LA RETROSPECTIVA DEDICADA A JEAN-LOUIS COMOLLI
› Por Hugo Salas
Quienes hayan dejado pasar la oportunidad de conocer su trabajo como cineasta en la Muestra Euroamericana de Cine, Video y Arte Digital (Meacvad) de 2007, o todo aquel que –deslumbrado– se haya quedado con ganas de más, indudablemente encontrarán revancha en uno de los platos fuertes de esta décima edición del DocBsAs: una retrospectiva dedicada a la obra documental de Jean-Louis Comolli. Este intelectual y crítico supo dominar, junto a Narboni, la línea teórica de los célebres Cahiers du Cinéma en los convulsionados años post-Mayo (cuando la insistencia en el autor como genio cedió paso a la reflexión sobre las condiciones ideológicas de la producción). A fines de los ‘60, comenzó también una carrera como cineasta que termina de consolidarse férreamente paralela al auge de la imagen electrónica, como medio más ligero, más directo y, también, más accesible, en particular durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del presente. A la fecha, más de 40 películas integran su compleja y apasionante filmografía.
Bajo el título de un libro que también habrá de presentarse en el marco del festival, Cine contra espectáculo, el programa reúne 11 de sus películas, donde se ilustra el principal postulado que anima el trabajo de Comolli como cineasta: la noción de que no todo puede ser mostrado o visto y que no hay forma de construir imágenes para cualquier cosa. Así, cuando muchos de sus colegas se embarcarían en complejas reconstrucciones, animaciones o diversos modos de representación de aquello que no tiene imagen, el arduo polemista prefiere quedarse con el testimonio desnudo, la exposición del documento, la huella de la representación imposible. La historia del cine (en particular, la del cine que claramente elige desde su crítica) y el seguimiento de procesos, sobre todo procesos intelectuales (entre otros, ha filmado al arquitecto Pierre Riboulet, al chef Alain Ducasse, al músico Michel Portal y al historiador Carlo Ginzburg), son –por así decirlo– los otros dos pies del trípode que sostiene la cámara de Comolli.
Esta perspectiva llega a una formulación particularmente directa y llana en Ante los fantasmas, de 2009, el más reciente de sus trabajos. En él, Sylvie Lindeperg, crítica e historiadora, es filmada en la reconstrucción del proceso durante el que indagó los modos en que Alain Resnais llegó a realizar Noche y niebla, su célebre cortometraje sobre los campos de concentración de la Alemania nazi. El tema, en el abordaje de Comolli, son tanto el horror histórico como el desarrollo cinematográfico de Resnais, la condición ética de aquellas imágenes de archivo de los campos y el proceso intelectual de la propia Lindeperg ante los documentos y materiales que constituyen el núcleo de la investigación. De manera similar, en La última utopía. La televisión según Rossellini (2005), lo filmado es tanto una investigación sobre las consideraciones que llevan al gran director italiano a oponer, a la concepción “espectacular”, una función “pedagógica” del cine, como el propio Comolli en su trabajo de investigar y reconstruir esa gran aventura. A un interés similar por los individuos embarcados en dar respuesta a distintos interrogantes se ciñen también, cada una a su manera, Nacimiento de un hospital (1991), que sigue el trabajo de Riboulet construyendo un centro de salud y El concierto de Mozart (1997), sobre Michel Portal.
Estos procesos individuales encuentran un correlato social y colectivo en los procesos y enfrentamientos políticos, ya sean históricos o actuales, otro tema recurrente de Comolli. La compleja intersección entre los vericuetos del sistema judicial y el papel de los medios de comunicación, ya sea en Francia (Juegos de rol en Carpenteras, 1997) o en Italia (El caso Sofri, 2001), la fallida revolución española en Buenaventura Durruti, anarquista (1999) y los entretelones de la política marsellesa en Marsella en marzo (1994), La cuestión de las alianzas (1997) o Las claves de Marsella (2007) –parte, estas tres, de una serie mayor sobre la ciudad francesa prácticamente desconocida en Argentina–, son abordados con el mismo interés, la misma atención y la misma agudeza que las personas y sus inquietudes individuales.
Quizás uno de los sellos más distintivos del documentalismo de Comolli, en el que se advierte la clara influencia de Rossellini, sea la búsqueda de una imagen cuya belleza provenga de su claridad, justeza y precisión, el afán de hacer del cine una ventana al mundo antes que una fábrica de sueños. Sobre éstas y otras cuestiones seguro disertará en el seminario que, sobre las hipótesis abiertas en Cine contra espectáculo, dictará durante su estadía en Buenos Aires.
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