ENTREVISTA > MARTíN SIVAK PRESENTA EL PRIMER TOMO DE CLARíN - EL GRAN DIARIO ARGENTINO. UNA HISTORIA.
Hace poco, el periodista Martín Sivak escribió una nota titulada “El día que Clarín silenció a The New York Times”. Detrás de lo que fue un escandalete, uno más del grupo, se encuentra la historia de una investigación sobre el periodismo de la que acaba de aparecer el primer tomo. Clarín - El gran diario argentino. Una historia (Planeta), de Martín Sivak, se remonta a los orígenes y al desarrollo histórico de un proyecto comunicacional que marcó la política argentina y lo sigue haciendo en plena disputa por la vigencia de la ley de medios. El autor cuenta en esta entrevista acerca de sus motivaciones para hacerlo, cómo encaró su investigación y los jugosos mensajes que recibe a cada momento en su celular.
› Por Angel Berlanga
Anota Martín Sivak que un columnista de Clarín le dijo que le estaba haciendo el juego al gobierno, que un veterano maestro le advirtió que muchos pensarían que detrás de su proyecto estaría Raúl Moneta y su afán por quedarse con el diario, y que una persona del oficialismo le dijo que, si planteaba los errores del gobierno en relación con Clarín, le estaría haciendo el juego a “la apropiadora”. También anota que un corporativo del Grupo le reprochó su participación en un documental sobre el diario que apareció en Canal 7 porque no había elegido un terreno neutral, y que un editor importante le indicó que ya no había margen para el ascetismo: “O se está con los defensores de la libertad de expresión o con el Gobierno”. Esas notas, que escribió para el prólogo de Clarín - El gran diario argentino. Una historia, parecen tener su continuidad con los llamados al celular que este sociólogo y periodista, estoico hincha de Independiente, recibe en el Montecarlo, el bar de Paraguay y Ravignani donde transcurre esta entrevista: coletazos de un pequeño escandalete en torno de la publicación del libro, que ya va por su segunda edición tras una primera de 5 mil ejemplares. “Durante el primer año de investigación –escribe Sivak–, este trabajo avanzó escindido de la discusión pública de la Argentina porque Clarín formaba la agenda, pero sin recibir ninguna interpelación. Desde que Néstor Kirchner empezó a repetir en actos públicos ‘¿Qué te pasha Clarín? ¿Estásh nerviosho?’, varios entrevistados preguntaron si este libro respondía a un encargo del ex presidente o a uno de Magnetto.”
“Como lector, yo quería la historia de Clarín desde Roberto Noble –dice Sivak–. A los veintiún años había leído todos los libros que se habían escrito sobre el diario, y me quedaban muchas incógnitas. Sobre todo contestar una: cómo un diario que nace tan frágil, se transforma en lo que es ahora. Pero el punto de partida no fue esto que últimamente está tan en boga, ‘desenmascarar a Clarín, contar lo que no cuenta’: creo que mi aspiración es mucho más modesta.” ¡Qué va! Si para este volumen viene trabajando desde 2005, si entrevistó a 74 personas (sobre todo periodistas), revisó 22 archivos de tres países (Argentina, Estados Unidos, Reino Unido), si se basó en una bibliografía de 240 obras, si se leyó las secciones pertinentes de la colección del diario, desde su origen, en 1945. Si lo que iba a ser un libro serán dos: este que publica ahora llega cronológicamente hasta 1982, cuando Ernestina Herrera de Noble y Héctor Magnetto decidieron sacarse de encima a Rogelio Frigerio y compañía, la muchachada del Movimiento de Integración y Desarrollo; y el segundo se publicará el año que viene. A lo que parece rajarle Sivak es a poner las cosas en angelicales o demoníacas, trac, sello para toda su historia, para todos los que pasaron por ahí. Y en lo que procura centrarse es en procesos, razones, ambiciones, intereses, roles jugados, continuidades y rupturas, sus combinaciones: el diario, sus directivos y sus periodistas, una sociedad cambiante, sus poderes políticos y económicos, sus protagonistas. Devela el otro lado del mostrador, sus mecánicas y sus motivaciones, por qué se enfatiza acá y se silencia/amortigua allá, qué intereses explican elogiar hoy una dictadura y no poder vivir mañana sin democracia. Bueno: robustecer la empresa. Por esto de la libertad de prensa, del periodismo independiente. Je jeeeeeee.
