Domingo, 30 de junio de 2013 | Hoy
RESCATES > PASTORAL, A TREINTA AñOS DE LA MUERTE DE ALEJANDRO DE MICHELE
Autores de canciones clásicas del rock nacional como “En el hospicio” y “Humanos”, el dúo Pastoral fue muy exitoso en la primera mitad de los años ’70, con sus canciones frágiles y sus letras líricas, misteriosas, un poco tétricas, escritas por Alejandro De Michele, precursor local del folk melancólico e hipersensible. Pero hoy, a treinta años del trágico accidente en el que murió De Michele, de Pastoral no se consiguen ni los discos –no han sido reeditados hasta el momento y suelen aparecer, insólitamente, en ediciones piratas norteamericanas o ¡coreanas!, y a precios espeluznantes–. Sin embargo, su legado merece ser repasado. Litto Nebbia –que produjo En el hospicio–, Juan Del Barrio –ex Suéter y Spinetta Jade– y Miguel Angel Erausquin, la otra mitad de Pastoral, recorren aquella década de gloria del dúo y piensan el relativo olvido del presente.
Por Sergio Marchi
Es curioso que en este tiempo tan plagado de homenajes, reconocimientos, tributos y reversiones, haya pasajes de la historia del rock que no han sido revisados. Se entiende; es feo abrir un arcón en desuso desde quién sabe cuándo. Se juntan el polvo, las alimañas, las telarañas y quizá recuerdos que sea mejor olvidar. Sin embargo, Internet no perdona, y es en la web donde aquellos que crecieron con algunos grupos le dan rienda suelta a su nostalgia; se nuclean en grupos, en foros, en grupos de Facebook o viralizan una consigna en Twitter. Llama la atención que sean las nuevas herramientas digitales las que posibilitan la nostalgia y la mirada retro, cuando en teoría deberían forjar el futuro. Aunque también es cierto que no hay futuro sin pasado.
En la década que duró su corta vida, Pastoral dejó una marca imborrable en la historia del rock argentino. Se trató de un grupo que vendió muchos discos, muchos tickets y que se ganó el respeto de todos a pura guitarrita y armonía. Incluso de los heavy-metal. Una escena de su derrotero está situada en el Velódromo de la Ciudad de Buenos Aires. A algún cráneo se le ocurrió hacer un recital de Riff y poner a Pastoral como soporte. Contra cualquier vaticinio, las huestes del Carpo escucharon en silencio metálico las canciones del dúo, que se iba a presentar con su grupo que no llegó a tiempo: los músicos, que tocaban también bajo el nombre de Suéter en el festival de La Falda, fueron “demorados” por la policía, y no alcanzaron a tomar el vuelo.
Alejandro De Michele y Miguel Angel Erausquin salieron igual, y fueron escuchados, aplaudidos y respetados. Era la etapa new wave de Pastoral, por lo que a ver el cambio de look, Pappo le dijo a Erausquin: “¿Viste? Al final te pusiste la campera de cuero”. “Tocamos muchas veces antes que Pappo –recuerda hoy Miguel Angel Erausquin–. Los músicos no llegaron, pero le pusimos huevos y tocamos igual. Pastoral siempre le cayó bien al público heavy; mirá que hemos tocado varios años con El Reloj, con Alejandro Medina en festivales, y siempre hubo una aceptación de ese público. ¡Hasta nos aplaudían! Al día de hoy no encuentro el motivo.”
Pastoral se las arregló para tener una personalidad propia desde el comienzo. Al ser un dúo, las crónicas de la época (1973) los caracterizaron como los nuevos Sui Generis (idéntico karma compartió Vivencia), pero terminaron por ser ellos mismos gracias a las composiciones de Alejandro De Michele, oscuras, interiores, tristes, acaso mórbidas. “Alejandro no era un tipo depresivo, siempre se mostró optimista en la mayoría de las situaciones que nos tocó atravesar. Si bien es cierto que en varias de sus letras se refería a la muerte, era como parte de la vida. Creo sí, que la cercanía con la muerte era un rasgo de su estilo”, lo define su eterno compañero Erausquin.
La vida de Pastoral terminó junto con la de Alejandro De Michele, el 30 de mayo de 1983, cuando el auto que conducía siguió de largo en una curva y chocó. “Justo ese día –cuenta Juan Del Barrio, tecladista del grupo que secundaba al dúo en los últimos años–, los pastores vinieron a ver a Suéter. Alejandro se fue y se accidentó con el auto. Fue algo terrible.” Sucedió en un momento en que el rock y el país cambiaban drásticamente, y Pastoral quedó atrás. Miguel Angel Erausquin intentó como solista salir adelante, pero después se radicó en España por mucho tiempo. Suéter, con Juan Del Barrio, Gustavo Donés y Daniel Colombres (más su líder, Miguel Zavaleta), tuvo su momento bajo el sol en aquella primavera pre-democracia.
