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Domingo, 13 de enero de 2002

LA GRASA DE LAS CAPITALES

Capri

Ariel Aguisky, el chico conocido como Capri, es una rara especie de la zona del Botánico, un perfecto desconocido de ojos azules para casi toda la Argentina y un artista con proyección global para ciertos reputados productores del Primer Mundo. El alemán DJ Hell, propietario de Gigolo Records, puso el dedo sobre este porteño de 24 años y el mes próximo editará su primer simple –Deformator Plus– en Europa, Estados Unidos y Japón (acá se conseguirá importado). Chris Allison, productor de Beta Band, Coldplay, Plastilina Mosh y dueño de la discográfica Sonic 360, es otro de los interesados, y muy probablemente sea el editor de su primer disco larga duración, Panorama 2080. ¿Qué hay detrás de este pequeño fenómeno de la periferia electrónica de principios de siglo? En principio, un proceso de composición bastante doméstico: “Estás tomando la leche, chequeás el mail, ves tu teclado, tocás un poquito, subís el volumen, te empezás a copar. Después te bañás, volvés y ahí sale el tema”, recita Ariel, levantando los hombros, como si repasara los pasos de un asunto ajeno a su voluntad. “No tengo un gran estudio: dos teclados, una computadora y una consola para mezclar. Tengo pocos aparatos, pero les saco bastante jugo.”
La música de Capri es la consecuencia de su fascinación por el funk, el pop sintético de los 80 y la prepotencia del dance más hitero. Al momento de citar influencias, el autor menciona a Herbie Hancock, Michael Jackson, Daft Punk y el Charly García de dos décadas atrás. En efecto, el niño vocoder (tal su seudónimo en ciertos círculos de la noche porteña) es capaz de traducir a un sonido moderno la arrogancia popular de la música disco, traspasando por momentos los límites de aquello que los paladares negros considerarían grasa. “Tiene unas partes muy épicas, de emoción y, sí, llega a ser grasa”, concede Capri. “Me propuse que tuviera cosas bien exuberantes, zarparme. Es un disco bastante energizante. Lo grasa tiene que ver con mi costado más infantil. Es como mostrarles a tus amiguitos que tenés un juguete importado, a pilas, pero a la vez es decir: Mirá lo que puedo hacer con esto”.
Panorama 2080 es un tratado de sensualidad grotesca, de furor sobre zapatos de plataforma. Algo retro, algo futurista, saboteador de todo excepto del ritmo. “Tiene algunas letras un poco rebuscadas, que pueden parecer tontas, pero reflejan la frivolidad que se mueve en ciertos ambientes de la electrónica”, revela Capri. “Hay sectarismos que me parecen unas estupideces tremendas. Mucha rivalidad y amistades falsas. Es un sector reducido, pero suele tener mucha prensa, y después la gente cree que los músicos son todos disc jockeys y los disc jockeys son todos músicos. Hay una confusión bastante grande. Los disc jockeys son algo muy importante dentro de la industria de la música, pero los medios los llevan al plano de la composición musical, y así se pierde el valor de la creación. Me han llegado a decir: Ah, ¿sos músico?, ¿no sos disc jockey? No, a mí me gustan los disc jockeys.”
Ariel es, además, el dueño de un sello discográfico de aparición inminente, Malevo Records, que se encargará de publicar a algunos de los artistas más alentadores de la escena electrónica local. Por supuesto, el corralito no estaban en los planes. “De todas maneras, la idea del sello siempre fue expandirse hacia afuera”, dice él. “Ahora es complicado tenerapoyo financiero local, pero no voy a dejar de abrir el sello. Acá uno aprende a adaptarse y a hacer magia con lo poco que tiene.”
www.caprimusic.com.ar

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