Domingo, 10 de noviembre de 2013 | Hoy
MúSICA > EL HOMBRE QUE FUE CAT STEVENS TOCA EN BUENOS AIRES
Como una mujer le dijo que tenía ojos de gato, Steven Demetre Giorgiu pasó a llamarse Cat Stevens, el nombre con el que el gran mundo de la música encumbró durante los ’70 a este londinense hijo de padre griego y madre sueca, del que Charly García y Nito Mestre confesaron ser fanáticos en su momento. Pero una experiencia cercana con la muerte lo volvió a convertir, esta vez para siempre, cambiando su nombre por el de Yusuf Islam y abandonando la música, según los preceptos de su religión. Ahora que ha hecho las paces con su pasado, y el mundo parece haber hecho lo mismo con su conversión religiosa, Radar recuerda los avatares de la carrera y la vida de este autor de canciones inmortales antes de que toque por primera vez en Argentina.
Por Sergio Marchi
Nunca pidió la cabeza de Salman Rushdie, despejemos eso de entrada. Tampoco dejó de hablarles a mujeres que no tuvieran el rostro cubierto. Ni tampoco sintió satisfacción cuando aconteció el atentado a las Torres Gemelas en 2001, ni fue partidario de Hamas. Se han dicho tantas cosas sobre este musulmán de sesenta y seis años que en su site de Internet ha dedicado una sección entera a desmentirlas. Yusuf Islam tiene mala prensa, de acuerdo; con ese nombre y en tiempos en que Al Qaida se convertía en el cuco del nuevo siglo, este músico que se presentará por primera vez en la Argentina este mes tenía más parecido con un ayatolá que con una estrella de rock, pop o siquiera folk. “Mi nombre sigue siendo Yusuf Islam”, aclaró recientemente. “La decisión de usar solamente Yusuf como nombre artístico tiene varias razones: en primer lugar, la identificación personal, no política ni religiosa. Sonaba raro cuando los periodistas se referían a mí por mi apellido: leer cosas como ‘Islam dice...’, me preocupaba. Era una gran responsabilidad que no estaba preparado para asumir. Desde que comencé a hacer música de nuevo, me hacía sentir incómodo porque muchos musulmanes piensan que la música debe ser prohibida. Aunque yo sigo una línea distinta de pensamiento, no era apropiado para los periodistas escribir cosas como: ‘El nuevo disco de Islam...’ De cualquier manera, me gusta que me conozcan por mi nombre de pila; es mucho más amistoso, por lejos. Dicho sea de paso, si alguien en los viejos tiempos me llamaba “Cat”, era porque no pertenecía a mi grupo de amigos cercanos.”
Hubo un tiempo, situado en los ’70, en que el viejo nombre de Yusuf Islam se refería a una celebridad. Cat Stevens era uno de los cantautores británicos más conocidos en el mundo; sus discos reflejaban una caprichosa identidad musical que variaba disco a disco, aunque se mantenía cerca de cierta línea de música folk, con muchos arreglos, donde a veces resaltaban los teclados, y otras la guitarra. Lo que cerraba todo era la voz de Cat Stevens; un registro cálido y amistoso, con momentos enérgicos y oraciones susurradas. Había profundidad en sus canciones, aunque algunas fueron maltratadas por el tiempo y quedaron como el estereotipo del “padre que da consejos”. “Padre e hijo”, de su disco Tea for The Tillerman de 1970, fue resucitada en 1995 por Boyzone, lo que ayudó a potenciar esa emoción lacrimógena que se convierte en golpe bajo y descalificador.
El tema fue compuesto para un musical (género del cual Yusuf/Cat fue admirador incondicional) que se iba a llamar Revolussia, y mostraba el conflicto entre un padre granjero que quería que su hijo se quedase cerca suyo, y el vástago que deseaba tomar las armas para hacer la revolución. “Nunca entendí muy bien a mi padre, pero siempre me dejó hacer lo que quise”, confesó. “La canción en realidad representa a aquellos que no pudieron separarse de sus padres.” Con frases como “No son tiempos de cambiar/ relajate, tomalo con calma/ sos muy joven, ése es tu defecto/ Hay tanto que tenés que saber/ Encontrá a una chica, sentá cabeza/ Mirame: estoy más viejo pero feliz”, la canción tuvo un alto impacto emocional, aunque sus versos fueran de una disparatada sensatez. Sin trepar en ranking alguno, se transformó en el tema que identifica a Cat Stevens ante audiencias de todo el mundo. Pero... ¿quién fue realmente Cat Stevens?
