Domingo, 9 de febrero de 2014 | Hoy
Música La dupla suena insólita, casi imposible: Norah Jones, delicada cantante de jazz y pop, y Billie Joe Armstrong, el perpetuo adolescente nervioso y voz de Green Day. Pero gracias a una serie de felices coincidencias, los dos artistas se reunieron y, juntos, acaban de editar un disco inesperado, hermoso, peculiar: Foreverly, homenaje a los muy influyentes pero poco reconocidos The Everly Brothers y a uno de sus discos más oscuros, Songs our Daddy Taught Us. Una colección de canciones tradicionales, muy serias y muy tristes, que además de celebrar melodías clásicas, habla de la madurez artística de dos de los artistas jóvenes más icónicos del mundo.
Por Sergio Marchi
El secreto está en la mezcla. Si el blend entre las voces no funciona, el resto es pérdida. Ese simple principio es el que más fácilmente explica el éxito artístico de Foreverly, el sorprendente disco en conjunto de Billie Joe Armstrong, el cuarentón con pinta de adolescente desprolijo y cantante de Green Day, con Norah Jones, diva del neojazz en los años 2000 y actualmente exploradora de un sombrío pop alternativo de la mano del productor Dangermouse.
Foreverly es un disco tributo, pero también una réplica del álbum homónimo que The Everly Brothers publicaran en 1958, Songs our Daddy Taught Us (Canciones que papá nos enseñó), que a su vez es otro disco tributo. De manera que Foreverly presta homenaje no sólo a The Everly Brothers, sino también a los autores originales de las canciones que lo componen. Temas tradicionales, de esos que mucha gente en Estados Unidos conoce por la repetición boca en boca, generación tras generación, pero a los que se le han perdido los autores en muchos casos: nadie recuerda bien quien los escribió, pero sí quiénes los popularizaron. Anónimo popular, que le dicen aquí.
Como movida de mercado, a priori, Foreverly desafía todas las reglas. Es un disco de canciones tan viejas que sólo podrían haberles gustado a los abuelos del público de Green Day; también es un reconocimiento a un dúo de hermanos muy venerado por los músicos y por la audiencia de su tiempo, pero que no han sido canonizados como héroes del rock y/o del pop. Pero por sobre todo se trata de la conjunción de dos artistas muy diferentes; Billie Joe, que encarna la rabia y la furia adolescentes, y Norah, que es la delicadeza en persona. ¿Quién podría haber pergeñado ese plan? ¿Uno de esos cráneos que pululan con chapa de creativos en los sellos discográficos? No. La autora de la feliz coincidencia artística fue nada menos que Adrienne, la esposa de Billie Joe: ella sugirió el nombre de Norah Jones.
“Norah y yo nos conocimos en la entrega de los Grammy hace unos nueve o diez años, y cultivamos una pequeña amistad. Desde entonces que no puedo dejar de pensar en ella”, dijo Armstrong con una picardía que motiva la risa de Jones, en un video promocional. La idea central del disco le pertenece a Billie Joe y quizás esté arraigada en una transformación necesaria que tuvo que emprender cuando perdió la chaveta en público. Fue en septiembre de 2012: pasado de alcohol, estalló ante un cartel que los organizadores de un evento le exhibieron al grupo durante un show. El letrero tenía dos simples palabras: “un minuto”. Era el tiempo que le quedaba a Green Day en su presentación como uno de los números del iHeart Radio Festival en Las Vegas. Habían llegado media hora tarde, hicieron una canción... y no les quedaba más tiempo. Rihanna se preparaba para cerrar las festividades. “¿Cómo que un minuto?”, aulló frente a cámaras Billie Joe. “¿Quién se creen que soy? ¿Justin Bieber?” Y procedió a demoler su guitarra en escena, como gesto de estrellato rockero, que denotaba un descontrol pasado de moda (pero igualmente divertido). Poco tiempo después, el site de Green Day anunció que Armstrong ingresaba a una rehabilitación por drogas y alcohol.
