Domingo, 31 de agosto de 2014 | Hoy
TEATRO En el marco de los setenta años del Teatro San Martín se estrenó un biodrama de Vivi Tellas muy particular aun dentro de las peculiaridades del género que supo llevar adelante con fervor. Las personas trata acerca de las vidas de técnicos, escenógrafos, vestuaristas, iluminadores, acomodadores, entre otros trabajadores de detrás de escena, en una original forma de tratar los límites –literalmente hablando– del teatro, la fricción entre actores y no actores.
Por Mercedes Halfon
Doce años después, Vivi Tellas regresa al Teatro San Martín. En ese entonces fue La casa de Bernarda Alba, con elenco multiestelar y escenografía de Guillermo Kuitca. Hoy es una obra de espacio desmontado y donde leyendo el elenco no conoceremos a ninguno de sus protagonistas. ¿Qué pasó en el medio? No pocas cosas. Fundamentalmente la creación del biodrama –género y término– que esta directora acuñó y profundizó desde aquel momento. Durante los dos mil (¡qué raro es llamar así a una década!) se estrenaron en el Teatro Sarmiento, curado por Tellas, quince biodramas de directores diferentes. Quince obras referidas a historias de vida auténticas. Era el inicio de los realities televisivos en Argentina y esa revolución podía ser pensada a través del teatro. Las obras versaron sobre vidas de lo más disímiles: celebridades de las artes plásticas, maestras rurales, inmigrantes, familias de clase media, actores que fueron campeones de squash, parejas de amos y mascotas, niños de once años y hasta tres personas desconocidas entre sí. Fue una suerte de ola que inundó nuestro teatro, convirtiéndose en mucho más que un conjunto de piezas que llevaron al género como título. El biodrama es hoy ya un sustrato, una ampliación de las formas de imaginar la ficción en el teatro a nivel global que fue iniciado en Buenos Aires por esta directora.
Las personas, la obra que la trae de vuelta a la mítica calle Corrientes, es también un biodrama. Como lo fueron Tres filósofos con bigotes, Escuela de conducción, Mujeres guía y Disc Jockey. Como lo fue también en parte su Proyecto Archivos, con el que hizo Mi mamá y mi tía y Cozarinsky y su médico. Pero esta nueva obra tiene como eje no-ficcional nada menos que un teatro. Y esto trae nuevos interrogantes. Sin mencionar el hecho de que el teatro que explora es el más emblemático de Buenos Aires: el Teatro General San Martín. El Estado, los clásicos, Alfredo Alcón, el sindicato, la Historia y los oficios, se cruzan en esta pieza.
Doce años es bastante tiempo. Atrás quedó su adaptación del clásico La casa de Bernarda Alba en la sala Martín Coronado, con grandes actrices haciendo los papeles de su vida. Como decíamos, Tellas se abocó a la teatralidad de los no actores, a la ficción de los mundos no ficcionales. Pero, en sus últimas obras biodramáticas, la vuelta parece –de tan completa– estar devolviéndola a un punto de partida, aunque –claro– desde un lugar distinto. Primero Maruja enamorada, estrenada a fines del 2013, contaba las historias de amor de Maruja Bustamante, una directora teatral de lo mejor de las nuevas generaciones. Era una obra surgida del encuentro explosivo entre estas dos fuertes mujeres. Ellas dos, en sus similitudes y oposiciones, eran un cóctel delicioso. Uno podría preguntarse, viendo “actuar” a Maruja: la vida de director de teatro ¿no tiene algo de por sí teatral?
En Las personas pueden observarse unas inquietudes similares. Se trata de una pieza documental sobre los trabajadores del San Martín. Un biodrama que incluye personas con un vínculo estrecho con “las tablas”, un contacto directo y material. Nuevamente la búsqueda de mundos “no ficcionales” para teatralizar no la han llevado a un espacio completamente exterior al teatro –como podrían ser los instructores de una escuela de educación vial o unos filósofos– sino a un lugar de borde mismo entre lo escénico y lo no escénico. Como si en sus últimos dos biodramas se tratara de abrir el plano para ver lo que quedaba afuera de las luces del escenario. Sin irse completamente afuera del teatro.
Hay algo particular en los no-actores protagonistas de Las personas: rodeados de actores, ellos son los que no actúan. Son los más no-actores de todos. Y lo que harán será invertir este signo y así dejar entrar las historias que cargan a cuestas. Veintidós personas: técnicos, escenógrafos, iluminadores, acomodadores, escultores, vestuaristas, utileros, periodistas de la revista del teatro, diseñadores de programas de mano, empleados de recursos humanos. Todos ellos cuentan al público su relación con esa mítica institución y algún destello de su anecdotario personal. Como Natalia Villalba, una acomodadora que hace 19 años que trabaja en el San Martín, lo que muestra es la foto con su pareja el día en que su hijo recibió el primer DNI generado en un matrimonio igualitario. O Aníbal Duarte, el jefe de vestuario, que muestra los trajes hermosos que realizó y narra el día en que se quedó sin palabras frente al cuerpo desnudo de la bailarina Milena Plebs. También escuchamos y vemos a Rina Gabe, jefa de Técnica, una señora bajita, canosa y vestida de un modo extravagante, que trabaja en ese área desde hace 26 años. Cuenta las miles de veces que tuvo que sacar papas del fuego, el día que mandó a traer unos ratones en remis para una obra de Pina Bausch. Gajes de un oficio.
La obra se estrena en el marco de los festejos de los 70 años del TGSM. En medio de reformas edilicias, una programación errática y páginas de Internet juntando firmas para que se reabra la Sala Lugones. Es un momento particular el del estreno de Las personas. Si bien es parte del homenaje, es a su vez una rareza en la programación de este teatro mítico. Nada más lejano a la monumentalización, al gesto solemne, que este biodrama. Por eso, como homenaje, no podría ser mejor.
Vivi Tellas escribe en el programa de mano: “Esta obra está tan distanciada que son los mismos trabajadores quienes toman el escenario (algo así diría Brecht). Con el estreno de Las personas se inaugura un nuevo género teatral, el teatro tomado”. Sin embargo, más que distancia lo que percibimos viendo la obra es una cercanía. Un contacto con la humanidad que posibilita la existencia del espectáculo. Los que nunca se ven, los que fabrican la escena detrás de escena. Si el teatro puede cambiar la vida de los espectadores, ¿cómo no va a hacerlo con los que trabajan y ven una y otra vez las obras ahí? ¿Y no es esa transformación la más bella obra posible?
Las personas puede verse en la sala Casacuberta del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530. Martes a las 20. Entrada: $ 30.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.