SCROOGE 2: LA REVANCHA, DE CHUCK “DOGO” MANDERLEY
› Por Rodrigo Fresán
Cuando a finales del 2006 corrió por Hollywood el rumor de que el director ultra-violento Chuck “Dogo” Manderley –conocido y celebrado por sus películas “de explosiones y persecuciones de autos”– se disponía a filmar “la película navideña que acabara con todas las películas navideñas”, más de uno pensó que se trataba de una broma alucinada.
Pero era en serio.
Y así, un año más tarde, aquí llega –justo para los estrenos festivos– Scrooge 2: The Revenge.
Y en una entrevista con el mensuario especializado Premiere, Manderley explicó la génesis del proyecto: “No creo ser el único que odie la Navidad y sus alrededores. Sin dudas, se trata de la época más hipócrita del año. También es la más inflamable: suicidios, tensas y volátiles reuniones familiares, cualquier cosa puede ocurrir... y ocurre. Mi idea original era escribir una continuación de It’s a Wonderful Life, ese ambiguo clásico de Frank Capra. Recuerdo que cuando vi esta película por primera vez, cuando era niño, por televisión, un 24 de diciembre, lo que más me intrigó fue que el final supuestamente más feliz de toda la historia del celuloide fuera, en realidad, un final muy triste. Se lo comenté a mi padre y ahí mismo me aflojó varios dientes de una bofetada. Mi padre era un ferviente defensor de las Navidades. Y de acuerdo: en It’s a Wonderful Life, George Bailey ‘recupera su vida’, se salva de ir a la cárcel, pero quedará para siempre endeudado económica y sentimentalmente con sus adorables vecinos y ya nunca podrá cumplir su sueño de dejar atrás el pueblo de Bedford Falls. Y lo más inquietante de todo: el gran villano, Mr. Potter, jamás recibe castigo alguno... Así que la primera idea –porque siempre pensé que mi película navideña sería, tenía que ser, una secuela de algo venerado e intocable para que así causara el mayor daño posible en el inconsciente– fue filmar una deprimente secuela de It’s a Wonderful Life en la que un deprimido George Bailey iba envejeciendo, prisionero de su propia leyenda doméstica, obligado a ser bondadoso pero, cada Nochebuena, emborrachándose a escondidas y saliendo, de incógnito, a hacer cosas que no se atrevía a hacer durante el resto del año. George Bailey como una especie de Mr. Hyde. Pero un amigo me mencionó que el escritor y crítico de cine David Thomson ya había hecho algo parecido en su novela Suspects, por lo que decidí cambiar de dirección. Y entonces, pensando en el banquero despótico Mr. Potter, decidí ir mucho más lejos y atacar al núcleo absoluto del asunto, tomar revancha contra el Big Bang navideño y meterme con aquello que ha sido culpable y responsable de todo lo que vino después: A Christmas Carol, de Charles Dickens”.
Dicho y hecho, y aquí viene Scrooge 2: The Revenge.
Una película curiosamente “quieta” y “tranquila” para los parámetros de Manderley pero, tal vez por eso, mucho más destructiva de lo que cabía esperar del autor de Killing You, Killing You Again, Let’ Kill You One More Time y I’ Not Sure If I Killed You Completely, So Just In Case...
Pero es esta quietud y tranquilidad lo que, paradójicamente, hace de Scrooge 2: The Revenge el film más bestial en toda la carrera de Manderley.
Si, como bien apuntó el escritor Gilbert Keith Chesterton, “el misterio de la Navidad es, de algún modo, el misterio de Dickens (...) porque fue él quien dedicó buena parte de su genio a describir la felicidad reinventando el significado y sentido de la Navidad tal como la conocemos hoy”, entonces lo que se propone –y me temo que consigue– Manderley es desmontar ese mecanismo aparentemente infalible y, con modales inesperadamente sutiles, arrasar el pesebre a patadas.
Scrooge 2: The Revenge comienza justo donde termina A Christmas Carol: con un Ebenezer Scrooge (gran creación de Donald Sutherland) redimido por la visita de los tres fantasmas navideños y con Tiny Tim deseándole felices fiestas a todo el mundo. Lo que sigue –mientras uno espera la sangre y las explosiones marca Manderley que no llegan nunca– es algo de un poder mucho más monstruoso. Pensar, sí, en Scrooge 2: The Revenge como en un arma de destrucción masiva. Porque lo que aquí se cuenta y se muestra es cómo Scrooge, a los pocos días del supuesto milagro, comienza a dudar de si lo de los espectros fue verdad, si no habrá sido nada más que un delirio febril, si en realidad no ha sido... estafado. Para los primeros y muy fríos días de febrero. Scrooge ya ha vuelto a ser el que era. Mejor dicho: Scrooge es peor persona –más cruel y avaro– de lo que jamás ha sido. Scrooge descuenta el precio del “pavo más grande” del salario de Bob Cratchit y procede a torturar a su familia, en especial a Tiny Tim, con más saña que nunca.
Scrooge 2: The Revenge termina el siguiente 24 de diciembre con un Scrooge ligeramente preocupado por la posible nueva visita de los tres espectros navideños. Preocupación que acaba siendo innecesaria, porque esa misma tarde, mientras cierra con candado la puerta de su negocio, Scrooge sucumbe a un ataque cardíaco y –así lo demuestra el primer y último plano de su sonrisa– muere feliz. Sus últimas palabras son, sí, “Feliz Navidad para todos”. Un cartel antes de los créditos finales nos informa que, a lo largo de los últimos doce años de su vida, Scrooge se ha preocupado por gastar todo el dinero ahorrado y que no deja ni un centavo en herencia a nadie.
Y The End.
Quienes deseen contrastar y/o contrarrestar los efectos producidos por Scrooge 2: The Revenge –uno sale del cine con frío en los huesos y en el alma– harán bien en meterse en la sala de al lado donde pasan All Is White, amable producto familiar de Stephen Stenberg: efectos y afectos especiales para toda la familia con un Santa Claus advirtiendo sobre los peligros del calentamiento global y los devastadores efectos de este fenómeno en la producción de juguetes en su fábrica del Polo Norte.
Natalie Portman –reemplazo de último de Linsay Lohan, despedida por mal comportamiento– destaca en su rol de adorable pero traviesa jefa de los elfos.
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