Dom 19.04.2015
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EN MARCHA

› Por Fabián Kovacic

CON JUAN CARLOS ONETTI

Más allá de las opciones políticas, Eduardo Galeano ya empezaba a despuntar un estilo de escritura propio en el campo periodístico. Su ingreso a Marcha coincidió, como queda dicho, con el nacimiento de una nueva etapa social y política en el país. La Revolución Cubana había terminado por decidir a las fuerzas dispersas de la izquierda uruguaya a lanzarse en busca de forzar cambios políticos, sociales y económicos. Esa experiencia cubana influirá en todo el continente y va a dar lugar a lo que se conoció como la Nueva Izquierda continental, cuyas bases, en el caso uruguayo, serán el tercerismo y una visión nacional de los problemas a resolver. Ese punto de vista político tendrá su principal cobijo en las páginas de Marcha, que venía alentando con su prédica histórica la aparición de un movimiento social en ese sentido. Y en esas mismas páginas tendrá lugar el correlato literario de esa experiencia política.

Contra lo que pueda esperarse, no fue Galeano ni el único ni el principal emblema de esas jugadas y reacomodamientos políticos e ideológicos dentro del semanario. Fue emblemático colocar a un joven de veintidós años en la secretaría de redacción, más cuando se tiene en cuenta que Eduardo Galeano fue un protegido de Quijano en esos primeros años. Sin embargo, los cruces de internas políticas eran variados y se fueron radicalizando con el paso de los meses y de la dinámica de los hechos en los años siguientes. A esta altura también se verificaban cambios en el estilo del semanario. “Es notable el poder de cooptación de Marcha en relación con las nuevas camadas intelectuales producidas en el Uruguay y el que esta atracción que ejerce el semanario cobre impulso a mediados de los sesenta, momento hasta el cual, la tónica antijuvenilista que lo caracterizaba se retrae en un movimiento estratégico cuya causa principal radica en el hecho de que los nuevos periodistas e intelectuales, escritores y artistas, comulgan en masa con el ideario revolucionario irradiado desde Cuba y con una amplia gama de acuerdos progresistas. (...) Se pasa entonces del antijuvenilismo constante y batallante, a una incorporación de jóvenes que, en cierta forma, intentarán quebrar algunos perfiles tradicionales del semanario, fundamentalmente en la adscripción a una renovación del estilo periodístico que apunta a dar protagonismo al cronista y a introducir en las notas un perfil ficcional-narrativo y las impresiones subjetivas del autor.” La descripción de Claudia Gilman parece el ADN del pasaporte de ingreso de Galeano al semanario con la autorización de Quijano, alfombra roja incluida. Las crónicas del joven periodista admiten esa descripción y van a potenciar pocos meses después al autor de ficción y novelista que veremos más adelante.

Según el crítico literario y profesor universitario Gabriel Saad, también colaborador de Marcha, el ingreso de Galeano como secretario de redacción al semanario entre 1961 y 1964 supuso un cambio de estilo, como un volantazo en la dirección, que le permitió a la publicación zanjar algunas diferencias internas y recuperar lectores. “Fui testigo –en la Universidad, en otros periódicos y en los cafés más o menos estudiantiles o intelectuales de Montevideo– del entusiasmo que despertaban las crónicas de Eduardo y de la rapidez con que logró recuperar y aumentar el número de lectores de Marcha, que, para aquellos años salía de la pequeña crisis interna e iniciaba –con su jovencísimo secretario de redacción– un nuevo período de su historia.”

El nuevo periodismo practicado en el semanario y las lecturas ya mencionadas en el Galeano adolescente, pedante y omnipotente descrito por su colega César Di Candia afloraron naturalmente en sus textos y reflejaron naturalmente su modo particular de interpretar la vida. La naturalidad para enfrentar un hecho o abordar un tema y decodificarlo en clave periodística fue una marca de iniciación que perdura hasta el último Galeano. Esa naturalidad no exenta de obsesiones y factores comunes para observar el entorno, le hace escribir, por ejemplo, en el número 1135 de Marcha del 30 de noviembre de 1962, con el resultado electoral ya cocinado, “Crónica de un diluvio a la criolla” como título. Y a continuación un comienzo de nota que remonta a los años previos de ese Uruguay gris y monótono tan detestado. “Este país gira alrededor de las elecciones, como los planetas en torno al sol. Cada cuatro años sacude la modorra, grita y escucha gritos, se aturde, deposita el voto que el alma pronuncia, para luego alzarse en la celebración de la Victoria y crujir y desmoronarse, víctima de la derrota, por mitades. En 1962, ni siquiera hubo motivo de asombro. Estaba todo previsto.”

En ese mismo año 1962 Galeano confirma su decisión de permanecer en el terreno de la escritura y alejarse discretamente de la fervorosa actividad militante, esa que le reemplazó al Dios caído por el agujero del bolsillo de su pantalón. A su trabajo periodístico en Marcha le suma su labor en la Universidad de la República (UdelaR), donde desde 1960 trabaja como responsable del área de publicaciones y es el empleo público que le permite sobrevivir. Para todos los colaboradores, Marcha era una empresa querible pero poco rentable.

(...)

Desde las páginas de Marcha y su secretaría de redacción, ya había ingresado al mundo del periodismo y era una figura joven respetada y de peso. No era para cualquiera el cargo que ocupaba en el semanario más prestigioso de América latina en esos años de convulsiones políticas e ideológicas. Si bien Quijano mantenía firme la rienda, en el período de Galeano en la secretaría de redacción, Marcha se enfoca con énfasis en los temas latinoamericanos y en ese camino aumentan los corresponsales en diferentes países de la región, y por lo tanto el volumen de la información periodística en ese rumbo. Los hechos de Europa pasan a un segundo plano si se tiene en cuenta que son abordados tomando como foco principal las consecuencias que pudieran tener en América Latina. Especialmente se destaca la evolución de la Revolución Cubana como ejemplo para la situación política de sus vecinos continentales. Un texto impensado, a la luz de las posiciones posteriores del peruano Mario Vargas Llosa, se publicó con su firma en la edición del 7 de diciembre de 1962 sobre la situación en Cuba. “Acabo de pasar dos semanas en Cuba, en momentos que parecían críticos para la isla, y vuelvo convencido de dos hechos que me parecen fundamentales: la Revolución está sólidamente establecida y su liquidación sólo podría llevarse a cabo mediante una invasión directa y masiva de los Estados Unidos, operación que tendría consecuencias incalculables; y, en segundo lugar, el socialismo cubano es profundamente singular, muestra diferencias flagrantes con el resto de países del bloque soviético y este fenómeno puede tener repercusiones de primer orden en el porvenir del socialismo mundial”. Increíble afirmación para un Vargas Llosa intelectual que terminó en las antípodas de ese pensamiento en ebullición por aquellos días.

Fragmento de Galeano. Apuntes para una biografía, libro que esta semana estará distribuyéndose en librerías, publicado por la Editorial Javier Vergara.

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