Domingo, 7 de agosto de 2005 | Hoy
Ilustrado por Hermenegildo Sábat
¡Brrrr, brrrr! Hace tanto frío, y la Nena de los Fósforos no tenía con qué calentarse. El Príncipe insistió e insistió, y entonces se hizo todo tal como él quería. La primera vez dejé el zafiro sobre la máquina de escribir del joven escritor y acabo de dejar el otro zafiro en el único bolsillo sin agujeros de la Nena de los Fósforos. Ahora el Príncipe está ciego, sin sus dos ojos. El quiere seguir dando lo mejor de sí a quien lo necesite. Así que, en vez de viajar a Egipto, esta tarde buscaré con mis ojos a quien ayudar, para contarle a mi amigo qué es lo que sucede en su ciudad.
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