El escandalete: resulta que Sivak publicó en The New York Times International Weekly un artículo sobre los conflictos entre los grandes medios y los gobiernos en Latinoamérica, en especial entre Clarín y los Kirchner, y que Clarín decidió reemplazar ese texto por uno sobre el primer ministro serbio en la versión en español de ese suplemento, que acompaña la edición de los sábados del matutino argentino. Sivak salió a responder desde Perfil con una columna titulada “El día que Clarín silenció a The New York Times”, en la que señala que la explicación a los norteamericanos fue que se trataba “de un tema sensible”. Clarín publicó, trascartón, el texto con una nota al pie: que no “censuró” y que se trataba de “un tema local”; Sivak replicó que en otras ocasiones el suplemento sí incluyó temas locales, y que al editor del Times le hablaron de “tema sensible”. Entonces salió a responderle el Grupo, con un largo comunicado, en el que básicamente subraya su carácter de víctima del kirchnerismo y asevera que de la robustez de la empresa depende “lo que está en juego hoy en la Argentina”: la “posibilidad real de que haya medios independientes del poder de turno”. El chiste sigue funcionando. Suena el celular, Sivak atiende: el episodio tentó a medios que simpatizan con el Gobierno a consultarlo sobre el asunto. “Hasta ahora habían ignorado el libro”, dice.
“Me parece que un problema del debate actual es pensar que es poco clara cada una de las acciones de Clarín en su historia –dice Sivak–. Hay hechos poco claros, como la transferencia de Papel Prensa, pero eso sólo no explica su continuidad. Tampoco se explica sólo con el argumento de que consigue beneficios gubernamentales: es eso, pero al mismo tiempo una enorme capacidad para ampliar lectores, buscar nuevos mercados. Y además fue siempre un diario comandado por grandes políticos, Noble, Frigerio, Magnetto, con una enorme capacidad de dame y te doy con la clase política argentina. Me parece que hay muchas valoraciones morales. Es cierto que Clarín se destaca en el campo periodístico por esa capacidad para interactuar con el Estado y los gobiernos: La Nación ha tenido una posición distinta, y ni que hablar La Prensa. Pero si lo miramos en el marco del empresariado argentino, ya no es excepcional. Al contrario, es parte del empresariado, y es curioso ver cómo en ese círculo Clarín es más temido que respetado. Por razones obvias: tiene una enorme capacidad de presión a través de sus medios. Techint puede aparecer como una empresa más importante, o con mayor facturación, pero no influye a través de la fabricación de los caños sin costura, no genera agenda con eso. Por otro lado, hay como una mitología que siempre trato de cuestionar: que Clarín tira presidentes, o que no hay uno que le aguante cinco tapas. Eso nunca fue así: ni los hace, como anhelaba Noble, ni los tira. Es obvio que puede condicionar, dañar la imagen, marcar agenda, pero a ese poder sobrenatural que se le atribuye es muy difícil verlo con hechos.”
El trabajo que ha hecho Sivak es formidable: tienta a anotar que se trata de un libro vital para la historia del periodismo y, en consecuencia, para quien ejerza el oficio en la Argentina. En su primera parte, “Los años del fundador Roberto Noble”, cuenta de los bandazos ascendentes de este abogado nacido en 1902, de cómo pasó de correr por izquierda a los comunistas en su juventud a promover el golpe de 1930, del tránsito de diputado socialista a ministro del gobierno bonaerense del conservador Manuel Fresco (de simpatías y vinculaciones fascistas), de su retiro y conversión a estanciero y de su retorno al frente de un diario que “constituye una revolución en la fisonomía del periodismo popular argentino”. De los primeros años, que van a la par del primer peronismo, Sivak cuenta de una sintonía ajustada en razón de la dependencia del papel, de los favores y acuerdos con Raúl Apold, subsecretario de Informaciones, del aprovechamiento de la clausura de La Prensa para captar el negocio de los clasificados y de los viajes que Noble se mandaba, en especial uno de seis meses por Europa, con visitas al general Franco y tours por cabarets, cenas fastuosas con la nobleza, performances en bailes y derroche de galantería argentina. Cuando lo voltearon a Perón, Clarín cambió en un periquete: ¡cómo habían sufrido al tirano! Que los indemnizaran. Esa primera parte llega hasta 1969, el año en el que Noble murió, tras haber decidido desplazar de la herencia a su hija, Guadalupe (que entonces tenía diez años) y dejar el diario en manos de Ernestina Herrera. La segunda parte de este volumen, “Los años desarrollistas”, da cuenta de la llegada y la influencia de Rogelio Frigerio, de la zigzagueante relación con el último Perón y del apoyo a la última dictadura, con los beneficios de la turbia compra de Papel Prensa y el crecimiento: pasó a ser el diario más vendido del país.
“Una historia del diario tiene que ser más de lo que dice el propio diario –señala Sivak–. Al principio pensé en el estudio de las tapas, pero enseguida pasé a los editoriales, a la sección política y a otras que por momentos toman más importancia, como el suplemento económico durante el frigerismo o deportes en la dictadura, que ayuda a entender la grisura de esa redacción. Y Noble, todas sus apariciones, que es casi como un subgénero. Aparece yéndose o volviendo de viaje, en las escaleras de los aviones. O retando a duelo a los directores de La Nación y de La Prensa: le encantaba desafiar a los que lo despreciaban por recién llegado.” Sivak le baja el perfil al asunto, pero hubo algo de desafío en encarar al libro: también lo motivó que hablar de Clarín fuera tabú, o que los dirigentes políticos murmuraran que “hay que estar bien con el diario”.