Al igual que la mayoría del rock argentino, Pastoral padeció la ignorancia de las grabadoras, que se han negado a hacer buenas reediciones con remasterización, salvo honrosas excepciones. Pero mal que mal, los discos de la mayoría de los grupos se consiguen. Los de Pastoral no, salvo que se los compre importados en ediciones extranjeras. En apariencia, el catálogo de Pastoral fue “malvendido” y hoy salen ediciones piratas desde Miami o desde Corea. La obra fue registrada para el sello Cabal y para Music Hall originalmente, y de alguna manera, el catálogo terminó en manos de Interdisc, y se presume que hoy pertenece a Universal Music Group. Extraoficialmente, se dice que esa obra no va a reeditarse por falta de interés del público. Sin embargo, un ejemplar de En el Hospicio, hecho en Canadá, se vende por 600 pesos en Mercado Libre. Una empresa, hoy misteriosamente cerrada, M2U Records Korea, ofrecía ediciones remasterizadas de Humanos y Atrapados en el Cielo, que hoy se pagan 400 pesos en el mismo sitio de compras online.
Con casi nula difusión y como único homenaje visible al dúo, acaba de terminar sus presentaciones una obra homenaje a Pastoral, con canciones y herramientas teatrales llamada In Memoriam, en el teatro El Tinglado. En base a la historia de Luis, un amigo de Alejandro De Michele y sus encuentros con él, Yamil Kadre y Martín Ezquiza repasaron los temas de Pastoral, para un puñado de viejos y nuevos fans del dúo. No es un movimiento de alta intensidad, claro. Pero también es un síntoma de algo que persiste y no es una enfermedad. ¿Tan solo el recuerdo de una banda que se rehúsa a morir? ¿O la memoria de un rock con otros valores, ante un presente sin tanto brillo?
Miguel Angel Erausquin vive actualmente en Koluel Kayke, un pueblito en la provincia de Santa Cruz, tras doce años en Río Gallegos. Después de residir en España con su esposa, Miguel Angel retornó a Buenos Aires. “Pero estuve dos meses y sentí que no era la misma ciudad donde nací y crecí; donde los códigos se respetaban, los valores eran otros y la gente estaba unida ante cualquier circunstancia. Las cosas cambian. Por cómo vimos la ciudad, decidimos venir al sur. En Río Gallegos trabajé como docente de música en la última escuela del continente: la 63 en el Barrio Belgrano. Después de la escuela, para el sur de la ciudad no había nada, salvo Cabo Vírgenes, la pingüinera y el Estrecho de Magallanes. Ahora trabajo en la secundaria 32 de Kayke.”
La amistad del dúo nació en el Nacional Mariano Moreno. Alejandro De Michele se sentaba delante de Miguel Angel, que aprovechaba que su compañero se copiaba con facilidad. “A él le gustaba Spinetta, y a mi Litto Nebbia, así que discutíamos cuál era el mejor. El primer contacto musical fue la canción de Alejandro, ‘Libertad Pastoral’; un día nos juntamos para estudiar en mi casa, me mostró el tema y naturalmente salió la segunda voz, la guitarra y la flauta en el interludio. Un compañero de colegio nos dio manija y nos decía que sonaba impresionante. Ese fue el puntapié inicial de la historia de Pastoral, en 1971.”
Dos años más tarde grabaron el álbum Pastoral para el sello Cabal. “Fue un experimento –recuerda Erausquin–. Todavía me acuerdo del Chango Farías Gómez sacando las canciones con el contrabajo. Lo grabamos en cuatro canales en el estudio de arriba de ION, no teníamos productor y por más voluntad que le pusimos se notó la falta de experiencia para hacer un buen disco.” El sello tenía, además de Pastoral, sólo dos artistas: los Huanca Huá y Edmundo Rivero.
En el Hospicio, segundo intento, no los tomó desprevenidos y Litto Nebbia fue el productor. “Ellos necesitaban un músico que arreglara un poco los temas, abriera armonías y todo eso –explica hoy Nebbia–; querían que esa tarea la hiciera alguien del rock de la época, y entonces me vinieron a buscar. Tenían las canciones de Alejandro y ese sonido vocal de dúo que ya había sido legitimado con la aparición de Sui Generis. Sólo restaba agregar algunos matices y cierto refinamiento.” “Ese disco ya fue otra cosa –asegura Erausquin–, las canciones ganaron en todo sentido, la grabación fue muy prolija y fue el primer disco que grabamos con Jorge Da Silva, técnico y persona fuera de serie.”
