Domingo, 5 de diciembre de 2010 | Hoy
Es el gran director porno de la Argentina, pero su carrera es mucho más vasta que eso: es egresado de la escuela de cine del Incaa durante los años de plomo, estudió en Cine Liberación con Pino Solanas, fue dueño de una distribuidora de VHS que trajo películas de primera que nadie traía y hasta filmó comedias de hotel alojamiento antes de entregarse a su obra más reconocida, que incluye títulos como Las tortugas Pinja, Los Porno SinSon y Los Pinjapiedras. Ahora, para coronar su carrera, Víctor Maytland actúa de sí mismo en una ficción ajena que lleva su nombre: Maytland.
Por Alfredo Garcia
Su verdadero nombre no es Víctor Maytland, pero luego, casi todo lo que se ve en la película que porta su apellido, créase o no, se parece bastante a la realidad.
Estamos hablando del único auteur del porno nacional, realizador de films de culto como Las tortugas Pinja, Los Porno SinSon y Los Pinjapiedras.
Nada menos que el factótum del único reality porno del cable argentino, Expedición Sex, que, igual que tantos cinéfilos, empezó su carrera estudiando cine en el CERC (ahora Enerc), es decir, la escuela de cine del INC (ahora Incaa) durante los años de plomo de la década del ’70, donde un militar les preguntaba a los estudiantes si preferían John Ford o Pasolini para ver si los dejaban seguir estudiando o no.
No se sabe bien qué respondió Maytland, aunque se descuenta que dada su vasta cultura cinematográfica debe ser un fan de ambos realizadores clásicos.
Si se tiene prejuicios, se puede decir que el porno no es un auténtico género cinematográfico. Incluso, si se es liberal, se podría decir que la trilogía “Pinja” de Maytland no está a la altura de gemas clásicas del cine como Behind the Green Door, de los hermanos Mitchell. De lo que no se puede dudar es del dato objetivo de que de varias generaciones de egresados de la escuela de cine del Instituto Nacional de Cinematografía, el único que hizo algo para que un largometraje lleve su nombre es Maytland.
Pero Maytland no sólo hizo porno. En realidad empezó por la picaresca típicamente criolla “muy al estilo Sofovich”, como dice él. Siempre con algo de su cultura cinéfila, ya que, desde su título ¿Y dónde está el hotel?, plantea una combinación entre las típicas películas de hotel alojamiento –género que sólo se conoce en la Argentina, ya que en otras latitudes no hay hoteles alojamiento– y las comedias de Zucker, Abrahams (creadores de ¿Y dónde está el piloto?). Corría la época de hacer largos en video para el circuito por entonces tan cotizado del VHS –los videoclubes pululaban cual supermercado chino del Buenos Aires del siglo XXI– y Maytland metía varios títulos en este tono sexy pero nada explícito, con películas como Más loco que un crucero o Isla se alquila por hora.
Otras producciones raras y poco conocidas de Maytland: el documental deportivo Héroes otra vez, producido con un arreglo con la RAI sobre el Mundial de Fútbol ’90 –Maytland tomaba el material documental y lo remixaba a gusto, parece–, y luego también hay algo de documental y comedia, o de barbaridades televisivas, en las llamadas Trampas para gatos, donde un actor o personalidad famosa era sometida a humillaciones y bromas tipo cámara sorpresa, incluyendo una escena de Jacobo Winograd mostrando el chizito en su afán de demostrar que aunque sea llegaba a plato salado (¡con perdón por la metáfora de gusto dudoso!). Aquí tenemos un punto de difamación al pobre Maytland: lo acusaron de haber copiado a Tinelli, pero el realizador –al que se lo puede acusar de todo menos de no ser original– aclara los puntos con firmeza hasta el día de hoy: “Yo lo hice al menos tres años antes que Tinelli”.