La suya fue una internación breve y privada, de la que después deslizaría algunos inútiles detalles a la prensa. Green Day había corrido una innecesaria maratón de grabaciones y presentaciones, a lo que se sumaban proyectos como el musical para Broadway basado en American Idiot, el aclamado disco de la banda editado en 2004. La hiperactividad le pasó factura al cantante, que después de su rehabilitación buscó la lógica calma. Y allí apareció el recuerdo de The Everly Brothers, un grupo fundamental en la historia de la música, ya que en su armonización pop residía el genoma que sería manipulado por The Beatles hasta alcanzar los resultados ya conocidos. Y no sólo Beatles, sino también The Hollies, The Byrds, Simon & Garfunkel, The Mamas & The Papas, Bee Gees y Crosby Stills & Nash, entre tantísimos nombres más. Aparecieron en 1957 y sus éxitos ayudaron a sostener a un rock menguante por la caída en desgracia de muchos de sus ídolos y, sobre todo, el servicio militar de Elvis Presley.
Los padres de Don y Phil Everly ya eran estrellas por derecho propio en Shenandoah, Iowa, y sus hijos les siguieron los pasos y aprendieron a armonizar desde la cuna. Un contrato con Cadence Records les posibilitó hacerse escuchar; desarrollaron las armonías de la música country y para estar a la moda le pusieron un ritmo rockero. “Bye bye love”, “Wake up Little Susie”, “Cathy’s Clown” y “Crying In The Rain”, entre muchos más, tapizaron su caminar con los laureles del éxito. Luego pasaron de moda y los tiempos cambiaron. Se separaron agriamente en 1973, cuando Phil destrozó su guitarra y dejó solo a Don en el escenario. Siempre se llevaron mal, pero eso no impidió una reunión diez años más tarde, y que Paul McCartney les escribiera un tema a medida (“On The Wings of a Nightingale”), que no funcionó todo lo bien que se esperaba. El circuito de oldies los vio recorrer su espinel hasta bien entrados los años 2000.
En su carrera, Songs Our Daddy Taught Us fue casi un suicidio artístico. ¿Por qué demonios dos jóvenes que arrancaron con todo, quisieron hacer un disco con temas antiquísimos que su público no deseaba escuchar? Quizá como un gesto de gratitud a su padre, aunque se supo después que fue por problemas con el sello que los tenía bajo contrato. Después retomaron su propio sonido, para alivio de todos. Pocos advirtieron que los Everly Brothers habían hecho un álbum conceptual, tal vez porque el término no había sido acuñado todavía.
Norah Jones le venía dando un vuelco a su carrera con trabajos como The Fall y Little Broken Hearts. Se despegaba así de su perfil de chanteuse jazzera y buscaba un borde más moderno y menos gentil para su música. Todo partió a raíz de su separación de Lee Alexander, el novio con el que había formado pareja, banda y hasta un proyecto alternativo llamado The Little Willies, donde Norah mostró su habilidad para cantar country. Y ese trabajo fue el que le encendió la lamparita a la mujer de Billie Joe.
En los papeles, la parejita de Armstrong y Jones parecía una unión bizarra, que daba más para un touch and go, que para un sólido matrimonio artístico. Sobre todo para ella: atendió el llamado de Billie Joe, pero cuando estaba agotada por una gira mundial y no puso demasiada expectativa en la posibilidad de trabajar con él. Pero cuando armonizaron juntos hubo magia, como en el amor. Algo inexplicable que sucede en el momento en que dos voces suenan bien al unísono. No es necesario que se trate de grandes cantantes; hasta Paul McCartney logró una hermosa mezcla vocal con su difunta esposa Linda, que no era precisamente la voz de oro. En esta ocasión, Billie Joe Armstrong empleó el registro utilizado en canciones como “Good Riddance”, de Green Day, y fue todo lo serio que no aparenta ser. Como si se tratara de una cita, Norah Jones lo googleó, y dijo que a través de su investigación descubrió “que la voz de Billie Joe tiene algo del tono rockabilly de Buddy Holly. El siempre se mostró más entusiasmado y abierto sobre el proyecto, y yo siempre tuve mis reservas. Venía de una gira muy larga y no tenía ganas de un compromiso muy intenso. El estaba relajado, yo también; entendió cuando le dije que no quería jornadas de trabajo muy largas. Nunca hice un disco en colaboración con alguien de quien no fuera súper amiga, y lo pude conocer mucho mejor. Billie Joe es súper divertido. Un proyecto paralelo como éste, terminó siendo algo aún más entretenido que cuando hago lo mío”. Lo que se dice, amor a primera armonía.
