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Domingo, 21 de junio de 2009

> MILAGRITOS LóPEZ, LA CUBANA QUE LO PARIó

Milagro de radio

 Por Natali Schejtman

Como repiten las voces en estos días, con la muerte de Peña se fueron unas cuantas personas más, esos personajes con historia y entidad propia que ayudaron a convertirlo en una figura insoslayable en el espectáculo argentino. Quizá la más singular, querida (también por Peña) y profunda haya sido Milagros López.

Ella fue, de hecho, la cubana que le quitó el sueño a Lalo Mir cuando viajaba en avión, como un pasajero más. Un día decidió ir a conocerla, y se encontró con el joven y prolijo Fernando Peña: “Como personaje, Milagros López era tan rotundo que cuando yo lo vi a él hablando por el teléfono del avión, tuve una especie de flash, no lo creía. Nunca lo hubiese imaginado, y eso que yo sé que en radio muchas veces lo que es no lo es, sólo lo parece, porque es lo que se induce a creer que es a partir de la voz. Fue una especie de decepción: yo me esperaba una morocha cubana y me apareció un chabón de un metro ochenta, uniformado, impecable. Pero no tardé en recomponerme”.

Milagros López se fue construyendo en el tiempo. La primera idea de Lalo era que diera consejos a los viajeros: “Milagros construyó una identidad. Era un personaje en serio. Yo retrasé mucho la comunicación a la prensa de que Milagros era un tipo... Fernando insistía y yo le decía que esperara”.

Milagros fue una gran amiga de la Negra Vernaci, por ejemplo, según contó ella en el programa de homenaje que le dedicó a Peña. También contó historias, como cuando la gente se amontonó en la puerta, a la salida del programa, porque a la señora se le había hecho fama de sanadora al aire.

En otra ocasión, Milagros llamó por teléfono a Lágrima Ríos –la fallecida cantante uruguaya, a quien Peña trajo a la Argentina– sin decirle que ella en realidad no era ni mujer ni cubana. La artista se lo creyó sin más y le cayó de lo más bien.

Milagros llegó a tener su programa propio. Carlos Ulanovsky la llevó a Radio de la Ciudad, rendido ante un personaje de esa carnadura y esa identidad. Todavía ahora se la podía escuchar en Radio Nacional con su programa La vereda tropical. Allí, con otro ritmo y un recorte musical de antología –en donde los boleros marcaban terreno–, Milagros desplegaba toda su intensidad y sentimiento, entre velas y luces bajas.

Peña gustaba de hablar y definir a sus personajes. En una entrevista que dio a Radar, dijo de Milagritos: “Milagros López es la abuela que todos queremos tener. Yo a veces juego a imaginarme cómo será Milagros, como si Milagros existiera: ¿cuál será su pecado peor?, ¿se hace la paja? No... Sabe lo que es, porque no es boluda, y no es una negadora, pero nunca pasaría por esa bajeza de meterse los dedos en la concha. Sus pensamientos más oscuros de pronto son tan oscuros que ella no puede penetrarlos. Para mí, uno puede penetrarlos cuando ves la baranda de la escalera que te lleva al sótano. Pero cuando ni ves eso, está tan oscuro que sos Alicia en el país de las maravillas. Ella es muy clara. Convive mejor en el lado claro. No tiene sexo durante un mes o dos años con el marido y quizá se saca las ganas haciendo una torta. Clausura bien sus zonas sexuales”.

Pero su creador no era el único que se imaginaba cómo sería Milagritos. Para Lalo, el fenómeno de la cubana, potenciado por su programa de radio propio, es más que curioso: “Muchísima gente, audiencia de AM, todavía hoy no sabe que Milagros era Peña. Era la cubana perfecta”.

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