ENTREVISTA > DAVID TOOP Y SU LIBRO RESONANCIA SINIESTRA
David Toop es músico, escritor y artista sonoro y, sin embargo, confiesa que quería escribir un libro sin música. En consecuencia, Resonancia siniestra es un ensayo de alguien fascinado por los sonidos pero que más bien busca indagar en los laberintos de quien escucha. John Berger, Virginia Woolf, Freud y unos cuadros que hablan son algunos de los que aquí arman una fascinante trama que busca dar el puntapié inicial para una historia del oyente.
› Por Walter Lezcano
Joseph Conrad escribió: “El poder del sonido siempre ha sido mayor que el poder del sentido”. Esta boutade tiene un dictum poderoso. Algo en la naturaleza perturbadora e inquietante de los sonidos que nos rodean tienen repercusiones insospechadas, y duraderas, sobre la psiquis de cualquier mortal. David Toop, un escritor, músico, curador y artista sonoro, siempre estuvo fascinado por el sonido: “Una línea me arroja hacia la oscuridad, una búsqueda de recuerdos que llega hasta mi propia infancia, en particular al profundo miedo a los sonidos extraños que se escuchan en los silencios sobrecogedores, aquellos que golpean en la noche”. Esta experiencia universal forma parte de Resonancia siniestra. El oyente como médium (Caja Negra), el último libro de Toop y el primero que se publica en castellano, con traducción de la escritora Valeria Meiller. En él se realiza un seguimiento del sonido (“y por sonido entiendo el continuo total del espectro de lo audible y lo inaudible, incluyendo el silencio, el ruido, el sonido implícito e imaginado”) a través de todos los territorios donde ha dejado su marca: en la mitología, la literatura, la pintura, la escultura, y la propia vida del autor, por supuesto.
David Toop, desde algún lugar de Inglaterra y antes de partir hacia Australia, respondió algunas preguntas sobre su más reciente obra.
El origen del sonido resulta indescifrable. Pero lo que sí se puede percibir, según el autor, son sus manifestaciones. La resonancia que el sonido produce a nuestro alrededor y en nuestro interior. Todas preocupaciones que Toop fue teniendo a lo largo del tiempo y lo llevaron a dejar por un momento los instrumentos y la experimentación para ponerse a escribir.
Si bien sos artista sonoro, escritor y crítico cultural interesado en estos temas, ¿en qué momento surgió la idea de escribir un libro como éste?
–Para ser sincero, es difícil recordar el punto de partida, pero sé que había empezado a recoger ideas como quien camina solo por una playa y recoge conchas interesantes. Por ejemplo, yo había estado leyendo Virginia Woolf, y desde la primera vez que me encontré con sus textos me llamó la atención la forma en que ella escribió sobre el sonido y la escucha. En ese momento hablaba un montón sobre el arte sonoro y la historia era siempre la misma: los futuristas italianos, John Cage, y así sucesivamente. Esta historia comenzó a sonarme como las lecciones que odiaba en la escuela. Entonces se me ocurrió que había otra historia del escucha de la que no se hablaba, porque estaba escondido en la literatura, la pintura y la escultura, la arquitectura, la física y la mitología. Al mismo tiempo quería escribir un libro sin música. Soy consciente de que mis libros atraen a los lectores que son fans de ciertos géneros musicales, así que ¿cómo podría yo escribir algo que pudiera interesar a una persona que no compartía mi gusto por la música, alguien a quien le gustaba escuchar, y que fue afectado por el sonido? Ese fue el desafío.
En el libro mencionás a Modos de ver de John Berger como modelo. Pero, en el título, la figura de Freud también aparece como una influencia. ¿Cuáles fueron las contribuciones de cada uno a la escritura de este libro?
–Modos de ver era un libro importante y una serie de televisión en la década del 70, ya que examinaba la manera de ver el arte en relación con el crecimiento de los medios de comunicación y la publicidad en los ’60. Me di cuenta de que no había libro equivalente llamado Modos de escuchar, y al principio eso fue lo que me propuse hacer. La descripción que hizo Berger del silencio en la obra de Vermeer fue particularmente interesante porque me hizo pensar en la representación de la escucha en la pintura. Freud, por otra parte, entró en la historia desde el principio, en parte porque hay algo extraño en la idea de escuchar a los cuadros. Son silenciosos, después de todo, y en el caso de la pintura holandesa del siglo XVII muestran un mundo que es a la vez muy familiar e íntimo, pero a distancia.
Es toda una aventura la que emprende David Toop en su intento de abordar el sonido y tratar de buscarle un significado. Es un rastreo de lo inefable que lo lleva por lugares turbulentos e inciertos. Un territorio muy poco transitado donde la búsqueda tiene partes iguales de fe, exploración a ciegas, autobiografía sonora y procedimientos científicos.
En Resonancia siniestra hacés una pregunta: “¿El sonido viene de la vida concreta, o se trata este encantamiento de una alucinación, una falta?”. ¿Cómo responder a este cuestionamiento?
–Después de trabajar en el libro empecé a visitar museos y galerías como oyente. Me formé como artista cuando era joven, pero mi concentración en la música y el sonido de alguna manera había disminuido mi capacidad de ver el arte. Paradójicamente, este enfoque “de escucha” me ayudó a ver de nuevo. También me hizo tomar conciencia de la particularidad del sonido, ese sonido que es siempre fugaz, una experiencia transitoria que no existe en ningún lugar en particular y se ha ido por el tiempo que escuchamos. En ese sentido, relacionado con el papel del sonido en la mitología, a menudo en la literatura y en el cine, el sonido no es confiable, es inestable, perturbador o mágico. ¿Es un sonido que tiene un origen real o se trata de una invención de nuestra cabeza? La audición es intensamente subjetiva. Hay un diálogo constante entre los sonidos que escuchamos del mundo a través del cual nos movemos y los pensamientos constantemente corriendo a través de nuestra mente. La otra noche escuché a las lechuzas del parque ulular cerca de mi casa. ¿Eran realmente lechuzas o simplemente quise escuchar esos búhos? No puedo estar seguro.
