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Domingo, 31 de agosto de 2014

ASÍ EN LA VIDA COMO EN EL CINE

FAN Un cineasta y dramaturgo elige su película favorita: Alberto Rojas Apel y I Heart Huckabees, de David O. Russell

 Por Alberto Rojas Apel

Durante toda mi vida me fui cruzando con diferentes películas que me gustaron más o me gustaron menos. Como si yo mismo fuese un festival de cine, tengo mi sección de películas internacionales, de películas nacionales, de películas viejas. Pero hay una que, para mí, está fuera de competencia. No me importa si es excelente o si es pésima, lo importante es que marcó un antes y un después en mi apreciación cinematográfica. Esa película es I Heart Huckabees, de David O. Russell. No es una película muy vista, se puede alquilar o ver en cable con el horrible título de Extrañas coincidencias. Tiene un elenco increíble: Jason Schwartzman, Dustin Hoffman, Isabelle Huppert, Mark Wahlberg, Naomi Watts, Jude Law y Lily Tomlin. Pero eso, más allá del placer de ver buenas actuaciones, no me significa demasiado. Quizá debería hacer un breve resumen de la historia para hacerme entender. La trama arranca cuando un personaje, poeta mediocre y defensor de los espacios verdes, acude a la oficina de unos detectives existenciales. Sí, detectives existenciales. El personaje está en una crisis interna, preguntándose si su vida, sus acciones y sus creencias tienen algún sentido, alguna importancia en el imperturbable avanzar del mundo. Estos detectives lo investigarán en su cotidianidad y tratarán de darle una perspectiva más clara del asunto. Ellos opinan, a grandes rasgos, que todo importa, que todo está relacionado, que cada decisión nuestra está unida a todas las decisiones de los demás, que formamos parte de algo indivisible. Nuestro personaje, en el camino, se encuentra con otra gurú, en este caso francesa, mucho más nihilista en su visión. Para ella nada importa, todo es caos, y hay que bancársela. Mientras la historia transcurre, el personaje se irá debatiendo entre estas dos maneras enfrentadas (o no tanto) de entender el universo.

La película es una comedia con toques absurdos y toques fantásticos. Pero, sobre todo, es una comedia existencialista. No sé si este género existe, o si tiene más representantes. Ojalá que sí. La comedia es un género bastardeado, y el fantástico también. Que una comedia fantástica llegue a estos niveles de profundidad filosófica es algo visto muy pocas veces.

A mi entender estamos frente a una muy buena película. Pero “muy buena” en cuanto a bondad, no a una evaluación crítica de la utilización del lenguaje cinematográfico. Eso me importa muy poco en I Heart Huckabees. Es buena porque la trama avanza y nos va presentando diferentes personajes, casi opuestos algunos, pero todos con planteos existenciales igual de graves. No hay buenos ni malos, hay diferentes realidades, diferentes preocupaciones y diferentes puntos de vista. La película no juzga, humaniza, une a todos sus seres en sus dudas sobre el cómo y para qué vivir. No hay nadie que no tenga preguntas al respecto. Y la película intenta arriesgar una hipótesis esperanzadora, aunque no naïf.

¿Por qué esto fue tan importante para mí? Me parece que vi la película en un momento en el cual las mismas preguntas que tenía el protagonista las tenía yo. ¿Había elegido bien mi carrera? ¿Servía para algo ser guionista o dramaturgo? ¿Mi existencia era significativa en algún sentido, aunque sea mínimo? Nunca pensé que una comedia yanqui fuera a intentar responder todo eso, nunca pensé que el cine podía servir para eso. Pero Huckabees hizo eso y un poco más.

Hasta ese entonces el placer de ver películas se limitaba al placer de ver a genios de la imagen o de la estética narrando historias en las que era muy usual agarrar por el lado de la crueldad, porque eso era mucho menos grasa. Pero siempre había una evidente necesidad de señalar los errores del mundo y erigirse como un crítico iluminado. Con Huckabees entendí que podía haber otra manera de entender el arte. Un arte que no buscaba la genialidad, pero sí buscaba la bondad. Y eso marcó el inicio de un período distinto de mi vida en relación con las películas, un período que todavía continúa. Hoy ya no me interesa pasar dos horas viendo lo genial que es tal director y su modo crudo de mostrar la violencia, por ejemplo. Prefiero ver una película que trate de mostrar una salida, aunque su calidad sea inferior. Prefiero acercarme a gente copada y buena onda que a genios oscuros y enroscados. Hoy por hoy me encuentro más afín con esa forma de entender el sentido del arte. Elijo a los artistas humildes y generosos, que pretenden darme placer al compartir su manera benévola de ver el mundo.

Pasar un buen momento viendo una película o una obra de teatro, emocionarse, conmoverse, es, para mí, un valor fundamental. Y no lo era antes de Huckabees. Por eso está fuera de competencia. Por eso soy fan.

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