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Domingo, 27 de julio de 2003

PLáSTICA

Las dimensiones inestables

Mónica van Asperen expone fotografías, piezas de resina poliéster y obras de vidrio soplado. Entre la copia y el objeto, la reproducción y el “vivo”, el plano de la imagen y la tridimensión, su trabajo sacude una certeza tras otra hasta instalar esta saludable sospecha crítica: ¿qué diablos es una escultura?

Por Laura Isola

La invitación de Mónica van Asperen parece ser respirar y caminar al ritmo de su obra. En la entrada de la galería Daniel Maman, donde su trabajo se exhibe hasta mediados de agosto, hay un pequeño muestrario de lo que se va a ver: esculturas que devinieron fotos, vidrio trasformado en escultura, una escritura musical plasmada en una pared, sostenida por agujas y no por tiempo. La exhibición ha sido curada por Sonia Becce, y podemos adivinar que su criterio de selección también se dejó regir por el aire: entre las piezas hay el espacio adecuado para que las imágenes de pared y los distintos planos del piso donde se montan los trabajos e instalaciones puedan ser contemplados con pausa y sin prisa.

Arte y artificio
Círculo –además del nombre de la muestra– es el vector que puede organizar esta serie de trabajos a primera vista disímiles. Van Asperen exhibe fotografías, piezas de resina poliéster y de vidrio. Las fotografías forman al menos dos series: la serie de los globos amarillos y máscaras blancas (esas que se usan para perros) y la serie de la arcilla. La primera promueve la unión de los cuerpos: enlazados por los globos, un cuerpo femenino y otro masculino van formando posturas elásticas que foto a foto se tensan y se descontraen. En la segunda serie, los cuerpos han sido recubiertos de arcilla, o la arcilla rellena los vacíos que el cuerpo deja al asumir distintas posturas: unas piernas semiabiertas delimitan un triángulo de color amarronado, una espalda desnuda se empasta con barro. Son, en todos los casos, fotografías de esculturas armadas ad hoc; y aunque es el producto final, la copia papel que se exhibe deja traslucir ese doble movimiento artístico. El objeto se repliega sobre sí mismo y muestra su artificio, su factura, su terminación. Además, la arcilla modelada sobre el cuerpo es, puede ser una cita inteligente que evoca cierta concepción de la escultura: el moldeado, la forma, el cuerpo humano... Rodin describía así la Venus de Médici: “¿No es maravillosa? Confiese que nunca hubiera esperado describir tantos detalles. Observe simplemente sus innumerables ondulaciones de la depresión que une el cuerpo con los muslos. Mire todas las voluptuosas curvas de la cadera. Y ahora, aquí, los adorables hoyuelos de sus costados. Es carne de verdad. Se diría que la han modelado las caricias. Uno casi espera encontrar este cuerpo tibio al ir a tocarlo”. Las Venus de Van Asperen deconstruyen el modelo clásico sin perder sus huellas.

Soplar y hacer arte
Van Asperen, se dijo, utiliza vidrio soplado. Trabajar con esa técnica y provocar al azar son casi la misma cosa. Sólo que aquí es un azar controlado: una zona que se invoca pero se limita con cierto sentido especulativo. “ADN/DNA” –especie de pentagrama en vidrio y agujas sobre pared– y “Círculo” –vidrio en caída libre y platillos de aluminio- son la manifestaciones más acabadas de este proceso que combina lo intelectual con la inspiración-exhalación propiamente dicha. Soplar, largar el aire y liberar la materia son las actividades que reúnen a los trabajos en vidrio y dialogan, también, con los globos amarillos. Allí, el aire envasado sirve para que los cuerpos se enlacen, se enrosquen y se vuelvan uno. A su vez, la obra “Círculo” se articula en el catálogo con otras piezas, y todas reciben el nombre de “esculturas”. De ahí la pregunta que promueven los últimos trabajos de Van Asperen: ¿qué se entiende por escultura? El interrogante pierde pertinencia, a lo largo de la historia del arte, en esos momentos en que el concepto se estabiliza y convoca nombres tan dispares como el de Fidias, Miguel Angel, Leonardo, Bernini o Rodin, quizás el último gran escultor en el sentido clásico. Pero la escultura encontraría su molde y su definición también en la relación con los materiales y la representación de la naturaleza, y el modo en que esas producciones se incorporaron a la cultura precisó el quehacer específico de la disciplina respecto de las otras artes, losmodos de producción y recepción de los objetos artísticos. Así, habría quizá que repensar el concepto de escultura en otros términos; pensarla según los de John Berger, por ejemplo, como una cadena de uniones, encuentros, acontecimientos que se producen y aceptan mutuamente, de modo que la suma de todos constituye un solo acontecimiento. Aunque el acto de problematizar la identidad de la escultura forma parte del cuestionamiento con que el arte contemporáneo hace temblar al arte en general, en Círculo Mónica van Asperen lo pone en escena como una necesidad interna, íntima, de su trabajo artístico, desplegando interrogaciones y también algunas respuestas.

Círculo, esculturas de Mónica van Asperen, en Maman
(Libertador 2475). De lunes a viernes de 11 a 20, sábados hasta las 19. Hasta mediados de agosto.

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