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Domingo, 31 de agosto de 2014

MI HIJO EL FREAK

EVENTOS Cultura freak, nerd o geek. Comic, juegos de roles, videogames. Harry Potter o hobbits tomados como objeto de análisis a la manera en que la revista Tel Quel se enamoraba en los años sesenta de las novelas de Robbe-Grillet o Michel Butor. Un aire de exploración está atravesando ciertos ámbitos académicos –sobre todo ligados a las humanidades y la teoría literaria–. Sin ir más alejos, acaban de concluir El Frikiloquio, Primer Congreso de Humanidades y Ciencias Sociales sobre Culturas y Consumos Freaks, y las jornadas “Mundos ficcionales y teorías de la ficción” organizadas por el Grupo Luthor. Un cruce estimulante entre lo serio, lo divertido, lo popular y lo extraño.

 Por Fernando Bogado

Cualquiera que haya pasado el sábado 23 de agosto por la sede de la Facultad de Filosofía y Letras ubicada en 25 de Mayo 211 habrá pensado que ahora uno de los espacios más viejos de la academia nacional estaba siendo utilizado como sede de una convención de historietas y fanáticos de la denominada cultura freak, o nerd, o geek. Las pruebas eran claras: hombres de un lado a otro descalzos, enfundados en el outfit semiveraniego de un hobbit, una nena pelirroja de trenzas y vestido renacentista paseando por las mesas, casi de la misma altura que el pequeño Darth Vader que había desfilado su lado oscuro días atrás por los pasillos del Centro Cultural Paco Urondo (ubicado en la planta baja de la renovada sede de Filo), etc. Pero claro, faltaba un detalle para entender lo que pasaba: los curiosos que entraron pensando que tendrían que recorrer una vez más atiborrados pasillos en busca de la historieta que les faltaba descubrieron que lo que había en realidad eran charlas, mesas de debate y presentaciones que tenían que ver mucho más con el clásico aparato de un congreso académico que con la lógica de una convención. Con un poco de ambos mundos, el Paco Urondo se convirtió en el espacio físico donde tendría lugar el Frikiloquio, primer coloquio de humanidades y ciencias sociales sobre culturas y consumos freaks, un espacio en donde los fanáticos y usuarios de comics, cine, juegos de rol, videojuegos, series de animación, cosplay, literatura fantástica y de ciencia ficción y tantas, tantas cosas más podían reunirse para debatir en términos teóricos sobre una desmedida pasión. Y lo interesante era el sutil cambio de perspectiva: ya no había que hablar de esos objetos desde una clave que reúna datos relacionados con el fin último de su más “nerdo” amor, sino que podían hacerlo desde una perspectiva teórica que avanza sobre esa pasión, juntando dos amores en uno: el que se tiene por el discurso académico y el ficcional.

POCO SERIO

“En estos últimos días nos encontrábamos siempre con la misma pregunta”, recuerda Sebastián Goyburu, estudiante de filosofía en la UBA y miembro del comité organizador, unos días antes que el Frikiloquio tenga lugar. “La pregunta era: ‘¿Cómo manejan la distancia de vida que debe tener el académico con respecto a su objeto de estudio?’, y lo que planteamos es que no necesariamente es productiva esa separación. Nuestra manera extraña de comportarnos tiene que ver con el entusiasmo y el exceso de significado que le ponemos a aquello que nos gusta. Lo que trabajamos, en definitiva, son objetos de consumo masivo, no son particularmente extraños. Lo que nos diferencia es el entusiasmo que le ponemos a ello. Ese entusiasmo ayuda a una profundización y crea un exceso de sentido: cuando uno se entusiasma y deja que ese entusiasmo le invada su práctica académica, le hace ver cosas que no necesariamente estaban a primera vista en ese objeto de consumo cultural.”

Novedad, entusiasmo, academia: las tres líneas se cruzan en una propuesta que hasta los mismos organizadores saben que es inaudita. Pamela Gionco, egresada de la carrera de Artes Combinadas de la UBA, también parte de la comisión organizadora del encuentro, agrega con respecto a la variedad de objetos culturales que se pueden encontrar mencionados en el programa del coloquio: “Estos son los consumos que tenemos nosotros. Eso de que somos recientes graduados, bueno, mucha de la gente que está presentando material para este coloquio lo está presentando por primera vez. La otra cara de la moneda es que muchas de las firmas de académicos que avalan el encuentro nos decían que si ellos presentaban un trabajo como los del Frikiloquio en sus primeros años como profesionales, ya no podían trabajar más para la academia. Perdían seriedad. Vamos a tener una conferencia de Fabiola Ferro sobre cultura popular, pero cuyo objeto es Sailor Moon, o vamos a tener un workshop del profesor Armando Capalbo que trabaja sobre teorías conspirativas, algo que es mirado con cierto desprecio por la academia, y los dos son notables profesionales en sus respectivos campos de estudio”.