Hablás del sonido y del silencio como esquivos y persuasivos. ¿Es posible ver en los sonidos y el silencio una gramática, un significado?
–He leído un montón de debates recientemente donde se establecía la diferencia entre determinados géneros musicales como abstractos o conceptuales. Para mí ésa es una distinción falsa. Los significados culturales se acumulan alrededor de los sonidos, incluso en el más enrarecido de los fenómenos hay historias o asociaciones que sugieren significados inesperados para el que escucha. Ninguno de ellos es fijo. El discurso en torno de la cultura del audio y la práctica de escuchar es una cuestión de sondeo, de examinación, de jugar con los sentidos para que los nuevos acuerdos puedan llegar sin necesidad de desmontar necesariamente la experiencia subjetiva de la audición. A veces, cuando toco música, un miembro de la audiencia viene a mí después del show y me describe su experiencia como una narrativa compleja, una especie de fantasía que está muy lejos de mi intención al tocar. Lo cierto es que me impacta esa discrepancia. Al final, eso es absolutamente válido, pero al mismo tiempo les digo: mi intención no es tan clara, tan concreta. Todo el mundo tiene derecho a tener sus propias opiniones, pero hay algo que discutir en esa diferencia extrema.
En el libro hay muchos momentos autobiográficos que llevan a pensar en el acto de percibir el sonido como algo puramente subjetivo. ¿Creés que es posible enseñar a escuchar?
–Yo enseño a improvisar, que también se trata de enseñar a escuchar. Y lo que yo digo acerca de eso es que la improvisación no se puede enseñar, sólo se pueden establecer las condiciones en las que la improvisación puede suceder y luego encontrar la forma de entender y de-
sarrollar los resultados. Anoche vi una película realizada en 1930 por el gran Yasujiro Ozu. A pesar de que fue uno de sus primeros “talkies”, usó el sonido de una manera muy inteligente, que muestra escenas en las que el ruido de las máquinas era un telón de fondo constante, por ejemplo. Se podría decir que con este tipo de cosas él estaba enseñando a escuchar sin pretender ejercer la enseñanza, porque cuando la máquina suena añade un impacto emocional a la película y crea conciencia sobre el contexto social de la época sin ser explícito.
El sonido no es exclusividad de quien lo produce, ni siquiera del que lo escucha. Resonancia siniestra muestra que las expansiones y las presencias de los sonidos en obras artísticas que no incluyan instrumentos son algo real. Y en ese sentido, el libro de Toop es también uno de los modos más interesantes de llevar a cabo una verdadera lectura atenta.
Resulta interesante cómo el libro demuestra que es posible encontrar efectos de sonido en las artes visuales. ¿En qué momento comenzaste a prestarle atención a este tema?
–Creo que siempre estuve interesado en eso, pero yo no lo sabía. Sobre todo cuando era un joven estudiante de arte que estaba haciendo música y pensando en el sonido. Hubo artistas que me interesaban: artistas cinéticos como Tinguely y Pol Bury, cuyas esculturas producían sonidos. Y aun cuando yo todavía estaba en la escuela y estaba trabajando con la luz y el sonido. El gran salto fue cuando percibí el arte anterior al siglo XX como un tipo de grabación de audio. Eso se produjo poco a poco, pero realmente entró en foco cuando vi unas pinturas llamadas The Listening Housewife y The Eavesdropper de Nicolás Maes, un pintor holandés que estudió con Rembrandt. El realizó una serie de pinturas que representaban a una persona que escuchaba una situación que no podía ver. Me parecieron fascinantes: esa repercusión de lo que se oía en el lienzo era extraordinaria. Era una forma nueva para representar un sonido o escuchar el sonido, y me llevó a una exploración más profunda de los cuadros como eventos que producían efectos de sonido.
En Resonancia siniestra mencionás la obra de muchos escritores que hicieron uso del sonido como una parte importante de su trabajo. ¿Creés que éste es un aspecto que no se valora lo suficiente en los estudios literarios?
–La poesía se considera siempre por sus cualidades auditivas, pero en general creo que está infravalorado, al igual que el sonido está infravalorado en la cultura contemporánea en todo el mundo. Recientemente he estado leyendo Jane Austen, y el uso que hace ella del sonido se metió en mi mente, además de las conversaciones y esas observaciones tan suyas, y todo eso se siente tan tenso y agudo como alambres delgados que vibran con el viento.
Siendo músico y crítico, y teniendo en cuenta las nuevas tecnologías que van apareciendo, ¿encontrás que la gente le da menos importancia a la calidad del sonido?
–En la vida contemporánea, creo que va en ambos sentidos. Hay un creciente interés en el sonido, el silencio, la escucha y el ruido, pero al mismo tiempo hay un aumento de la contaminación acústica, sonidos estúpidos, insensibles usos de sonido, una falta de respeto para escuchar y una degradación del audio en la tecnología digital. Es una situación loca, una profunda contradicción, pero no atípica de otras contradicciones actuales, como que hay cada vez más gordos por comer alimentos procesados, y al mismo tiempo otras personas obsesionadas con la pérdida de peso y la salud. Vivimos en tiempos extraños.
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