Domingo, 3 de octubre de 2010 | Hoy
Por Pablo Trapero
Los 200 años pueden ser motivo de celebración y, como cualquier ceremonia que recuerda una fecha, una imposición. Llega el momento y nos sentimos un poco obligados a reflexionar sobre lo sucedido en ese tiempo, siguiendo la fecha que se expone en el DNI, por ejemplo. El Bicentenario es difícil de definir. Son los 200 años de la Revolución, no los de la Independencia, y no se sabe bien en qué momento es que la Argentina se convierte en lo que es hoy en día.
El cuento de Nómade es el de un malentendido. Cuando empieza el corto, estamos en el set de filmación de una película que intenta celebrar un episodio histórico. Pero hay una confusión en sus protagonistas, se hace un corte en el rodaje, y durante el descanso el desconcierto parece extenderse. Están los tobas que actúan en la película, pero que se suponen que son ranqueles en la ficción y están asentados en una zona geográfica que no corresponde ni a tobas ni a ranqueles. En la actualidad, nadie parece conocerlos bien, y cuando se investiga el tema y la época, no se encuentran muchos datos concretos, o peor: en algunos casos hay datos que se dan por ciertos, pero sobre los que existen versiones distintas y muy contradictorias. Ese malentendido del que habla el corto es, en definitiva, un malentendido más de nuestra historia. Para los pueblos originarios, ¿qué significó la Independencia, qué significa hoy día la Argentina, qué les ha dado y cuánto les ha quitado la Revolución protagonizada por criollos y antiguos colonizadores?
El corto reflexiona sobre cómo vemos desde la actualidad lo que se supone que fue nuestra historia. Con qué liviandad e insolencia, con qué falta de precisión. Los recuerdos compartidos parecen ser los aprendidos en la escuela primaria, y ese sentimiento de comunidad y sociedad parece basarse en recuerdos frágiles y dispersos.
La cámara, en un movimiento continuo, acompaña el viaje del personaje más afectado por esta confusión: Tonolec, el descendiente de indígenas tobas que participa de la filmación, y que pasa del set cruzando la autopista –esa realidad que tiene tan poco que ver con sus raíces– a su realidad actual, al barrio humilde en el que vive, para luego llevar las sobras del catering de la filmación a un comedor comunitario. Nómade se presenta al espectador también como una experiencia sensorial. El hipnótico movimiento sigue a Tonolec y deja adivinar cómo él y sus ancestros han quedado perdidos, enredados en la historia.
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