Dom 21.08.2016
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EL MUNDO SEGÚN: JUAN FORN RECUERDA LA FUNDACIóN DEL SUPLEMENTO

RADAR DE NOCHE

› Por Mercedes Halfon

Juan Forn contesta el teléfono desde Villa Gesell. Mar de fondo. Pregunta si podemos hablar cuando finalice el partido de Del Potro. Una hora después avisa que ya está disponible para ir hacia atrás en el tiempo.

¿Cómo fue la fundación de Radar?

Las conversaciones empezaron en marzo del 96 con Ernesto Tiffenberg, Hugo Soriani, Jorge Prim y Martín Granovsky. Nos citaron a Alejandro Ros y a mí después de la medianoche que cerraban el diario. Al principio era tirar ideas, como un ping-pong permanente, Y en un momento se corporizó un concepto que enseguida quedó muy claro. Era la idea del San Martín en la primavera alfonsinista: un lugar que encarnó la vitalidad en todos los rubros, porque entrabas por Corrientes o entrabas por Sarmiento y había movida en todos los pisos. Si no me equivoco -estamos lejos, pasaron muchos años- lo que más entusiasmó fue la propuesta de mezclar todo, que todo conviviera.

Cine, teatro, música y literatura juntos por primera vez.

En nuestras casas estaba todo mezclado, los CD al lado de los en ese momento VHS, al lado de los libros. También en nuestras conversaciones y en nuestras formas de pensar. Una cosa que ahora es obvia que es el mestizaje, el cruce de géneros, la naturalidad con que convergen las disciplinas, en aquel momento era lo que generaba el comentario ¿te parece? Lo que terminó de armar la idea no fueron los argumentos, sino que todo fuese relato, que todo fuese cuentito, que el periodismo fuese una especie de simulacro, de camuflaje, para escribir. Que lo más importante era el tono, la prosa, que teníamos que ser todos escritores. Y teníamos que tratar el material sin reglas periodísticas. Para mí no hay nada mejor que una nota que en los primeros dos líneas te tiren un gancho y te agarran. Independientemente de si suma a la nota o no. Un poco en esa dirección.

¿Qué revistas o qué suplementos tenían en la cabeza?

Para mí la idea era pensar en revista en vez de suplemento. Las revistas que a mí me formaron fueron El expreso imaginario, El porteño, Humor, El periodista, Crisis. Y la idea de poder hacer una revista desde un diario, sin necesidad de venderla vos, nos dio una libertad y una potencia muy grande. Para mí era claro que teníamos que trabajar con un tono que fuera intenso pero con mucho desparpajo, algo no serio ni formal. Y al hacerlo desde Página, ya tenías tres cuerpos de ventaja en comparación con los demás diarios. Y también medios de afuera. Yo soy un convencido de que el estilo es una astuta suma de plagios. Vos vas haciendo plagios que se vuelven como las capas de una cebolla, y después son tantos que ni se nota y en realidad, la construcción de un estilo es eso. Tomamos de unos cuántos. Uno, a mi gusto bastante horrible de El País de Madrid que se llamaba El país de las tentaciones, hasta un suplemento espectacular de cultura que hacía Il Manifesto, el diario comunista italiano. Tengo una matriz anglo muy marcada, y sospecho que se notaba porque había bastante de las buenas revistas anglosajonas. Inglesas y especialmente norteamericanas: Esquire, New Yorker, Vanity Fair.

Hay una frase que se dice en las reuniones de sumario: “esto es muy Radar”, o “esto no es Radar”. ¿Pasaba esto desde el inicio, como la existencia de una idea rectora de determinados tipos de textos o enfoques?

La identidad se fue construyendo. Fuimos descubriendo nuestros gustos a medida que hacíamos el suplemento, porque de muchas de las cosas de las que hablábamos eran nuevas. No tenías una posición tomada en ese momento. Como la música electrónica, la movida de arte tipo Belleza y Felicidad, o el Proyecto Venus de Roberto Jacoby, la aparición de Bolaño. Hay un montón de signos de época. Por ejemplo Trainspotting. Nadie sabía de que se trataba, se iba a estrenar en dos cines. Y nosotros enloquecimos e hicimos un combo en el que escribimos sobre todo, sobre la música, sobre la estética, sobre las drogas, sobre el marco político de Inglaterra en esa época. Fue un lujo. Y ahí inventamos esas notas en las que escribían muchos. Era un combo en el que Charlie Feiling escribía la nota central y después diferentes personas escribían sobre los satélites y quedaba hermoso.