La transformación que lleva a Steven Demetre Georgiou a convertirse en Cat Stevens y después en Yusuf Islam encierra la historia de un joven londinense, fruto de la cruza de un griego con una sueca, y amante de los musicales. Una novia le dijo que tenía ojos de gato y así adoptó el seudónimo que lo haría conocido. Tras la explosión beatle y unos años de residencia tocando en cafés, se le abrieron rápido las puertas, y el joven no lo desaprovechó. Tuvo un éxito menor primero, “I Love My Dog”; un hit grande después, “Matthew And Son”, y un suceso cuando The Tremeloes eligieron “Here Comes My Baby” como simple. Canciones pesadamente orquestadas en torno de un beat pop, resabio del viejo ritmo beatle, en 1967 era una fórmula que funcionaba. Cat llegó a compartir escenario con grandes de diversos estilos como Jimi Hendrix o Engelbert Humperdink. La vida de estrella le pasó una fuerte factura a través de una tuberculosis. “En el medio del siglo XX, a mí me ataca una enfermedad medieval”, reflexionó más tarde. “Me sentí al borde de la muerte, pero al mismo tiempo tenía una esperanza increíble. Traté de hacer que la situación fuese lo mejor posible. Había tenido una interrupción y eso me daba tiempo para reflexionar y decidir hacia dónde quería ir, que no era necesariamente donde mi manager quería que yo fuese.”
Estuvo tres meses en un hospital y recuperándose todo 1968. En el ínterin, compuso canciones alejadas del pop que lo vio nacer, y así logró un contrato con Island, dando paso al Cat Stevens que todo el mundo recuerda. El de “Moonshadow”, “Morning Has Broken”, “Wild World”, “The First Cut Is The Deepest” (luego un éxito para Rod Stewart y Sheryl Crow), “Peace Train”, “Oh, Very Young” y varios más. Su estilo calzaba a la perfección con la variante de cantautor que se había desarrollado en California con James Taylor y Carole King a la cabeza, que dominaba buena parte de las tendencias musicales de aquellos tiempos, más volcadas a la introspección. Stevens sacó un buen provecho de ello, y hasta cortejó a Carly Simon antes que el propio Taylor. De cualquier manera, otro manojo de preguntas comenzó a acosarlo, y prueba de ello fueron álbumes como Foreigner (1973), integrado por una larga suite, muy diferentes a la cadencia acústica de Tea for The Tillerman, que tres años antes le dio molde a su estilo de folk, un poquito orquestado, un poquito sinfónico y otro poquito caprichoso. Volvería a las formas con Buddah & The Chocolate Box (1974), muy recordado en Argentina, porque Charly García y Nito Mestre se declararon fans.
Pero Cat quebraría sus propias reglas tres años más tarde con Izitso (1977), un disco en el que dejaba las guitarras acústicas y los pianos para experimentar con los sequencers, desarrollando así el tecno-pop antes de tiempo (el tema “Was Dog a Doughnut?”, es considerado un precursor del género). Cat Stevens ya estaba inmerso en una búsqueda espiritual más profunda aún, producto de un encuentro cercano con la muerte en Malibú. Se había internado en el mar y a la hora de volver descubrió que la costa estaba muy lejos y que la marea le jugaba en contra. Desesperado, le pidió ayuda a Dios, y éste se la brindó en forma de una olita que cambió el sentido de la corriente, y le permitió llegar a la costa cuando pensó que las cartas ya estaban echadas y que su destino era dormir con los peces. Cat Stevens vio allí un mensaje, y se transformó en un sintonizador de religiones, hasta que su hermano le regaló una copia del Corán, y eso lo convirtió. Hubo un disco más, Back to Earth (1978), con un poco de sabor brasileño, y aunque su Imán le dijo que podía continuar con su carrera, Cat Stevens o, mejor dicho, ya Yusuf Islam (Yusuf es una traducción al árabe de Joseph), sintió que su religión y su trabajo entraban en colisión.
Muchas transformaciones para una sola vida fue el niño estrella que compartía cartel con Hendrix en los ’60, el tuberculoso, el trovador folk comprometido con la paz, y el musulmán acérrimo que vendió todas sus guitarras y se casó con alguien de su religión con quien tuvo cinco hijos, y el benefactor que creó escuelas islámicas en su Inglaterra natal. De no haber sido por Elton John que se excedió en el tiempo su show y lo dejó afuera, podría haber reaparecido en Live Aid en 1985. Pero Cat Stevens nunca volvió. Yusuf Islam tomó su lugar y no pisó un escenario hasta los ’90, y no grabó un nuevo disco pop (sí algunos religiosos como A Is for Allah, un álbum de canciones infantiles para niños islámicos) hasta el año 2006.
