Dom 22.03.2009
radar

> LA TEMPESTAD DE GIORGIONE EN VENECIA

¿Quiénes son? ¿Qué hacen allí?

› Por Mary McCarthy

La inmovilidad del tiempo en Giorgione posee un carácter parcialmente idílico. Pero el idilio está cargado de presentimiento, otro síntoma de acidia. Este presentimiento se aprecia en La tempestad, que en su día recibió el nombre de El soldado y la gitana, en la luz pálida y la peligrosa quietud del momento, en el ojo de una tormenta, cuando los elementos parecen frenarse como si pretendieran reunir fuerzas. El reflejo irregular de un rayo recorre el cielo verdoso, mientras que en un primer plano una especie de falsa luz solar ilumina una escena plácida. El grácil soldado vestido con chaqueta roja, en actitud alerta como un heraldo, la gitana desnuda, el niño siendo amamantado y el agua verde del río bajo el puente de madera permanecen absolutamente inmóviles, como si no fueran conscientes de las fuerzas que están a punto de desatarse sobre ellos.

Algo aterrador está a punto de suceder; eso sugiere el cuadro, que deja al espectador petrificado en el sitio, del mismo modo en que el curioso grupo está enraizado en el paisaje. Sin embargo, este aspecto es el más curioso: no están enraizados, sino que parecen haber sido ubicados allí por accidente. “¿Quiénes son?” “¿Qué hacen allí?” La escuela actual de la crítica literaria pretende eludir esos interrogantes. Se espera que observemos esta escena extraordinaria únicamente desde un punto de vista cromático. Pero un Giorgione siempre inquieta. El hombre y la mujer son una pareja extrañamente despareja y los separa una gran distancia. ¿Es él su traidor o ha sido enviado para custodiarla? ¿Contra qué? Su atractivo perfil no denota nada; es una actitud, una postura. Pero los ojos de la mujer se clavan en nosotros, inmóviles, de guisa acusadora; su barriga hinchada y el niño mamando agregan una nota sombría de realidad al fantasmagórico entorno. El cuadro se asemeja a la mordedura de un áspid. “Esto es obra tuya”, parecen decir el cuerpo de la mujer y sus ojos inmutables. ¿Al espectador? ¿Al galante soldado? La premonición se distancia de la tormenta que acecha sobre sus cabezas y, por una misteriosa inversión, se adosa al pasado: algo horrible ha acaecido y se ha fijado para siempre.

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