Domingo, 5 de julio de 2015 | Hoy
Cuando nació, en Nicaragua, lo llamaron Roberto; cuando pudo elegir, se llamó a sí misma Stephania. De chico, lo adoptó una pareja de militantes tupamaros en medio de la revolución sandinista; pero más tarde, cuando adoptó su identidad de mujer, fue expulsada de la familia. A partir de ahí conoció la indigencia y la vida marginal en la capital uruguaya (donde sobrevive trabajando como cuidacoches). El hombre nuevo, la más reciente película del cineasta uruguayo Aldo Garay, sigue a Stephania en su presente, y la acompaña a su reencuentro con su país natal, “donde alguna vez fue –indica la presentación oficial del film– hijo, hermano y niño alfabetizador de adultos, y donde hoy desea ser aceptada como la mujer que es”. También incluye algunas grabaciones que el director guardó de ella, realizadas cuando la conoció, veinte años atrás. “Sin énfasis pero con la crudeza de lo que se expone por sí mismo, aparecen la discriminación, el sexo pago, el trabajo más que informal en la edad adulta y la añoranza por aquellos sueños revolucionarios de los que Stephania fue parte”, escribe Marta Dillon en el catálogo de Asterisco. “Sin embargo, el supuesto ‘hombre nuevo’ de los ideales de las décadas del sesenta y setenta se revela con la crueldad que impone ese masculino hegemónico que sólo deja para ella exclusión y desarraigo.”
De Garay (Montevideo, 1969) se conoció en Buenos Aires parte de su filmografía a través del Bafici, y hace unos meses su película anterior, El casamiento –sobre el amor entre un hombre de 70 años y una transexual de 65– tuvo un paso fugaz por salas comerciales locales. El hombre nuevo viene de estrenarse en el Festival de Berlín, donde ganó el premio Teddy al mejor documental lgbt. “Lo que acá estamos viendo son muchas historias –dijo el director en una entrevista en el festival alemán–. No es solamente el hecho de ser trans: acá estamos hablando de abusos, de madres y padres que no se hacen cargo, del abandono, del fracaso ideológico del proyecto de la construcción de un hombre diferente. Hay muchas cosas. Y quizás en el conjunto de todas estas cosas pueda entrar la agenda de derechos. (Pero) me parece más interesante que cada uno se enfrente con esta película y tome el punto que quiera. Que tengo una curiosidad natural, sobre todo del lugar donde vivo, porque creo que Uruguay, como casi todos los países, está lleno de marquesinas y cosas que realmente nunca dejan ver lo que somos, porque lo más interesante no se ve.”
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