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Domingo, 13 de enero de 2002

LA IDEA ES GRATIS

Fantasmagoria

Gori es un tipo amable, espigado, toca muy bien la guitarra y, al cabo de una década de oficiar como escurridiza mano derecha de otros músicos más temperamentales, decidió fundar su proyecto solista. En 1992, cuando era un punk romántico de 18 años, editó un vinilo siete pulgadas junto a la agrupación Minoría Activa. Poco después formó parte de Autocontrol y, más tarde, de Fun People, donde el buen Nekro –hoy Boom Boom Kid– lo adoptó como al Johnny Marr de su microimperio independiente de hardcore vegetariano. Incluso llegaron a grabar un disco acústico a dúo. Pero aquella formación de Fun People se resquebrajaba y, entiéndase, a Gori no le gusta quedarse quieto. “Siempre grabo, intercambio ideas, me aburro y me voy”, explica el flamante líder de Fantasmagoria. “Por ahí me aburro muy fácil, pero eso está bueno. Soy muy inquieto. ¿Cuál es la idea de hacer dos discos hardcore iguales, por ejemplo? Yo siempre necesito esa vueltita de tuerca. La meta de muchos grupos argentinos es sonar como tal. Ni a palos. ¿Qué es lo que nos gusta de los Stooges? Que tenían personalidad. De eso se trata.”
Después de romper dos Gibson, Gori se dedicó a componer con la guitarra acústica y modeló las canciones que definirían el estilo de su proyecto: punk terso, rock and roll, swing porteño y blues sin lágrimas. Canciones ingeniosas, que cuentan historias pequeñas y describen comportamientos más bien difusos, personalidades huidizas, de tipos que no toman las decisiones acertadas y se meten en problemas que procurarán ignorar. Está jugando con fuego/ y apuesta fichas ajenas/ y quemaduras de primer grado, canta en la autobiográfica “Gori llamando a Río”, la narración de un desorden amoroso que le costó una novia. El tema está incluido en su primera producción independiente, cuya portada muestra un Chevrolet a contramano por alguna avenida de la ciudad. Delante de una guitarra que parece salpicar, el líder del trío –que completan Ignacio en batería y Gustavo en bajo y coros–, suelta versos de una extraña melancolía callejera, aunque cualquier arrebato nostálgico sucumbe ante la desfachatez adolescente de su manera de cantar: Ahora sube a un colectivo repleto/ pensando que un largo viaje le espera/ llega, come y se acuesta/ Y mira para afuera y ve, se escapa el verano/ Y ve pasar detrás un par de años más (“Mira para afuera”). “Se me ocurren muchas cosas en los colectivos”, admite Gori, con un vinilo de Cream y otro de The Undertones debajo de la axila. “Es un lugar donde no tenés nada que hacer más que esperar llegar a destino. Lo único que hacés es pensar. El 12 es mi colectivo preferido, de Pacífico a Barracas al fondo. Me gusta mucho ese recorrido. Alguna vez me habían preguntado dónde quería vivir y yo dije: En cualquier lado por donde pase el 12.”
El hecho de que el comienzo de su proyecto solista coincida con el estallido del modelo económico no parece atormentarle. “Es un quilombo, pero yo siempre estoy empezando con alguna banda. Ahora no sé cómo vendrá la mano, después del 20 de diciembre. No tengo idea. Intuía que iba a pasar algo, y musicalmente creo que también va a pasar algo. Se nota. Presiento que va a haber movidas de compañías, algún cambio. ¿Para qué lado? No sé. Pero me imagino muchas cosas.” Este jueves tocará en Cemento,junto a Adicta y Francisco Bochatón. Por lo demás, planea pasar el verano poniendo a punto las nuevas canciones en alguna sala de ensayos con aire acondicionado. No es precisamente un fanático de la playa, de modo que no se muere por ir a tocar a la costa. Es momento de usar el cerebro. “Las ideas son gratis”, susurra Gori. “Explotar la cabeza, olvidarse de la superproducción. Lo importante son las canciones.”
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