Desde tu percepción interna ¿en qué momento eso se terminó de configurar?

Yo dirigí solamente seis años. Que es verdad que fueron los que le marcaron la identidad, pero fueron solo seis. Creo que el suplemento encontró su identidad, de un modo un poco triste, el día que se murió Osvaldo Soriano. Lo velaron a la vuelta del diario, en la sede del la UTBA. Nosotros íbamos del velorio a la redacción de ahí al entierro, de vuelta al diario y decidimos levantar el suplemento de Radar y dedicarlo entero a Soriano. Hicimos un suplemento de testimonios sobre Soriano donde escribieron Tabucchi, John Berger, Ángeles Mastretta, algunos escritores vinieron a escribir su texto en la computadora de Página, tipos que venían con el papelito escrito, gente con la que hablábamos en el velorio, en el medio íbamos a la casa de la viuda a buscar fotos. Después de la muerte de Soriano yo sentí que la gente leía Radar a favor, que ya estaban de nuestro lado.

¿Hiciste una lectura de lo que había significado la salida del suplemento entre el segundo menemismo y la crisis de 2001?

Sí, claro. Porque había un montón de chistes internos. Nos decían que nosotros éramos el arenero de Página/12. O el suplemento goy de Página/12. En el sentido que éramos más festivos, frívolos, llamalo como quieras. Que nos gustaba el lado soleado de la calle. Era un suplemento cultural. Las políticas culturales por lo general no son mi tema. Yo hago cosas, después que piensen otros. Lo que sé es que esto fue lo último antes de Internet, en la época en la que todavía conseguir información, data valiosa, el rastro de las migas de pan de Hansel y Gretel para hacer tu itinerario por la cultura contemporánea. Fue la última época del periodismo gráfico pre redes sociales. Todo lo mejor que se escribía iba a parar al papel. El suplemento formó una generación. Yo me la sigo encontrando.

¿Que números recordás especialmente?

En el año 2000 conseguimos 25 ejemplares del libro Century de foto, el ladrillo ese. Y le mandamos a 25 escritores el libro y le dijimos que cada uno eligiera una foto para escribir, el honorario era el libro, porque como siempre, no teníamos un mango. Escritores recorriendo el siglo. Recuerdo el texto de María Moreno. Bueno, la llegada de ella fue decisiva. Cuando entró ella empezaron a venir todos. Y después cosas que no salieron, hubo una que era sobre gays en la dictadura que Ros hizo para la tapa un falcón rosa. Otra sobre marihuana que tampoco, la tengo enmarcada en mi casa la tapa. Hubo una nota de Montequín sobre Federico Klemm, contando su infancia nazi, con fotos, ¡mortal!

¿Radar libros en que momento apareció?

A fines de 1997. El proyecto de hacerlo estaba desde el principio, yo me sentía re incómodo con un suplemento de libros, porque nosotros habíamos roto la frontera. Pero hablando con Feiling me di cuenta de que a él lo calentaban los suplementos literarios como a mí las revistas literarias o las revistas culturales, entonces decidimos que lo hiciera él. Y todo el laburo lo hizo él, pero se agarró una leucemia y se murió y todo el laburo lo hizo Gabi Esquivada que lo hizo muy bien, pero no era Charlie obviamente. Y después lo agarró Daniel Link. Me acuerdo de una propuesta que era pedirle a muchos escritores que le hicieran una carta a su escritor favorito, fue una francesada total, pero estuvo muy bien, Alan hizo a Barthes, Link hizo a Foucault, María Moreno no sé, quizás Mansilla. Ahora escribe más de mujeres pero en ese momento no. A veces nos cargaba, escribió una nota en Radar que era sobre los cortes de pelo de los escritores, quién estaba más bueno, quién era más papito…

¿Algo más para recordar?

Quisiera recordar especialmente a Miguel Russo, con el que empecé Radar y fue fundamental, a Claudio Zeiger, a Juan Boido, a Mariana Enriquez. Bueno, pasaron los años. Ahora estoy mucho más tranquilo. Pero la adrenalina que da hacer un suplemento era tan linda.

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