Cuando un integrante deja un grupo de rock, la historia oficial suele ser reescrita de dos maneras posibles: se le reconocen sus aportes musicales y humanos (Syd Barrett, Brian Wilson) o se le borra todo rastro, desconociendo su rol, casi ninguneándolo (Vince Clarke en Depeche Mode, Glenn Matlock en Sex Pistols, Anthony Philips en Genesis). También existen zonas grises, como Pink Floyd, donde David Gilmour hizo todo lo posible por ignorar el liderazgo anterior de Roger Waters, pero igual siguió cantando temas suyos en vivo. Peor: ¡hubo un regreso de Floyd donde el tecladista original fue contratado como sesionista!

El caso de Juan Carlos Godoy es más complejo, porque no sólo se intenta desconocer su rol casi fundamental en la parte musical de Vox Dei, sino que también hay contradicciones legales de por medio. De hecho, gran parte de las composiciones del álbum debut son solamente compartidas con Ricardo Soulé, y cuatro años después se lo elimina por completo de las autorías, cuando la banda decide regrabar todas esas mismas canciones para el disco Cuero caliente. Luego se suman confusiones de todo tipo en el traspaso de La Biblia al sello Disc Jockey, y en la posterior firma con una editorial musical donde se cambia la autoría conjunta de los temas (Soulé, Godoy, Quiroga) por una redistribución donde las letras quedan en un 100% para Soulé, y sólo se reparte la música (o sea que Godoy pasa de tener un 33% a sólo un 16%). Todo esto Godoy recién lo descubre en 1996, cuando en Sadaic nota que en una liquidación de regalías no figura el tema “Cristo”, aquel de la letra que hizo en homenaje a su madre. Realiza un pedido de derechos, le muestran lo que identifica como documentación falsa y poco tiempo después inicia un juicio, aún sin fallo.