LAS DUCHAS DE AUSCHWITZ
Vladek: No sabría describir lo que he visto. Había... todo lo que había oído, no me creía tanto como he visto allí. Era un edificio como una gran... gran panificadora (¿de ladrillo?). Con chimeneas altas alrededor... chimeneas altas y largas y chimeneas cortas, bajas. Y también escaleras para bajar. Y también a un lado, junto a las escaleras, en un lado había una rampa, si metían a gente que no puede... que no puede andar, los metían en la rampa.
Verás, funcionaba así, en Birkenau: cuando llegaba un transporte de Europa, de judíos o de otra gente que tenían que liquidar, les decían que van... que van a...
Art: Van a...
Vladek: Van a las duchas, antes que nada. Todos tienen que desnudarse. Todos tienen que tomar un jabón, no olvidarse del jabón y la toalla. Y parecía exactamente como si fueras a... a una casa... a...
Art: Las duchas.
Vladek: ... a una casa de duchas, a... Había de esos, esos armarios, todo el mundo tiene un armario y un número, se desnudaba y guardaba... pertenencias, les decían quítatelo todo, guarda todo en esta caja y ten... una toalla, un trozo de jabón y ve por ahí, a la ducha. Claro, todo el mundo lo hacía. Algunos llegaban con ahorros... Un poco de dinero, un poco de oro. Lo metían en... en la caja donde dejaban la ropa, arriba, debajo, debajo del suelo, porque estaban convencidos que regresarán... que luego, después de la ducha, lo tendrán.
Art: ¿No habían oído hablar de las duchas?
Vladek: Sí..., pero esto lo he visto cuando he venido... he visto cómo funcionaba. He oído hablar mucho, pero ahora lo he visto todo. Sólo te digo lo que he visto, lo que he pasado. No lo que la gente hablaba, rumores y demás. De allí arrancaba un corredor y entraban a la sala de duchas. Era una sala de duchas grande, muy grande, llena de... en el techo había un montón de duchas, puede que cien, puede que ciento cincuenta, puede que noventa. Del techo parecía que caía agua de las duchas. Y la puerta cerraba herméticamente. Pesaba mucho, muchísimo, y... estaba cubierta con aislante, pero cuando la gente entraba, cerraban la puerta, que tenía una ventanita en medio para mirar dentro, para ver las duchas.
Así que la gente entraba con el jabón y... y la toalla y esperaban el agua que vendrán de las duchas. Pero... no venía agua. En lugar de agua, salía gas... gas venenoso. Que los envenenaba entre media hora y tres cuartos. Y el alemán miraba por la ventana hasta que todo el mundo está muerto. Después encendían un tubo de escape para el gas... era otra máquina, lo que el tubo sacaba, por el... por una chimenea del tejado, el gas de la sala, y luego abrían la puerta. Esto no lo hacen los alemanes, lo hacen los prisioneros. Pero ellos, ellos les enseñaban. Y entonces había... eh... unos carros pequeños, donde los ponían, y toda la gente que era muerta esa vez, la ponían en los carritos y la llevaban al horno. Y el horno era una pared con hornos, pongamos que unos noventa, setenta, de setenta a noventa metros. Era... parecía un horno como que vas a meter un pato o un capón. Pero eran muy hondos, muy largos. Y a cada lado... y cada lado tenía unos veinticuatro o veinticinco hornos así. En cada horno metían dos personas. Así que toda esa gente...
(Interrupción de la cinta.)
...Llenaban los cajones con muertos. De una vez embutían... eh... digamos que cien personas... más de cien de una vez porque allí, en las... las duchas entraban más de cien, de cien a ciento cincuenta personas. Así que embutían cien personas de una vez y... empujaban los cajones y empezaban a arder. Y así todos los años... noche y día, noche y día sin parar. Hasta que... hasta..., sí, cuando terminó, cuando se han enterado de que los rusos están cerca, y quieren cerrar, quieren cerrar para que no quedará rastro; no querían dejar aquel desastre; querían destruirlo. Incluso corría el rumor de que van a bombardear todo cuando dejaran Auschwitz.