LA VENGANZA DE LOS NERDS

¿Qué pasa, entonces, para que este tipo de encuentros tenga lugar, para que estos objetos se corran de la usual perspectiva que muestra una distancia entre beligerante y descalificadora con respecto a los productos de la llamada “industria cultural”? En principio, el primer comentario que se puede hacer al respecto es señalar la distancia generacional: muchos de los profesionales que están empezando a realizar sus primeros pasos académicos sin necesidad de esperar una calificación que les vaya “señalando” el camino, que los vaya “corrigiendo”, parten desde un punto de vista que no conserva esos mismos prejuicios y que, al mismo tiempo, les permite ofrecer una postura crítica. “Venimos de una línea muy frankfurtiana, que considera que todo producto de la industria cultural es el diablo”, agrega Goyburu, “que está mal, y que la producción del objeto condiciona completamente su lectura, postulando que la única condición para estos objetos es la relacionada con la construcción industrial sin haber ningún tipo de mediación por parte del espectador. Es un dato esto de la industria cultural, pero no necesariamente es un problema. Los trabajos que se presentan en el Frikiloquio muestran que también las lecturas de estos productos culturales abren un espacio de resistencia, lecturas de resistencia.”

Al mismo tiempo, las perspectivas del mundo más allá de la academia con respecto a la denominada “cultura freak” ha cambiado notablemente en los últimos veinte años. Lo que antes se podía considerar un bien que tenía como espectadores a un grupo particular de consumidores –lectores, usuarios, etc.–, pasó de tener una circulación alternativa a convertirse en el mainstream, copando lugares impensados como la televisión (en donde el nerd deja de ser el personaje simpático que cierra con un remate para devenir en protagonista: vean si no, The Big Bang Theory), los dramas que escenifican complejos temas políticos (Games of Thrones puede ser entendido como el sucio juego de la política con dragones de por medio) y hasta las más variadas modas o tendencias (desde el look hipster que ha hecho que todo el mundo compre lentes de marco grueso hasta la gente de la farándula usando una caterva de términos tecnológicos para empatizar con el espectador). “Hay varios factores que hacen a esta entrada de lo freak en la cultura popular –cierra Pamela Gionco–. Es The Big Bang Theory, pero también había sido La venganza de los nerds, película que mirábamos de chicos, o la figura de Bill Gates o Steve Jobs. Es también el mundo de la tecnología en el que vivimos ahora. Mucho tiene que ver con la incorporación de la tecnología a la vida diaria. Eso que antes nos hacía distintos, que sabíamos manejar una computadora, ahora todo el mundo lo tiene que dominar, por lo menos, para manejar esa computadorita chiquitita que tienen en la mano: el celular.”

El cruce entre saber facultativo y cultura freak también termina aportando un cambio dentro de lo que se imparte en las instituciones académicas. Goyburu y Gionco insisten con esto de que cualquiera que se metiera a analizar una historieta o un juego de rol tenía que, prácticamente, partir de cero, porque no había una comunidad científica atrás que los respaldara con un corpus teórico organizado en donde buscar bibliografía. La presencia de textos dedicados a trabajar estos productos culturales por fuera del prejuicio que denuncian sólo respondía a los encuentros casuales que cualquiera de ellos podía realizar casi con el tono de un coleccionista. Una de las propuestas más interesantes del Frikiloquio fue, precisamente, la instalación de los llamados “Mitín Point”, en donde diversos estudiantes y egresados especializados en tal o cual tema se juntaban con los asistentes a las charlas para compartir bibliografía y hacer recomendaciones en torno de cómo y desde qué lectura se podía analizar el objeto cultural deseado. Y eso de “compartir” no se limitaba a una mera mención de qué leer, sino que estrictamente los asistentes podían salir del lugar con una inmensa cantidad de pdfes bajados de las notebooks de los organizadores del “mitín” en su pendrive personal si así lo solicitaban. “Con eventos como éstos construimos una comunidad de investigación”, concluye Goyburu.

