Domingo, 7 de agosto de 2005 | Hoy
Según lo cuenta Tomás Abraham
Ilustrado por Luis Felipe Noé
El Príncipe me invitó a vivir con él. Regaló sus ojos preciosos y me senté en ese lugar ahora vacío. Conmigo llegaron mis amigos. No vivo sola, las oscuridades no somos negras. Me acompaña el Amarillo, un señor delgado y pálido. A veces conversamos. Es un amigo muy divertido, y todos los días cambia de forma, a veces está más delgado, otras más bajo, y otras mucho más gordo. Hay gente que cree que en mi casa no hay luz, están muy equivocados. Siempre hay luz, a veces más clara, otras más tenue. Nunca me falta luz, aunque a veces, debo decirlo, veo poco, soy miope.
Mi amigo Amarillo es el que me trae la luz, y cuando nos ponemos a conversar, hay días que se presenta Verde, su primo, que quiere quedarse a charlar con nosotros. Verde es muy hermoso, elegante, todos lo miran.
Ven ustedes, queridos amigos, que en mi casa pasan muchas cosas, todos los días son distintos, no me falta compañía, y, además, disfruto de tantos aromas, son los perfumes de las flores que me regala la vida.
Estos últimos días me ha visitado la golondrina. Escuchar su aleteo ya me hace soñar. Es muy conversadora. Le pido que me cuente sus aventuras en Egipto. Cada día le agrega un detalle. Quiero que me repita la imagen de pigmeos navegando sobre enormes camalotes a orillas del río Nilo. ¡Qué visión extraordinaria! Yo, que vivo en el apagón, no puedo imaginarme una sombra pigmea, sombritas que flotan en el aire.
La golondrina también se pasea por nuestra ciudad. Ve mucha gente pobre, son personas que sufren. Le dije al Príncipe que entregue todo el oro con el que lo vistieron. El oro no le devolverá la luz blanca. El Príncipe me tendrá para siempre, lo cubriré con mi amor y mi color cremoso, y él será feliz cuando la riqueza inútil se haga pan para muchos.
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