Domingo, 7 de octubre de 2007 | Hoy
Kill Gil comienza a tomar forma en el 2005, cuando García encuentra al aliado más inesperado de todos: Palito Ortega. Su relación data de varias décadas, cuando Palito era todavía considerado “El Rey”, y era, junto con Sandro, el cantante más popular de la Argentina, merced a una enorme cantidad de éxitos que fueron cantados por toda la nación y que serían una fuente inagotable de melodías para todas las hinchadas de fútbol. Esas canciones fáciles y pegadizas harían que el imaginario rockero lo considerara un enemigo, aunque el propio Palito fuera producto del rock, ya que su fama arranca a comienzos de los ’60 en el Club del Clan, un grupo de diversos solistas reunidos en torno de un programa de televisión de “música joven”. Y lo que había nutrido esa idea había sido el éxito planetario del rock and roll y Elvis Presley. Claro que había un abismo de distancia artística entre ambas expresiones, y el rock nacional aparecería como una instancia superadora. “A lo mejor algún rockero lo puede ver así –afirma hoy Palito Ortega–, pero yo nunca fui enemigo del rock, porque además me gusta. Y nunca ningún tipo de música sería mi enemiga. Cuando uno habla tanto de la libertad de expresión, ser enemigo de una forma de música es caer en lo mismo que vos criticás. Si a vos te disgusta tanto lo que yo hago y no querés que lo haga, hay un resorte de represión en tu interior, porque cada cual puede hacer la música que quiera.”
La primera vez que se vieron las caras Palito Ortega y Charly García no fue en una situación feliz sino en tribunales alrededor de 1977. Palito le había iniciado un juicio a Charly García por unas declaraciones que hizo sobre una película suya. Hubo una retractación por parte de García, y no se vieron más las caras hasta 2005. Luis Ortega, uno de los hijos de Palito, invitó a Charly a un evento en el Faena Hotel y allí se produjo el nuevo encuentro. Había pasado mucho tiempo y no existía ningún tipo de animosidad por ninguna de las partes. “Che –lo saludó Charly–, no nos peleemos.” Se sentó a la mesa, conversaron y Palito le ofreció que utilizara su estudio de grabación, situado en Luján, cuando quisiera. Charly aceptó la invitación y comenzó el registro de Kill Gil en Los Pájaros, el estudio de Palito. Y allí también arrancaría una entrañable amistad.
“El factor tiempo es lo que pone todo en perspectiva –arranca Charly hablando sobre Palito–. Yo siempre hablé mal de él porque en una época era como el enemigo. Pero a pesar de eso, yo siempre fui fan: era el que más me gustaba del Club del Clan. Yo le tenía miedo en realidad. Al final pasó como con Luis Alberto, que todo el mundo creía que estábamos peleados pero fue todo un mal entendido. Supongo que él en su momento me debe haber atacado por los hijos y ahora, un poco por los hijos, abrió su mundo y me dijo que fuera al estudio cuando quisiera. Y yo pensé ‘bueno, esto por ahí sirve para sanar viejas heridas’. Y fue un anfitrión excelente, un tipo bárbaro.”
A Palito Ortega le brillan los ojos cuando habla de Charly García. “Yo siempre le tuve admiración a Charly. A partir de que comenzó a venir empezamos a tener más tiempo para hablar; cuando lo vi sentí que su enorme talento estaba como desperdiciado. Hizo todo el disco, y algo pasó entre él y el ingeniero que tenía (Marcos Sanz). Lo sentí mucho porque la primera parte de ese disco era extraordinaria. A la vez fue toda una experiencia verlo a Charly ahí, en crudo, tocando los teclados, las guitarras, el bajo, armonizando; hubo una noche, a las cuatro de la mañana, en que agarró una guitarra y yo sentí que el que estaba tocando era Jimi Hendrix. Había otro guitarrista, y cuando Charly comenzó a tocar así, el tipo se quedó mirándome como diciendo que él tampoco sabía que podía tocar de esa manera. Evidentemente, estamos ante un fenómeno real de genialidad.”
Hay algo que a Palito lo desvela. “¿Cómo es posible que otra gente que tiene mucho menos talento esté más organizada, le vaya mucho mejor, tenga una vida más cómoda? Lo de Charly no es así; él se asombra un poco cuando yo le pregunto si no tiene una reserva económica. Como todos los seres humanos, mañana nos quedamos afónicos... ¿y qué pasa? Yo le digo esas cosas porque lo aprecio y quiero ver en qué lo puedo ayudar. Y me parte el alma que un tipo con ese enorme talento no se capitalice mejor. Charly a veces dice que la música no es para ganar plata, pero los demás ganan planta con su música. Lo nuestro no es una relación profesional sino afectiva, le tengo un gran cariño. Lástima que no me puedo dedicar a ver cómo lo puedo ayudar más, porque tengo viajes permanentemente. Pero yo le tendría paciencia a Charly porque creo saber cómo llevarlo; después de estar en este medio durante tantos años, uno más o menos sabe cómo manejarse. Lo que necesita Charly es un Manager, así, con mayúsculas.”
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