Armstrong dice que le gusta pensar este disco “como un legado; un repertorio que en su momento fue algo que el padre les enseñó a los Everly, y que ahora ellos me enseñan a mí”. La única libertad que Foreverly se toma con respecto a la de su progenitor, Songs our Daddy Taught Us, es la de cambiar el orden de las canciones. Luego lo respeta en espíritu y meticulosidad. Billie Joe es quien verdaderamente lleva la voz cantante, pero en un disco que busca recrear un disco de The Everly Brothers, la armonía es fundamental, y esa magia la provee Norah Jones de un modo exquisito. La grabación tiene esa cualidad granulosa que se hace audible en las producciones de Joe Henry (Hugh Laurie) o en las de T-Bone Burnett (Robert Plant & Allison Krauss). La instrumentación es espartana y deja espacio para que el aire haga respirar las canciones, que originalmente se grabaron con muy poca tecnología. En este caso, lo que se buscó –y consiguió con todas las de la ley– es que la tecnología no interfiriese demasiado en las canciones. Seguramente, Tex Ritter, Charlie Monroe y Gene Autry se deben haber sentido honrados con el cuidado que merecieron sus creaciones. No hay modo de saberlo. La pregunta restante es ¿qué pensarán The Everly Brothers?
Phil Everly murió en los primeros días de enero de 2014. Tenía 74 años y una enfermedad pulmonar que le dificultaba la respiración. Y lo último que escuchó fue Foreverly: “En los viejos tiempos, todo era innovación; los artistas buscan hacer algo novedoso y atractivo. Y creo que eso se mantiene vivo en gente como Billie Joe; los dos temas que escuché de Foreverly me parecieron sensacionales. ‘That Silver Haired Daddy of Mine’ la hicieron un poco más rápida y quedó muy interesante. No son temas fáciles de cantar, pero Billie Joe y Norah hicieron un trabajo increíble”. Como dato accesorio pero no anecdótico, quedó la intención de Phil de grabar su versión de “Wake Me Up When September Ends”, de Green Day. “Tiene un feel parecido al de una canción de Boudleaux Bryant”, halagó Phil Everly al tema, mencionando el nombre del compositor del primer éxito de The Everly Brothers, “Bye bye love”.
Foreverly es un exitoso juego de palabras que alude tanto a The Everly Brothers como a la eternidad, ligazón que tal vez no sea casual, ya que casi todas las canciones aluden al paso del tiempo, a la muerte, y al arrepentimiento que ya no tiene sentido. No es una unión de dos para cantarles a las flores: en Foreverly hay asesinatos, miradas brutales a la vejez, madres que mueren, padres que desaparecen, hijos en las cárceles. Canciones tristes y serias que Billie Joe Armstrong y Norah Jones cantan con la emoción justa: lo suficientemente brillantes como para que la pena no ahogue al oyente, y lo necesariamente serios para no salirse del registro de las composiciones.
“Le expliqué a Billie que si íbamos a cantar armonías teníamos que mirarnos todo el tiempo. No necesariamente a los ojos, porque yo le miraba los labios para ver cómo respiraba y dónde metía las sílabas”, declaró Norah, en lo que parece más un ritual de cortejo que una fría sesión de grabación. “Hicimos tantas canciones de The Everly Brothers, que en un momento temí que termináramos cantando los hits. Por suerte no fue así; es bueno tener un parámetro y respetarlo.” Lejos de emprender camino por el sendero de la facilidad que supondría un homenaje a The Everly Brothers con todos sus éxitos a bordo, Billie Joe Armstrong y Norah Jones eligieron un disco oscuro, con canciones llenas de añoranzas para simplemente poner en marcha el viejo arte de la interpretación y la grabación, sin trucos, sin efectos, sin artilugios. Tan solo con un micrófono bien posicionado captando la magia sin intermediaciones: dos voces que van bien juntas. Un blend imbatible.
Billie Joe resume el espíritu del álbum. “Ahora todo es tan inmediato, todo va tan rápido, que a veces perdemos el sentido de la tradición y la composición tiene que ver con eso. Me gusta eso de que ‘papá nos enseñó’: la idea de pasar la antorcha. Así como los padres se la pasaron a los Everly Brothers y ellos a nosotros, felizmente nosotros le pasaremos estas canciones a alguien más.”
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