Domingo, 15 de noviembre de 2009 | Hoy
Por Oscar Pintor
Podría decirte que de los fotógrafos argentinos Humberto ha sido maestro. Cuando empecé a hacer fotos en serio, como expresión personal, yo tenía casi cuarenta años, y él ya estaba establecido. Al poco tiempo se fue a vivir a España, pero seguimos en contacto y fue muy importante contar con su opinión, cuando yo viajaba o él venía. Nos encontrábamos periódicamente.
Humberto, después de su trabajo en el Di Tella, instaló un estudio de foto publicitaria, ahí lo conocí, contratando sus servicios, para una agencia donde yo trabajaba. Pero en ese momento a mí ya me estaba empezando a interesar mucho la fotografía como expresión, así que inmediatamente empezamos una relación como fotógrafos. Yo le llevaba las primeras fotos que empezaba a hacer, y él las veía pero en vez de criticarlas, o decirme cosas, me pedía una copia de la que más le gustaba. Me cambiaba una mía por otra de él, que ya una persona muy importante. No era de elogios fáciles, pero de alguna manera demostraba que mis fotos le gustaban porque me las cambiaba, decía: “Me gusta ésta, elegite una mía”. El no era un teórico de la imagen, yo tampoco lo soy, no tenemos muchas palabras. Nos gusta o no nos gusta, ésta es muy buena o ésta es falta de tal cosa. No había demasiada literatura.
Ha sido un tipo muy generoso. Cuando lo conocí formamos un pequeño grupo de intercambio, y él impulsó una muestra en España con los que formábamos parte. Estábamos Escapini, Travnik, Sicardi, yo y él, y expusimos en Tarragona por el entusiasmo que tuvo él de llevar nuestras fotos allá. Esto fue a principios de los ‘80. El hacía varios años que estaba en España.
Lo que más me impresionó era su profesionalidad, su perfección, su manejo increíble de la técnica. Una foto no sólo te llega por su tema, y eso pasaba con sus fotos: impresionan por su calidad, su cuidado, eran impecables. Además de lo vasto de su obra, no paró nunca de fotografiar. Cada vez que nos juntábamos tenía toneladas de material nuevo, ha sido muy prolífico. Una obra completa digamos. Sus retratos, sus paisajes, sus naturalezas muertas eran perfectas. Me marcó por eso, aunque nunca llegué a esa calidad técnica que él tenía.
En septiembre de este año fui a verlo a Barcelona. Hacía tres o cuatro años que no lo veía, fuimos con su mujer a verlo al lugar donde estaba, un geriátrico. El ya no reconocía, estaba, digamos en otro mundo. Su problema estaba muy avanzado, pero tuvo unos gestos de aceptarme. Agradezco haberlo visto en los últimos tiempos de él. Hubo un momento muy emocionante y creo que me reconoció.
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