DERRIDA Y EL HEAVY METAL

Algunos de los invitados a tener su “Mitín Point” en el Frikiloquio fueron los miembros del Grupo Luthor, quienes unas semanas antes, el 9 de agosto, habían de-sarrollado la primera jornada “Mundos ficcionales y teorías de la ficción”, en donde también se buscaba salir del recorte tradicional de los objetos tratados por la teoría y la crítica estética (literaria, bah) para incluir ficciones presentes en los videojuegos, en los juegos de rol, en las historietas o también tratar el problema de la ficción de manera metodológica y epistemológica sin estar atados a los ejemplos al uso. A diferencia de los organizadores del Frikiloquio, que provienen de diferentes carreras relacionadas con las humanidades (Arte, Filosofía, etc.), en el Grupo Luthor se encuentran egresados de la Facultad de Letras de la UBA que partieron desde un grupo de estudios y terminaron armando una publicación digital (www.revistaluthor.com.ar), un seminario de extensión en la propia Facultad y, ahora, estas jornadas que, tal como sucede con el Frikiloquio, visibilizan cambios dentro de la universidad en lo que a estudio de humanidades se refiere.

“El grupo se formó por parte de varias personas que querían investigar cosas que en la facultad no nos parecía que estuviesen del todo desarrolladas, como la narratología”, asegura Mariano Vilar, uno de los miembros de Luthor. “No nos juntaba tanto el interés por algún objeto en particular sino que nos reuníamos más que nada con cierto interés por cuestiones metodológicas. Como todos somos consumidores de objetos freak, o como quieras llamarlos, empezamos a vincular este interés metodológico con estos ejemplos, estos casos concretos. Además, el enfoque narratológico en el que empezamos a trabajar tiene esa ventaja de potencialidad transmedia que puede pasar a otro tipo de relatos que no necesariamente tienen que ver con la literatura. En ámbitos de narratología, la perspectiva de la facultad está un poco estancada. Con la revista, nosotros pensamos en un espacio nuestro para debatir estos temas, en donde se caracterice también lo híbrido, entre revista cultural y revista académica. En el primer número hay un artículo sobre Toy Story, después tenés artículos que hablan de Harry Potter, que vinculan a Derrida con el heavy metal, por ejemplo.”

El interés por expandir el campo de la ficción y tomar estos nuevos objetos culturales también puede pasar por el tamiz de proponer nuevos modos de lectura que se concentran en objetos culturales del presente. “En términos de proyecto, teníamos la idea de debatir con la teoría literaria antes que con la cultura freak –sigue Vilar–. La idea es mover el ejemplo: toda la teoría que leíamos en nuestra formación tenía como ejemplo a las novelas de Robbe-Grillet, y yo no sé quién de todos nosotros leyó a Robbe-Grillet. A veces da la sensación de que la teoría está construida a partir de esta literatura, y eso no está mal, porque la teoría siempre está escrita desde una literatura, pero a nosotros nos interesaba pensar la teoría fuera de ese diálogo exclusivo, de ese canon de los ’60 francés o, en nuestro contexto en particular, cierto canon de la literatura argentina. La teoría literaria es una excusa para hablar de literatura argentina, y nosotros no leemos literatura argentina, estamos más cerca de la cultura freak, o como quieras llamarlo. Pensamos la teoría literaria para salir de eso y que no quede en el mismo ejemplo de siempre.”

Los debates en torno de los objetos de la industria cultural que estos jóvenes investigadores plantean no se limitan solamente a la oposición romántica de “lo viejo y lo nuevo”, ejes que terminan desgastando el potencial crítico de estos intercambios por hacerlo parecer un cliché. Tanto el Frikiloquio como las jornadas Luthor, tanto las nuevas revistas académicas como la actual difusión de bibliografía relacionada con estos problemas vuelve a poner el ojo sobre la relación entre cultura popular y academia: en lugar de presentarlas como dos polos opuestos valorados de diversas formas (o se es un vulgar lector de historietas o se es un viejo y estancado cultor de la literatura francesa), hechos como éstos revelan el constante intercambio que hay entre una esquina y otra, permitiéndonos reflexionar en torno a los hechos u objetos que nos rodean y que parecían sencillamente estar ahí para distraernos del mundo. Lo que pasa es que esos objetos y los saberes que los acompañan también “son” el mundo: ficcionales y, por lo tanto, susceptibles a cualquier tipo de cambio radical.

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