LA LUZ ARGENTINA
por M.E.
La idea es buena: tomar esa parte de la idiosincrasia argentina llamada “viveza criolla” y otras taras y ejemplificarlas con informes humorístico-periodísticos, entre el chiste y la pesadumbre. La cuestión,claro, es cómo convertir una idea simpática en un programa de televisión de media hora. Y allí es donde Argentinos tiene problemas. No porque le falte ingenio, sino porque el tono que lleva impreso es, por momentos, insufrible.
Conduce Andy Kusnetzoff junto a Gabriel Schultz (ex Ardetroya), Mannix y Cayetano (compañeros de Andy en su programa de radio Perros de la calle). En una escenografía austera, el equipo presenta y luego comenta los informes. Y el espíritu canchero, de muchachada, molesta desde el principio. En el segundo programa, por ejemplo, presentaron como invitada a una morocha brasileña –los invitados extranjeros participan como comentaristas y jueces imparciales– y enseguida empezaron a hacerle chistes sobre “la banana”. Puff. Poco después, un informe sobre el “descontrol” marplatense, con chicas y muchachos borrachos, incluyó a un anciano chileno, linyera y alcohólico evidente, que empinaba una botella cedida por la producción. Enseguida, dos chicos exaltados se besaron en la boca y, de vuelta en el piso, Andy y sus amigos comentaron que ellos se habían emborrachado muchas veces pero nunca besaron a otro hombre (y pasaron por alto, por supuesto, lo patético de incentivar a beber a un inmigrante pobre para burlarse de él).
En el primer programa, Argentinos... puso al aire un informe notable sobre el enjambre humano en las playas del centro de Mar del Plata: midieron el espacio entre turista y turista y contaron cuánto tardaba una señora en atravesar la multitud y llegar al mar (15 minutos). Pero por cada acierto hay un nuevo exabrupto que, lejos de la insolencia o de la incorrección política, apenas se queda en una joda de tribuna. Por ejemplo: la producción viajó a Salta y recorrió un pueblito de poco más de 1000 habitantes para demostrar que no todos los argentinos viven como los porteños. Todo casi encantador... hasta que le preguntaron a un señor -vaya a saber por qué– si había gays en el pueblo. El señor contestó que no, que los colgaban a todos o los mandaban al monte. En el piso, Andy comentó: “Sus ideas sobre la sexualidad se pueden charlar un poco. Menos mal que este informe no lo hizo Ronnie Arias”. ¿Se pueden charlar? A Andy y sus muchachos no les importa demasiado la homofobia provinciana; prefieren preguntarles a los lugareños si, dado que hay tan pocas mujeres –y gays, como quedó claro–, se las arreglan con cabritos. Puff. Otros informes, como el de aprovecharse de los turistas o no devolver billeteras caídas –en Buenos Aires y en España–, fueron correctos, salvo por el hecho de que quienes se quedaban con los dólares fueron, por lo general, vendedores de choripán y hamburguesas de Costanera Sur. Con lo cual no se acabó de demostrar que el argentino es chanta –que lo es– pero sí que está bastante necesitado.
Es interesante que Andy y sus amigos discutan en mini-debates los informes. El problema es que casi siempre llegan a la misma conclusión: no es para tanto, y ocurre en todas partes del mundo. Los tanos también se aprovechan de los turistas, no todos los españoles son honestos (aunque devuelvan más billeteras que los argentinos) y los franceses también son chamuyeros (aunque una turista gala diga que los argentinos mienten mucho). ¿Y entonces? Un programa como éste exige generalización y arbitrariedad: cuando los muchachos lo relativizan todo –con un resto de chauvinismo y pretendida ecuanimidad–, la buena idea se desdibuja. Argentinos... podría escapar al destino de los programas de verano porque es más astuto y sencillo que la media, pero sus conductores deberían salir del vestuario y pensar lo que dicen. A veces, tomarse las cosas más en serio no está nada mal, y tampoco está reñido con el humor.
Argentinos: somos como somos,
los lunes y jueves a las 23 por Canal 13. MUCHACHADA