INTERVENCIONES
Son abogados, politólogos, comunicólogos, biólogos moleculares. Tienen una doble vida: de día enseñan en la universidad, toman examen y corrigen monografías; de noche, amparados por el alias grupal de Soy Cuyano y encolumnados tras un improbable filósofo uruguayo, enarbolan irónicas banderas teatrales (“¡show académico!”, “¡pensamiento experimental!”) y desmontan los rituales del mundillo académico en performances patafísicas. Sepa quiénes forman y cómo opera el comando de agitación que hace zozobrar a los templos del saber.
Hegel encontró en el Estado el sopapo reparador que su madre nunca le dio. Si el reino de la parodia había alcanzado los ribetes más espiralados, todavía faltaban los bufones de las Altas Casas de Estudios para sacudir el acartonamiento universitario. Sobre el escenario, siete panelistas vestidos de negro contemplan a un ratón de laboratorio que corretea en una pecera ubicada en primer plano. Fe de ratas, se lee abajo. Una voz femenina recita en francés. Los micrófonos pasan de mano y se oyen los primeros soliloquios trasnochados. El banquete filosófico discurre en cuatro actos en los que los poetas-guerreros enuncian los modos de la crueldad contemporánea. Mientras un panelista se pierde en las afluencias de la opresión estatal, otro se calza un traje quirúrgico y –escalpelo en mano– amenaza con diseccionar al ratón: una parte de Despedida-sin sentido-crueldad, la última intervención pública de Soy Cuyano.
Asustate, Poe
¿Bufonada pública? ¿Gags para pocos? Así como Federico
Klemm comprendió alguna vez que su mejor obra era su propia persona,
Soy Cuyano recuperó los rituales, tics y gestos más caros del
mundillo universitario para ponerlos sobre el escenario y transformarlos en
objeto teatral.
La fatídica conflagración de voluntades proviene de formaciones
distintas: Gonzalo Aguirre y Federico Winer son politólogos; Alejandro
Marambio y Gustavo Simona, abogados; Pablo “Manolo” Rodríguez
es comunicólogo, Diego Ferreiro biólogo molecular y Diego Urribarri
productor cultural e “iletrado”. Juntos forman una suerte de cofradía
interdisciplinaria que, sin ningún saber de escenario, ideó el
“show académico” en el que exhibe y parodia la condición
pensante.
Dios, como concepto, qué bien logrado,
¿no?
Cerebros que estallan, ponencias animadas por gritos y sonidos guturales, muertos
y resucitados en escena, silencios iluminados. Recuperando, tal vez, esos momentos
efímeros de la experiencia pedagógica donde la teatralidad no
se oculta sino que acentúa su propia musicalidad, los Cuyanos proponen
deconstruir la jerga académica exhibiendo en vivo su acervo de impostaciones.
Un eximio recitador adoctrina al público en lenguas desconocidas. “¡Quelle
connerie, la guerre!” y “Muchas gracias” es lo único
que se distingue.
¿Narcisistas? ¿Pretenciosos? ¿Extravagantes? Seguramente.
A veces el dilema es entre la nada y la nada.
Soy Cuyano nació del vino. Y de la arena, ese noble elemento sin plural.
En junio del año pasado el grupo comenzó a reunirse como acto
de resistencia frente a los que optaban por la retirada. La consigna que animó
esas veladas fue: “Europa está vieja. En Buenos Aires, a la modernidad
se le ve el calzón”. La idea era crear una suerte de comunidad
de pensamiento experimental, “tratar de escribir en conjunto, buscar un
tono, vaciarnos de los vicios que traía cada uno por su formación”,
dice uno de los miembros en el backstage del último show.
Suponer un acuerdo originario tras el velo de la ignorancia como base de la
estructura de la sociedad fue dejar picando una pelota en el punto de penal
con el arquero desmayado junto a un poste. La comunidad estrechó filas
en torno de las páginas de Radiografía de la luz, la única
obra de H.M. Andrade, un filósofo uruguayo que en los ‘50 se fue
a Francia, trabó amistad con Blanchot, Deleuze y Bataille y desapareció
sin dejar huellas. De allí surgieron los conceptos de “show académico”
y “pensamientoexperimental” que después de un año
de intimidad doméstica los cuyanos decidieron poner a prueba.
