LA OBRA DE JOAQUIM JORDá, EL DOCUMENTALISTA DE LA MEMORIA ESPAñOLA
› Por Mariano Kairuz
El español Joaquim Jordá murió hace cuatro años siendo todavía un desconocido para muchos en su propio país. La presencia de su obra en esta edición del docBsAs (con la primera retrospectiva integral que se le dedica en Latinoamérica) no podría ser más afín al espíritu de la muestra: para Jordá no hubo nunca una verdadera distinción entre documental y la ficción.
Formado durante un tiempo en la Cinemateca de París (la misma de la que se alimentaron los nuevaoleros franceses), acuñó la frase que la Escuela de Barcelona tomaría como slogan: “Como no podemos hacer Víctor Hugo, hacemos Mallarmé”. Pero –según explica el curador de su retrospectiva porteña, Fran Gayo– Jordá no la pronunció a modo de provocación, sino que había tomado conciencia de “la imposibilidad de hacer un cine con apego a lo real en una España aún a las puertas del tardofranquismo”. Con la Escuela de Barcelona, que estaba compuesta por un grupo de artistas jóvenes de familias acomodadas, se propusieron hacerle la guerra al cine franquista y como alternativa al llamado cine “mesetario”, que también se oponía al régimen golpista (y ha dado algunas grandes obras, aclara Gayo), pero no tenía las aspiraciones rupturistas de los barceloneses. Codirigido junto a su amigo Jacinto Esteva, su experimento formal (y primer largometraje) Dante no es únicamente severo (1967) fue ignorado por el público y maltratado por la crítica. “A mí me sorprende la mala prensa que tiene una película como Dante”, dice Gayo. “La película cuestiona las estructuras narrativas convencionales de manera agresiva y con un claro posicionamiento político. Pero las revistas Positif y Cahiers la mataron; la Positif la calificaba de “peliculita franquista”. Suele decirse que tras esta experiencia Jordá se alejó de la Escuela de Barcelona por considerar a sus compañeros de grupo un puñado de snobs y elitistas, pero las razones son un poco menos transparentes, dice Gayo. “Hay diferentes versiones: que no le interesaba el homenaje explícito a los directores adorados; o mantener esa estética publicitaria de los comienzos y que hubo un momento de quiebre”, explica el curador. “Pero también se habla de presiones de la dictadura. Su primer corto, Día de los muertos, fue censurado, y hay una anécdota que no está del todo clara pero según la cual, en una rueda de prensa hizo unas declaraciones en catalán, y le pusieron una multa de lo que entonces eran muchas pesetas, y que venía de Manuel Fraga Iribarne, figura de creciente importancia en el Ministerio de Cultura. Nunca se sabrá, fue una acumulación de cosas.”
Lo cierto es que los cambios de rumbo de Jordá fueron una marca de su obra y su vida. “Con su obra cerrada, vemos una línea que para el espectador medio que lo siguió de película a película, habrán parecido saltos un poco abruptos. Jordá podía hacer Dante y de repente irse a Italia a hacer cosas con el Partido Comunista; volver a España y hacer Numax presenta. También hay saltos ideológicos, de una corriente marxista a una más ácrata-anarquista. Pero hay una serie de constantes: yo tengo la sensación de que uno de sus planteos más importantes consistieron, como menciono en el título de la retrospectiva, La memoria robada, en reformular la memoria, cuestionar la memoria como algo que se nos lega; poner la memoria consensuada constantemente en tela de juicio.”
De vuelta en España, en 1979 hizo Numax presenta..., un documental militante de la transición, en el que sigue el día a día de los obreros que han tomado la fábrica barcelonesa de electrodomésticos Numax SA, tras el abandono por parte de sus dueños. Jordá volvería a buscar a los protagonistas de aquella experiencia para filmar Veinte años no es nada (2004), y mostrar qué fue de sus personajes, que juraron no trabajar nunca más para un patrón (juramento que muchos mantuvieron sin sumirse en la miseria, aunque con suerte dispar). Víctima de un infarto cerebral en 1996, Jordá ubicó su preocupación por los laberintos de la mente en el centro de dos grandes películas: Monos como Becky (1999) y Al otro lado del espejo, que tuvo un estreno póstumo en 2006. Pero para el espectador argentino que no tuvo oportunidad de ver ninguno de sus films, Gayo recomienda no perderse especialmente El encargo del cazador (“si se ve haciendo un juego de espejos con Dante, es demoledora: es como volver veinte años después para ver qué fue de todos esos jóvenes airados y muy lindos que salían posando en la cámara en su primer largo, y se recupera la figura de Jacinto Esteva, que nunca va a ser lo suficientemente recuperada: es uno de los grandes malditos del cine español”) y la obligatoria De Nens, que revela la manipulación de un caso judicial por los medios y las autoridades, movidos por intereses urbanísticos y económicos: “Es la película de un maestro. A partir del juicio a un pederasta en Barcelona extrae todo lo que extrae, y la seguridad con que se mueve a la hora de relacionarse con el caso y con la persona que está en el banquillo de los acusados. Jordá plantea una visión sobre el urbanismo y sobre la pérdida de la memoria de lo que fue Barcelona previo a las olimpíadas, y consigue una película que además es muy entretenida, aún con sus tres horas de duración, y tiene uno de los planos finales más demoledores del cine contemporáneo”.
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