“Por el modo en que quería hacerlo, sabía que ninguna editorial iba a financiar un trabajo a tan largo plazo –cuenta–. Así que empecé a barajar opciones y surgió la posibilidad de hacer una maestría y un doctorado afuera, y conseguí apoyo de la Universidad de Nueva York. Dediqué unos meses a estudiar la historiografía de la prensa en América latina y empecé por un período corto, el desarrollismo: había leído sobre eso y no me era un mundo tan ajeno, porque mi abuelo tenía una relación con Frigerio. Y ahí supe que tenía que descubrir a Noble: es notable cómo subsisten sus marcas aún hoy. Pude acceder a su archivo personal, y eso amplió muchísimo las perspectivas y las posibilidades: ahí hay documentos muy interesantes y están además los testimonios que dejaron los que él llamaba sus primeras espadas. En otro archivo, en Washington, descubrí que el mito fundacional que era aceptado por todos, que dice que vendió la estancia para fundar el diario, no es cierto: tuvo empresarios que lo ayudaron, y Fresco le dio papel a través de Cabildo. Y después, claro, tuvo el enorme mérito de haber sostenido la empresa.”
Es muy llamativa, a lo largo de la historia del diario, esa capacidad para cambiar discurso e ideología de acuerdo con la conveniencia de coyuntura.
–Diría que es un diario no ideológico. Sus lectores no esperan esa coherencia, que sí podían reclamar los de La Nación o La Vanguardia. Hasta dos días antes de la caída de Perón eran peronistas, y de repente hubo un furioso antiperonismo. Pero si ves las ventas del diario... crece, con eso.
Puntualiza Sivak que, tras conseguir el negocio de los clasificados, que le permite estabilizarse e instalar agencias, Clarín da otro salto importante durante el gobierno de Frondizi: “Ahí consigue una cantidad de créditos estatales muy importantes, sobre todo si se lo compara con otros diarios, y eso les permite conseguir Tacuarí y Piedras, la redacción propia, mayor capacidad operativa, un salto central”, explica.
¿Qué descubriste en torno de Papel Prensa?
–Quise contextualizar, salir un poco de la foto del ’76, a la que dedico muchas páginas: me interesó un poco más pensar el tema del papel en un sentido más amplio y en un sentido histórico. Noble es el primer director de diarios que vio la necesidad de crear una especie de grupo corporativo para que el Estado ayudara a los lectores de diarios; en ese momento, Argentina era el onceavo consumidor de papel en el mundo, y no producía ni una tonelada. Entonces me interesó ver ese arco, cuán importante fue el conflicto y cómo afectó al negocio que Gelbard desplazara a Frigerio y beneficiara a Graiver. La situación, en 1977, es una especie de recuperación del proyecto de Noble. Frigerio fue astuto cuando previó que el gobierno militar sólo les daría la fábrica con La Nación en el medio. Y me interesó desmontar con claridad que se trató de una transacción entre privados, el argumento central del Grupo: usé mucho la investigación del fiscal Ricardo Molinas, que ya en 1988 llegó a la conclusión de que la Junta Militar operó sobre compradores y vendedores. Cuando otros propietarios de diarios quisieron participar, los que se terminaron quedando con la empresa se negaron, y esto produjo una fractura en el campo periodístico. En cuanto al informe que presentó Moreno, mi mayor discrepancia tiene que ver con darle verosimilitud al testimonio de Lidia Papaleo, que ya otras veces había declarado y, de la nada, dice esto de ‘los ojos de Magnetto son peor que los de mis torturadores’. Y con esto no quiero minimizar lo que le pasó a Lidia, que es claramente una víctima del terrorismo de Estado. Me parece que con eso la pretensión del informe, que era básicamente meter preso a Magnetto, pierde legitimidad. De hecho, hasta ahora la Justicia no ha podido avanzar, porque es difícil mostrar un delito de lesa humanidad, y me parece que estos testimonios no suman.
¿Qué pensaste del periodismo en sí, de la práctica del periodismo, después de la investigación?
–Pensé en la larga agonía del periodismo gráfico, pero no sólo como consecuencia de los medios on line o la digitalización, que desde luego lo afecta. La persistente declinación, creo, es también resultado de empresas que invierten poco y mal y pagan peor. El conflicto político actual ha empeorado el estado del periodismo. Lo único rescatable es que, en general, la prensa ha perdido ese lugar intachable e inmaculado que supo conseguir. Debe haber pocos lugares en el mundo donde se discuta y hable tanto del periodismo y la prensa como en la Argentina.
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