En el hospicio, y sobre todo la canción homónima, es el trabajo que define la estética de Pastoral y los lanza al gran éxito en 1975. A Litto Nebbia no le parece que la canción fuera depresiva. “Era sólo una canción más dentro del disco, que tuvo la suerte de quedar más pegada en la gente. La temática del hospicio, logicamente, no es exclusiva del rock; está en la primera película de Leonardo Favio y en docenas de lugares históricamente. El hospicio y los locos son temáticas bastante atractivas para el adolescente.” Erausquin, en cambio, considera que “lo opresivo fue algo adrede desde la portada, con foto de Rudy Hanak. Buscamos un sótano bien lúgubre y él sacó las fotos más oscuras que podía a través de un cristal roto. Todo el color del disco es negro para reforzar la idea”. “Me hace mal la realidad de que el perro sea perro y nada más” es una genial definición de la locura y la frase que el público más coreaba en los recitales, donde el tema cobró fuerza.
Es en esa canción donde aparece Luis, loco de Liniers amigo de Alejandro De Michele, que finalmente se volvió paciente psiquiátrico del Borda y personaje central en el repertorio de Pastoral. Inspiró tres temas: “En el hospicio”, “Atrapados en el cielo”, y “Aquí, Luis”. Pastoral tocó el pico de su popularidad entre 1976 con el lanzamiento de Humanos, acaso su mejor álbum, y 1977, que coincidió con la publicación del simple Mensaje Mágico, que sonorizó una publicidad de jeans. En ese lapso saltaron del teatro Coliseo al Luna Park. “Recuerdo estar en camarines, escuchar a la gente en las gradas, y el miedo que tenía de salir a tocar. Había una escenografía estrambótica de Juan Orestes Gatti con plásticos colgando. Lo que muy poca gente supo fue que a la hora de comenzar el baterista no había llegado. Nos queríamos morir. La gente ya estaba impaciente por la demora y no sabíamos qué hacer. Finalmente todo salió muy bien y fue muy importante para nosotros.”
Atrapados en el Cielo (1978) y De Michele-Erausquin (1979), reflejan polos opuestos de Pastoral. “El primero de los dos es el que creo que mejor suena del grupo; el otro reflejaba el desgaste de seis años de no parar de tocar y cierta falta de homogeneidad: trabajó cada uno por su lado.” Fue así como, casi sin querer, Pastoral se separó. Erausquin formó La Máscara de Menta, y De Michele se unió a Gustavo Montesano (ex Crucis) para darle forma al grupo new wave Merlín, que tras un disco se disolvió sin pena ni gloria. Miguel Angel volvió de España ya entrados los años ’80 y naturalmente se reencontró con Alejandro. “Eramos como un matrimonio, no en el sentido literal, sino que no habíamos dejado de ser amigos. Yo volví con la cabeza completamente cambiada y retomamos nuestro camino musical pero con otro sonido.”
El resurgir de Pastoral se dio con Generación (1982), y su presentación en Obras. “Salimos al escenario completamente a oscuras –cuenta Juan Del Barrio–, vestidos con mamelucos anaranjados y con linternas, porque se simulaba un nacimiento. El estadio estaba a full.” “El grupo sonaba como un huracán –afirma Erausquin–. Nos gustaba ese Pastoral, con un nuevo aire.” Pero el vuelo fue corto y terminó con el accidente que segó la vida de Alejandro De Michele. “Era un tipo con cierto ángel para componer. Desgraciadamente no pudo desarrollarse, evolucionar”, reflexiona hoy Litto Nebbia. “Alejandro era muy buena persona, muy ubicado en su rol y muy divertido. Creo que de haber seguido, Pastoral hubiera tenido un producto de mucha categoría”, confirma Juan Del Barrio. “A pesar de ser yo hijo único –concluye Erausquin–, lo recuerdo como a un hermano; forma parte de mi vida y ese sentimiento es atemporal. No sé cómo, ni con qué se mide el lugar que algo merece en la historia musical. El hecho de haber dejado esa huella en tanta gente, y que chicos jóvenes se sigan interesando en nuestras canciones a pesar de los años y las distintas realidades que marca el paso del tiempo, da una cierta tranquilidad a mi espíritu, sabiendo que nuestro paso por la vida fue positivo y que, a través de nuestra música, dejó un legado que perdura en el tiempo.”
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