Así que se llevaron a los Klempners... los... los hombres de hojalata... Klempner es alemán. Se los llevaron a todos, a desmontar. Yo estaba junto a unas cajas grandes, cajas de madera, y nos dieron herramientas para desmantelar la maquinaria, lo que era necesario para... los hornos. Y las ma... la... la maquinaria, la maquinaria de tubos y la otra. Lo desmontamos todo y lo metimos en cajas y luego llegaron coches grandes, camiones, y lo hemos cargado en los camiones.
Esa vez, verás... Fui testigo de cómo... se construyó, se dispuso. Se dispuso así, que la gente llegaba allí, completamente segura de que van a la ducha y regresarán. Pero nunca regresaban. Y... y me contaron, allí me contaron, los que trabajaban allí, cuando los sacaban... sacaban a la gente de la cámara de gas, estaban en... así o... asá. Si alguien era bajo podía ser muy largo. Si alguien... verás, estaban...
Art:¿Deformados?
Vladek: Estaban deformados, estaban... los... los muertos eran diferentes, ¿sabes?, no eran como, como la gente que se está muriendo. Alguien tenía la... podría tener la mano más larga. Porque estaban... cuando entraba el gas, querían salvarse, no sabían qué hacer. Y empezaban a trepar... en la pared, pero no podían; tenían dedos rotos, uñas rotas. Y caían. Trepaban hasta el techo y se caían. Y así algunos millones de personas murieron allí.
LOS HORNOS DE BIRKENAU
Art: Y ¿qué pasó... la vez que contactaste a mamá?
Vladek: No sabía... sólo sabía que tu madre está en Birkenau. Sí..., era un campo de trabajo como éste. Pero allí, en el otro campo, estaban los hornos. Directo en Auschwitz... no había hornos. Los hornos eran el otro campo. Había tres o cuatro kilómetros hasta el otro sitio. Y... y he oído que está viva y trabaja allí porque...
Art: ¿Dónde? ¿Dónde te enteraste?
Vladek: Porque venía gente de allí... venían también otros especialistas (Vladek era zapatero en el campo) venían y uno... Si conocía a alguien, le pregunta. Y... y una vez fui a un sitio donde trabajaba, eran unas cuantas mujeres trabajando, y había una húngara y la miré y me pareció tan bien que le pregunté si puede hacerme un favor: “Sé que mi mujer vive y está en Birkenau. Se llama tal y cual; su número es tal. Quizá podrías encontrarla”.
Art: ¿Cómo es que sabías el número de mamá? ¿No se los dieron después de entrar en el campo, después de haberlos separado?
Vladek: No, descubrí el número porque ya sabía que está viva y tiene un número... sabía que está viva y tiene un número. Pero... yo... no me lo dijo ella; sólo tengo el número y el nombre, pero no sé dónde está. “Si la encontrarás, dile que estoy bien y vivo. Pero te daré unas palabras, una nota.” Y escribí una... pero era muy peligroso; podían matarte por eso, si mandabas una carta para pasar un mensaje. Le di... escribí unas palabras, y se la di.
Art: ¿Qué escribiste? ¿Te acuerdas?
Vladek: Sí, eh, exactamente no me acuerdo, pero, eh: “Aguanta, sé fuerte, si aguantamos quizá... quizá saldremos, lo superaremos, lo soportaremos. Inténtalo. Estoy vivo; estoy bien. La próxima vez te mandaré dos trozos de pan”. Bueno... al cabo de unos días, la chica volvió a trabajar y me trajo una respuesta.
Art: Fue muy... mmm... fue muy amable.
Vladek: Sí. Sí, fue muy, muy buena. Y... y yo tenía un trozo extra de pan y se lo di que se lo diera. Y... así fue...
Art: ¿También le diste algo a la chica que pasó el mensaje?
Vladek: No, ella no necesitaba, le pregunté si necesitaba mensaje... si necesita pan; tiene suficiente.
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