El martes paso a la clandestinidad (dejo un número
de celular por las dudas).
Las fuerzas se midieron en el propio espacio de conflicto
y la convocatoria tuvo carácter compulsivo. Los alumnos de las cátedras
de “Teoría general del Estado” y “Estado y Derecho
en la posmodernidad” recibieron la citación que los conminaba a
presentarse el jueves 10 de abril en el salón verde de la Facultad de
Derecho para una conferencia sobre “Filosofía de la Angustia y
Política del Caos”. Bajo los techos de la academia, los estudiantes
debieron someterse a una caprichosa exhibición de silencios y lecturas
que no remitían a nada. Algunos tomaban apuntes. Hasta que la intervención
del físico provocó discordias. “Esto no se entiende un carajo”,
protestó alguien. “Por favor, las preguntas al final”, fue
la respuesta que recibió desde el estrado. Hora y media después,
los alumnos se retiraban sin saber exactamente qué tipo de acto habían
presenciado.
¡Hey, Modigliani, poné cara
de algo, por favor!
Envalentonados, los cuyanos no descansaron hasta contactar al único discípulo
del maestro Andrade, el uruguayo Felipe Apfelbaum, a quien invitaron para un
homenaje en presencia. Fue el jueves 30 de junio, esta vez en el auditorio de
la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. El ardid no tuvo final feliz: tras
soportar las lecturas cuyánicas y las primeras preguntas del público,
Apfelbaum se retiró del escenario sin saludar. El nuevo episodio no hizo
sino abonar la mística del grupo, que festejó la bufonada como
un logro personal.
Desde entonces, las apuestas de Soy Cuyano se hicieron más osadas. La
mayor fue cerrar The Latcrit Colloquium on International and Comparative Law,
un congreso internacional organizado por el Centro de Estudios Legales Hispánicos
y Caribeños de Miami, la Escuela de Leyes de Baltimore y la Facultad
de Derecho de la Universidad Alberto Hurtado (Santiago de Chile), entre otras
magnas instituciones. Los cuyanos presentaron “La comunidad”, una
intervención colectiva que cumplía con ciertas reglas académicas
pero incluía además sonidos grabados, ponencias abolladas y un
axolotl nadando en una pecera plantada en medio del salón rojo de la
Facultad de Derecho.
Este mes, Soy Cuyano decidió dar el gran salto: emanciparse de la academia.
La propuesta sofisticó sus modos. Ahora, además de “pensamiento
en acto”, ofrece música, guión y vértigo teatral.
El show se presentó en Uno y Medio, un bar-restó del microcentro,
y en el galpón de Interrupción. Fuera de contexto, las ocurrencias
cuyánicas perdieron la incomodidad del claustro y se festejan a modo
de espectáculo. Aun así, el grupo apuesta a que “algo”
ocurra. Si no, dicen, “se ofrecen al fracaso”. El experimento ya
tiene fans: alumnos (que tal vez busquen alguna recompensa en los parciales)
e invitados que también quisieron su momento escénico. El actor
Oscar Ferreiro ofició de espectro del Marqués de Sade con una
sonora apología sobre la crueldad, mientras que el músico Fernando
Kabusacki aceptó realizar una “zapada conceptual” a condición
de que los cuyanos renunciaran a inmolar al ratón.
Quizás en el 0-800-000-0001 esté
la solución de todos los problemas. Un Aleph gratuito.
Ahora que dos cuyanos parten a estudiar a Francia y a Estados Unidos, el grupo
quedará desmembrado. Hasta que en junio de 2004 la aventura cobre vuelo
internacional y el grupo responda a la invitación a participar del Congreso
de “Filosofía y Locura” organizado por la Universidad de
Barcelona. Allí deberán exponer y defender un hit incontrastable:
Bielsa es Sócrates.
La próxima intervención de Soy Cuyano tendrá lugar el 1º de octubre en La Casa de la Poesía, Honduras 3784, tel. 4963 2194. Informes: [email protected]
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