Domingo, 13 de julio de 2014 | Hoy
PERSONAJES TERI SUáREZ, CANTANTE DE LE BUTCHERETTES, FANáTICA DE SYLVIA PLATH, BIKINI KILL Y VIOLETA PARRA.
Por Micaela Ortelli
La primera vez que perdió el control tenía 13 años; un compañero la había tomado de punto: la llamaba “chanchito”. Un día no lo soportó más y le revoleó la bandeja del almuerzo, que le dio justo en la cara y lo hizo caer; lo pateó en el estómago y le gritó hasta que los separaron. “No querés que te suelte a la Teri”, se empezó a decir desde entonces en los pasillos. Esto sucedió en Denver, Colorado, ciudad natal de Teresa Suárez (1989), hija de mexicanos expatriados después de sobrevivir cada uno un secuestro. Con sus dos hermanos menores, formaban una familia amorosa y sencilla, alterada de a ratos por el coqueteo con el alcohol del padre, que trabajaba de ayudante de cocina en una cárcel y murió de un infarto cerca del episodio del chico y la bandeja. Ella lo quería muchísimo, era su protegida; los mejores regalos que recuerda haber recibido fueron suyos: la entrada para las Spice Girls, el disco Get Behind Me Satan, de los White Stripes, y la guitarra eléctrica, con la que soñaba literalmente desde los diez años.
Al enviudar, la madre quiso volver a su tierra, Guadalajara. El momento también era tumultuoso entonces, bajo el mandato del turbio e impresentable Vicente Fox, con una tasa de femicidios estremecedora (los casos de la Ciudad Juárez son los más reconocidos internacionalmente) y extendida corrupción; en 2006, con Felipe Calderón de presidente, comenzó la guerra contra el narcotráfico y el nivel de violencia en el país se intensificó. Inspirada en Malcolm X, para quien el apellido no significa nada porque los verdaderos nombres de su gente fueron destruidos durante la esclavitud, Teri cambió el suyo por Gender Bender, que resumidamente vendría a ser “trans”, lo que nada tiene que ver con su gusto por las chicas o lo chicos.
Con sus pocos conocimientos técnicos en guitarra, le propuso a su amiga baterista Auryn Jolene convertirse en portavoces de la desigualdad de géneros bajo el concepto “carnicerismo”, que reniega tanto de la idea de la mujer considerada un pedazo de carne como de su afincamiento en la cocina. Así, los primeros shows de Le Butcherettes —ellas vestidas a lo Betty Draper con delantales ensangrentados— pasaron a la historia por desquiciados y viscerales: pedazos de carne con su sangre fresca, incluso la cabeza de un chancho, eran parte de la puesta. Las canciones de esta etapa están reunidas en el EP Kis & Kill (2008), que comienza lanzando consignas en castellano (normalmente canta en inglés): “El número de violaciones a mujeres y niñas en México es de 120 mil en un año. Tenemos que tener más confianza en nosotras mismas. Fácil es un adjetivo que se utiliza para describir a una mujer que tiene la moralidad sexual de un hombre. No hace falta ser anti hombre para ser pro mujer”.
Teri menciona como influencias de vida a Simone de Beauvoir y Sylvia Plath, y como referencias musicales –aunque al escucharla aparezcan antes Courtney Love y Karen O–, a las Bikini Kill y Wendy O. Williams, la cantante de la banda heavy metal The Plasmatics, que se suicidó en 1998. Pero también a Lola Beltrán y Violeta Parra (todavía no la dio a conocer pero le gusta componer en el ukelele, dice). Se siente representada por el mote de “feminista” y no cree que se contradiga con sus ganas de mostrar su propia carne, lo que a su compañera eventualmente empezó a chocarle: “Decía que me estaba apartando de los principios de la banda, cuando fui yo la que los inventé”, se defiende. La bajada de línea de la ex amiga resulta al menos curiosa, siendo que ya, entre otras barbaries, Teri había lamido manos y brazos de varios del público en plena pandemia de gripe porcina, hecho pis en el escenario y chapoteado encima, tirado un teclado que no funcionaba y lesionado a alguien entre el público, y se había estrellado en el piso en una errada zambullida. “Teri, no lo hagas más, no te querés morir y menos de telonera”, le dijo la madre al otro día. A ella le gustaría no enloquecerse –cantar y ya–, pero no lo puede evitar. Una noche en una sala precaria (batería ocupada por un misterioso enmascarado) se cortó la luz; fue a cantar con el megáfono en el medio del público y se trepó a una valla que se vino abajo. Deslumbrado, la miraba el ex líder de The Mars Volta, el muy talentoso Omar Rodríguez López, que ahora es su bajista y productor (y ella cantante en sus proyectos Bosnian Rainbows y Kimono Kult, donde también participa John Frusciante). Sin, Sin, Sin (2011), oficialmente el primer disco de la banda, no tiene la gracia de dos chicas tocando punk-rock, pero gana en calidad y complejidad; “Henry Don’t Got Love”, “Bang!” y “Dress off” son, además, rock memorable.
En este tiempo Le Butcherettes teloneó, entre otros, a Iggy and the Stooges, Yeah, Yeah, Yeahs y The Dead Weather (la banda de Jack White donde canta Alison Mosshart, de The Kills), se presentó en festivales como Coachella y consolidó su mito suburbano. En algún momento Teri también publicó un inencontrable libro de poesía y filmó un video bajo presupuesto en París que, al revés, es de muy fácil acceso. La canción se llama “Don’t Try to Fool Me” y es la historia de una pareja en conflicto (al varón lo interpreta Adanowsky, el hijo de Alejandro Jodorowsky), que se insulta y zamarrea adentro de su casa y en la calle. El detalle: ambos van completa e infartantemente desnudos.
Ahora Teri volvió a Estados Unidos: vive en Los Angeles y pasa la mayor parte del tiempo con sus compañeros de Bosnian Rainbows, a los que llama familia. Está contenida y aprendiendo a escuchar a los demás, asegura. En mayo, con nueva baterista mujer, salió el segundo disco de Le Butcherettes, Cry Is for the Flies, que incluye un poema de Henry Rollins (Black Flag) recitado por él mismo, llamado “Moment of Guilt”, y un gran tema en colaboración con Shirley Manson, “Shame, You’re All I’ve Got”. Musicalmente, mientras más presencia gana Rodríguez-López en los arreglos, más se aleja la rústica garajera del comienzo. Pero eso, lejos de generar nostalgia anticipada, es de lo más entendible: al fin y al cabo, además de todo el derecho a producirse, Teri apenas tiene 25 años y ya demostró ser una de las mejores badass de su generación. Además es latina, y hoy más que nunca la sangre tira.
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