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Domingo, 23 de marzo de 2008

Zombie pero no zonzo

Otto, o arriba los muertos, el film de zombies gays del director Bruce LaBruce que se proyectará en el X Bafici, que empieza el 8 de abril próximo.

En Otto, o arriba los muertos, la nueva película del cineasta porno-punk canadiense Bruce LaBruce, un adolescente se levanta de su tumba y sale a caminar por las calles de Berlín, sin rumbo fijo. El chico se llama Otto (el actor Jay Crisfar), y en su caminata triste encarna la idea –más bien explícita por parte de LaBruce, un especialista en cine sexualmente gráfico, con films como No Skin off my Ass y Boy, Girl– del adolescente contemporáneo como una suerte de muerto en vida, con su apatía, su deambular errante, su sentido fatal de no pertenencia. El mundo al que regresa Otto –un futuro cercano– prácticamente ha asimilado a los zombies y convive más o menos pacíficamente con ellos, pero él no se siente parte de ellos, ni siquiera comparte sus impulsos antropofágicos. Por el camino intenta rearmar los recuerdos de su vida anterior, la memoria sensible y romántica de su ex novio. Finalmente, con la esperanza de ocultar su condición de zombie, se presenta al casting de una película clase Z sobre muertos vivos, la obra de una directora pretenciosa, la lesbiana militante Medea Yarn que define a los personajes de su proyecto, los zombies gays, como muchachos “dispuestos a llegar hasta el extremo con tal de sentir algo, de sentir lo que sea”, en una época de insensibilización colectiva. Medea se propone hacer con su film, Arriba los muertos, un panfleto político, que dispone la lucha de los no-muertos como alegoría sobre la asimilación de los homosexuales en la sociedad de consumo.

Si los vampiros fueron la metáfora para el sida en los ‘80, dice LaBruce, “a mí me gustan los zombies que dan vueltas por ahí, perdidos, sin alma, como consumidores irracionales. Los gays podemos ser muy zombies cuando se trata del sexo: cualquiera que haya recorrido saunas o las plazas de noche, o que haya estado en esas situaciones de orgías de sexo anónimo, sabe lo que es un muerto vivo. No es muy difícil aplicarles la metáfora del zombie a esas situaciones. Y me gustan la idea de los zombies como descastados, marginales incomprendidos y negados por el resto de la gente. En películas como Soy leyenda o Exterminio, los zombies no propician ninguna empatía. Yo quiero verlos como rebeldes legítimos, donde los malos son los demás, la multitud ‘normal’, la turba furibunda, como en el Frankenstein de 1931”.

Aunque contiene una escena, particularmente recordable, en la que un zombie penetra a su víctima a través de una herida abdominal abierta, Otto es menos sexualmente explícita que otras películas de LaBruce; su intención, dice, era hacer “una película zombie gay melancólica”. Porque Otto estará muerto pero a la vez está definitivamente más vivo, y es mucho más sensible que los “vivos” que lo rodean. Y en eso, el film de LaBruce está más cercanamente ligado a la sensibilidad adolescente de Martin, el amante del terror (1977), el film de George A. Romero sobre un chico que está convencido de ser un vampiro (y que es favorito personal del director y de muchos de sus seguidores), que de su más vista saga de los muertos vivos.

“Todos aprendimos del maestro Romero”, dice LaBruce. “Sus películas de zombies son extremadamente políticas. El mundo está tan monumentalmente jodido que es imposible no ser político en algún nivel. En Otto, la película de Medea es ese film de zombies político: está concebido como una crítica a la cultura gay que ha caído en el conformismo; está en contra del consumismo y el materialismo, de la cultura industrial que produce chicos desafectados, neutrales y disociados de lo que los rodea. Chicos que se sienten muertos por dentro. Creo que hay una nueva ola de homofobia en el pop, en el hip-hop, que la han vuelto a hacer aceptable y cool, y está todo ese nuevo fundamentalismo religioso. Max y Fritz, los zombies militantes de la película de Medea, vuelven entonces a la idea de un activismo y una revuelta gay política que se ha estado perdiendo en el movimiento de asimilación. Aunque ellos mismos aparecen en la mesa del desayuno; leyendo el diario de la mañana, zombies y gays que cayeron en estos típicos roles burgueses del matrimonio heterosexual. Ha sido la gran trampa del movimiento gay: esta tendencia a la aceptación, a ser tratados como todos los demás, y a terminar convirtiéndonos en lo mismo que representan los opresores.”

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