porchetto. Los chicos eran Nito y Charly. Ya Raúl lo había acompañado a León a la quinta de Palito Ortega en Luján, para visitar a Charly, durante su recuperación. Era la primera vez que lo veía en muchos años. “Lo que noté en Charly apenas lo miré a los ojos es que ahí estaba Carlitos, con toda su alma: era el que yo conocí cuarenta años atrás.”
Pero Carlitos conservaba algunas viejas mañas. “Te vamos a hacer mierda el tema, Gieco”, le dijo Charly a través de Skype a León, que se encontraba en Los Angeles, intentando dirigir la grabación de “Bicentenario” para El Desembarco. Nito, Raúl y Charly pusieron sus voces en Buenos Aires. “A raíz de esa sesión –dice Nito–, comenzamos a juntarnos de nuevo, y sobre todo después de la muerte de Spinetta. Ahí nos dijimos que no podía ser que nos viéramos solamente cuando coincidíamos por casualidad.” Así se armó una suerte de cineclub que cada tanto reúne a los cuatro en el living de la casa de Nito, discutiendo por lo que verán esa noche. “Antes nos juntábamos a escuchar discos; ahora vemos DVD. Y nos quedamos charlando unas cinco horas”, dice el dueño de casa. “Cuando comenzamos, en los ’70, todos estábamos con el ego muy alto –reconoce Porchetto–. No mal, pero cada uno metido en su historia. Y ahora veo que todos literalmente estamos de vuelta, muy abiertos y con los egos bajos. Nos conectamos desde otro lugar, no nos tenemos que demostrar nada. No sólo nos queremos: nos admiramos mucho.”
Una de las anécdotas más comentadas en las reuniones es cuando Charly pidió que hicieran el tema “Bicentenario” con otro baterista, porque no le gustaba el toque del de León. “¡Boludo! Este es Jim Keltner: ¡fue el baterista de John Lennon y George Harrison! ¿Qué te pasa?”, le rugió Gieco desde la pantalla de Skype. García contestó con su inimitable estilo: “¿No ves que les trajo mala suerte? Los dos murieron. Grabemos con otro”. Curiosamente, o no tanto, uno de los DVD que más veces vieron fue el Concierto para Bangladesh, donde uno de los bateristas fue justamente Jim Keltner.
“De esas reuniones salió la idea de juntarnos con Porchetto para hacer un show conjunto –resume Nito Mestre–. Que se entienda: esto no es un mini Porsuigieco ni una nueva banda, tan sólo la posibilidad de hacer algo juntos en vivo, porque si bien yo canté en varios de sus discos, nunca hicimos algo los dos por nuestra cuenta y era una cosa que nos debíamos. Mucha gente nos pregunta si es un avance de algo, y decimos que no. Fue simplemente una reunión de dos.” “El día en que nos sacaron la foto a los cuatro juntos –completa Porchetto–, se nos acercó mucha gente, y recién ahí nos dimos cuenta de que eso era una reunión, al menos física, de Porsuigieco. Ya nos veníamos juntando por nuestra cuenta. Si se tiene que dar la reunión entre los cuatro, se dará. Nos hizo reflexionar bastante el hecho de que muchos de nuestros amigos partieron. Gente que uno quiso mucho. Y que lo que tenemos es el aquí y ahora y queremos disfrutar la relación. Cada vez que nos juntamos es fantástico: el que nos ve desde afuera debe pensar que somos adolescentes.”
Nito Mestre es más escéptico, pero también deja una puerta abierta. “Lógicamente, cuando nos hemos encontrado los cuatro, nos surgió la fantasía de una reunión de Porsuigieco y lo hemos conversado por arriba. Para poder hacerlo bien, tendríamos que encontrar un momento libre en las cuatro agendas, y hacer temas nuevos y un disco. No lo descarto; por ahora, somos Raúl y yo y cada uno mantiene su carrera funcionando. Pero en el futuro, puede ocurrir ¿por qué no?”
Un solo disco, tres recitales (más un cuarto en Punta del Este al que no fue nadie), y una leyenda, en apariencia minúscula, que en vez de extinguirse vuelve a cobrar fuerza. Mientras tanto, en un rincón del Conicet, el Porsuigieco de Capusotto les sigue arrojando objetos a los científicos que intentan reducirlo.
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