TELEVISIóN
Todo por que rías
La vuelta de El show de Videomatch cuando ya todos lo daban por congelado hasta el año que viene, sirve para poner al programa en su justo lugar: Tinelli ya accedió a esa categoría de divo que le permite hacer gala de un look tan excéntrico como alejado de la realidad, y su programa es una maquinaria que se apoya en los yeites de siempre para andar sola.
POR CLAUDIO ZEIGER
Hay que estar en un bodegón comiéndose una tirita de asado con vino tinto (o blanco) y ver todas las caras de los comensales apuntar al mismo tiempo hacia adelante y ligeramente hacia arriba para comprobar que el tipo todavía conserva intacto su carisma. A pesar de los años y los cambios de clima social. A pesar de los vaivenes del rating. A pesar de que los martes y los jueves debe competir con otras subculturas televisivas (CQC y Kaos, respectivamente) hoy muy en boga y que en cierto modo le han ido creando un aura de dinosaurio catódico. A pesar de seguir aferrado a viejas fórmulas e incluso haber vuelto al desgaste del programa diario, Marcelo Tinelli y El show de Videomatch mantienen esa suerte de monopolio sobre una entelequia a la que genéricamente podríamos denominar HPA: el nunca bien ponderado Humor Popular Argentino. La gastada, la imitación burlesca, los gritos de la barra, la grasada, la parodia, el chiste de muchachones de colegio, la manteada; en fin, lo mejor y lo peor de esta franja risueña del ser nacional se dan cita y se condensan en El show de Videomatch de lunes a viernes a las 23.
¿Creían que Marcelo Tinelli ya se había glamourizado del todo al calor de su productora y su fluido contacto con los Ortega & Fonzi? ¿Pensaron que iba a estirar su año sabático hasta convertirlo en un retiro de la conducción? Razones no faltaban. Se había complicado mucho la relación con Telefé, los productos de Ideas del Sur andan bien y la competencia entre Mario y Marcelo se solía inclinar hacia Mario. Pero con Tinelli sucede como con el peronismo: siempre vuelve y cuando vuelve, mantiene un caudal histórico (aunque, a diferencia de Felipe Solá, esta vez no arrasó). Tinelli se planchó el pelo. Se cambió el look (como el peronismo con Menem). Decidió salir muy bien vestido (promocionando una nueva marca de exportación) a pesar de que el resto del país no esté tan bien vestido. Lo que no hace más que confirmar su status de divo, ese título por el que tanto peleó con Susana. Y, finalmente, como todo divo, volvió al viejo instrumental que tantos buenos dividendos le dio.
Una aclaración personal: no soy de esas personas que no pueden ver Videomatch. Porque ustedes saben, o quizás a algunos de ustedes les pase esto, hay una clase de sensibilidad particular que impide ver Videomatch. Hay gente tan hipersensible frente a ese humor que se horroriza de sólo ver al Oso Arturo bamboleándose por la pantalla o al mismísimo Tinelli metiéndose un alfajor en la boca. Les da como urticaria. Yo no soy así. Yo, porque como el Heavy (la mejor novedad de esta temporada), soy jodido, si quiero, veo Videomatch y no me río. O peor: si quiero, veo Videomatch y me río. Y como soy re-jodido, lo digo con claridad: me resultan insufribles las cámaras ocultas y de paso digo que Videomatch tiene uno de los mejores elencos de actores de la televisión actual. Hechas las salvedades, retomemos el tema central.
¿Representa Videomatch el humor popular del pueblo argentino y por lo tanto se lo puede tomar como una medición del estado medio de ese Humor Popular? En gran parte, a lo largo de casi quince años, podría decirse que Videomatch lo inventó, o condensó los grumos principales de ese humor. Por eso la parodia y la burla son sus pilares. Todos sabemos que son constitutivos de lo criollo: la avivada, la picardía y sobre todo, siempre, la gastada. Lo que sí, esta vez, se nota el clima de época, ciertos desfases: hay como un tono devaluado, una resignación en el clasicismo, en la repetición, como un PUM pero para abajo.
Los concursos de imitadores y sobre todo los de actores y cómicos que hacen sus rutinas siempre le han dado buen rédito al programa. De allí han salido varios de los integrantes del elenco que aportan una ductilidad asombrosa. Este año destaca Eduardo Calvo en el rol del Heavy, un hallazgo detrás del cual se nota una buena dosis de trabajo. La popularidad que está cobrando el personaje es más que merecido. En líneas generales, esos actores que habían sobresalido el año pasado en el Gran Cuñado hacen sus rutinas detrás de las máscaras de Kirchner, Colin Powell, Bush, Baby Etchecopar, Lombardi, Aníbal Ibarra, Macri, entre otros. Y ahí suele estarel mejor momento ligado al peor final: esas caracterizaciones generalmente muy buenas o notables suelen rematarse en un chiste estilo Corona, guarango y muchas veces ya conocido.
Son de destacar también las parodias que se han hecho de programas televisivos como Resistiré, Ser urbano o Soy gitano en base a la simple fórmula de conjugar el trabajo de los actores con una buena capacidad de observar la paja en el ojo ajeno.
¿Creía usted que ya no es posible que sigan existiendo imitadores de Sandro? Sí: existen y gozan de buena salud. Y también imitadores de Elvis, de Luis Miguel, de Sergio Denis. Y también algunos más exóticos para el gusto popular como Axl Rose, Michael Jackson o el Indio Solari. Es increíble la cantidad de imitadores que hay en esta bendita tierra y en general muy buenos, a pesar de lo limitado de su arte.
No puede decirse lo mismo del hiperbizarro concurso “Cinco Minutos de Fama” merced al cual El show de Videomatch roza sus más bajos fondos: lo gracioso del caso es que cuando Tinelli anuncia con total seriedad a los que imitan sonidos de pájaros, se queman el cuerpo o inflan globos de masa, José María Listorti juega a gastarlo por lo bajo que han caído. Lo cierto es que han caído muy bajo, pero no dejan de regodearse con tanta bizarría.
La siempre difícil relación de Videomatch con la homosexualidad esta vez ha encontrado una solución ingeniosa a través del grupo folklórico Topus Cuatro, que, cual Marcha de la Comunidad GLTTB, proclama con Orgullo su grito de guerra: “Me la como, ¿y qué?”. De esta manera, haciendo gala de hidalguía y frontalidad, cualquier crítica queda congelada al grito de “¿y qué?”. Pero, en general, en el humor del programa sigue campeando ese tonito entre machista y homófobo tan marca registrada.
Lo atemperado del humor político –tema otrora comidilla de los medios sobre todo en el punto álgido de los ataques a De la Rúa– es otro rasgo de este Videomatch 2003. El nivel de caricaturización y burla ha bajado, pero la verdad es que nadie puede decir que Tinelli esté haciendo desembozado oficialismo como no es tan cierto que antes haya hecho desembozada oposición. Esta relación con la política es parte del juego: nunca la crítica es a fondo sino más bien viene por el lado del rasgo estrambótico o el tic fuera de control.
Ver por estos días la versión diaria de El show de Videomatch ayuda bastante para ponerlo en su lugar. Se vaya quien se vaya, caiga quien caiga y les vaya como les vaya, el programa que dejan es una máquina que anda sola. Las expectativas de la vuelta del programa siempre son desmedidas, pero mantiene intacto su poder de dialogar con mucha gente desde un lenguaje básico hecho de risas, burlas y esa capacidad para dar siempre en el centro del defecto que más se quiere disimular. Eso tan argentino.