An Other Cup pasó desapercibido, pero fue un excelente disco en la mejor tradición de Cat Stevens. Hubiera sido un gran regreso de haber exprimido la mística de su viejo nombre, pero Yusuf no quería jugar sucio, tras años de aspirar a la mayor pureza espiritual. Tres años más tarde le siguió Roadsinger, que confirmó el excelente nivel de este compositor, a quien la voz se le profundizó sin perder la calidez que es su sello de fábrica, ni el tono que lo emparenta con Peter Gabriel o Phil Collins. Curiosamente, Peter Gabriel tuvo su primer trabajo como flautista sesionista en un disco de Cat Stevens. Y Yusuf regresó a un escenario de la mano de Peter Gabriel, para cantar “Wild World”, en noviembre de 2003, durante el evento benéfico 46664 en el Green Point West Stadium de Sudáfrica, celebrado por Nelson Mandela (el título del evento es el número que tenía Mandela como preso del apartheid) para concientizar sobre el avance del sida en el continente negro.
Para que Yusuf Islam pudiera volver a los escenarios, debió mediar un nuevo incidente que generó una nueva transformación en este hombre que busca la luz (divina) por todos los medios. En este caso se trató de una casualidad; uno de sus hijos, cuyo nombre artístico es Yoriyos, trajo un día una guitarra al hogar, lo que no estaba prohibido, alentado o siquiera pensado. Yusuf vendió todas sus guitarras en 1979 y no volvió a tocar el instrumento, ya que sus discos religiosos sólo requerían de su voz. Tampoco quería dar señales de “debilidad” frente a su familia, por lo que esperó una noche a que todos se fueran a dormir, tomó la guitarra de su hijo y se puso a tocar. “Fue como si nunca la hubiese dejado”, confesó. “Mis dedos sabían instintivamente donde tenían que ir y fue algo tan natural que me pareció extraño el no haberlo hecho durante tantos años.”
Su regreso al mundo de la música comercial se vio reforzado por la aparición de un DVD llamado Majikat en 2004, excelente filmación de su gira estadounidense de 1976, cuando Cat Stevens era un número de lo más taquillero. A la fecha, ha vendido unos 30 millones de discos en todo el mundo, atrayendo a las audiencias más diversas con sus canciones accesibles, esperanzadoras y pacíficas. Yusuf Islam se sintió conmovido por la aceptación y el recuerdo que sus viejas canciones solían concitar en una audiencia que parece más interesada en él que en sus pares de los ’70, probablemente porque ha permanecido tanto tiempo fuera de los reflectores. El propio Yusuf Islam había olvidado de qué se trataba Cat Stevens, lo bueno que era, y sobre todo lo moralmente correcto de sus canciones, que en todo tiempo buscaron la verdad, la iluminación y la profundidad en los sentimientos. Es decir, no había mácula en Cat Stevens, y Yusuf vio que era bueno.
Diseñó un musical basado en las más conocidas canciones de su antiguo repertorio que se tituló Moonshadow y que se estrenó, con críticas variadas, en Australia solamente. Da la impresión de que no va a llegar a Broadway, aunque sí tal vez a Gran Bretaña. También aprobó la reedición de un “grandes éxitos”, y hasta se subió a cantar “Peace Train” en un paso de comedia que compartió con Ozzy Osbourne, que insistía en interpretar su “Crazy Train” (la disputa fue sellada con The O’Jays haciendo “Love Train”). Quizás ése sea su modo de hacer las paces con un mundo que no lo trató bien en los últimos años, como cuando fue expulsado de Israel junto a su hijo cuando estaban realizando un viaje religioso a Jerusalén, por la falsa sospecha de que Yusuf era partidario de Hamas. O como cuando se le negó la entrada a Estados Unidos por ser sospechoso de terrorismo; se trataba de un homónimo con una letra de diferencia en su nombre (al año siguiente pudo entrar sin problemas).
Hombre de paz, hombre de canciones y de muchas transformaciones, la historia de Yusuf Islam es una que cuenta el derrotero de un ser humano que busca la luz interior y que no teme encarar metamorfosis radicales para encontrarla. No debería sorprender demasiado, proviniendo de un artista cuyo nombre elegido fue Cat (gato), y cuyo primer gran éxito fue una canción de amor para su perro. ¿Una contradicción? En este caso, todo un acto de coherencia.
Yusuf alias Cat Stevens presentará su Peace Train Tour en el Luna Park, el sábado 23 de noviembre, a las 21. Entradas desde $ 300.
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