Hay otro terreno en el que también descolló Víctor Maytland, y que se conoce aún menos: el de distribuidor cinematográfico en VHS de films de culto. Su sello Arrakis –bautizado por el planeta de Duna, el libro de Frank Herbert, o de la película de David Lynch, según se quiera ver la influencia– distribuyó películas tan buenas como Los marginados, de Coppola, las de zombis de George Romero, y hasta Tommy, de Ken Russell, sobre la ópera rock de The Who, e infinidad de títulos que no era común encontrar en los videoclubes argentinos. Esto duró entre 1988 y 1993, y obviamente fue el sello Arrakis el que se encargó de distribuir la producción porno “Pinja” de Maytland. Que antes de avanzar a la producción propia se ocupó de un extraño refrito: el Anuario Porno, que incluía lo mejor del porno extranjero editado por Arrakis durante el año (pongámosle, 1989) para luego entremezclar esas escenas foráneas con secuencias porno producidas y dirigidas por el autor. En uno de los momentos culminantes del Anuario venían los bloopers, donde una actriz porno mostraba lo que puede pasar si una estrella se dispone a hacer sexo anal constipada (el resultado lo dejamos a la imaginación del lector ya que, como diría el diario La Nación, es una imagen de gusto muy dudoso).
El Anuario se vendió lo bastante bien como para que Maytland se disponga a encarnar su famosa trilogía “Pinja”. Las tortugas Pinja fue lanzada como el primer film porno argentino, aunque Maytland sabe que antes hubo otro experimento, menos de culto y aun menos visible, nada menos que El Pitulín Colorado, con el que nuestro cineasta no quiere ser confundido en absoluto por las características abismales del producto.
Porque a diferencia de El Pitulín Colorado, en las películas de la trilogía “Pinja”, además de sexo explícito, hay extraños y cuidados efectos de maquillaje y vestuario para lograr que actores y actrices estén desnudos sin descuidar su identidad de personaje caricaturesco. Lo más bizarro de todo esto quizá sean los maquillajes para convertir al cast de siempre de Maytland en la familia SinSon, incluida a la anunciada “primera estrella porno argentina, Samantha Ray”, que no se negaba a nada en las películas, pero luego temía dar notas a cara descubierta a la prensa: “Es que alguien podría reconocerme”, argumentaba, como si la gente no hubiera podido reconocerla viendo la película.
Los Porno SinSon está perdida, salvo tal vez por una copia que el coleccionista y archivista Fabio Manes le birló al crítico Diego Curubeto, y que aún, tantos años después, le sigue pidiendo que le devuelva. Maytland, consultado, pide humildemente a Manes que le presente el incunable para volver a reeditarla en DVD.
Curiosamente de esta trilogía, la única que se menciona –y de la que se muestran algunas imágenes– en Maytland, la película del director Marcelo Charras que se estrenó esta semana y lo tiene como protagonista, es Las tortugas Pinja, tal vez por ser la primera, tal vez porque la historia que se ve en el film sobre la obsesión del hijo de Maytland por verla, es básicamente cierta.
“Es que todo el 90 por ciento de lo que pasa en Maytland es verdadero”, dice el cineasta. “Luego, yo no dirigí el film, si no, hubiera agregado más de Los Pinjapiedras, que es mi favorita de las tres.”
Algo que llama la atención del film Maytland es lo bien que el director actúa de sí mismo. Víctor concuerda en que lo más obsceno son sus tomas topless en una pelopincho. “Yo estuve muy enfermo, y bajé como 20 kilos, casi se podría decir que para esas escenas tuve que engordar cual Robert De Niro en Toro salvaje.”
Este bicho de la actuación parece que le ha picado a Maytland, ya que luego de dedicarse al estreno y distribución de su último largo en DVD, Exxxterminio (un homenaje al film de zombis de Danny Boyle), el director asegura que su próximo paso es ser standing comedian.
Obviamente, un standing comedian bien, pero bien “Pinja”.
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