Dom 15.05.2011
radar

Inmejorable, Trillo

› Por Juan Sasturain

Carlos fue un escritor talentoso y una buena persona. No en ese orden; más bien en ese desorden. No es poco; casi es demasiado, como habrán atestiguado y podido comprobar –acaso sin decirlo– tantas y tantos. Quiero decir que era –en el buen sentido de la palabra– bueno. A lo Machado. Y serlo lo eximía de demostrarlo. Suele ser al revés.

Por eso a mí me gusta recordarlo, entre muchas, por dos cosas que decía y escribía. Una es el uso literal, irónico y ambivalente, del adjetivo calificativo “inmejorable”. Servía para zafar con elegancia socarrona ante el apriete ansioso que busca –no soporta sino– opinión, juicio favorable. Lo pinta entero: la ironía inverificable, el impasible ademán verbal que corrobora una vez más lo inevitable de (casi) todo. La sabiduría, que le dicen.

Otra cosa es –lo he contado otras veces, es una probable boludez– el empleo que hacía de una frase de Truffaut sacada de un momento de transición en sus inolvidables diálogos con Hitchcock: “Ahora hablemos de las cosas que nos gustan”. Lo usó como acápite de una sección miscelánea que tenía, en los ‘70, en alguna de las revistas de Record. Y significa, en él, en cualquiera, una elección inteligente por la salud de la comunicación y del hígado y aledaños.

La última vez que hablamos de algo importante fue de su envidiable colección completa de La pequeña Lulú (imbéciles, abstenerse de sonreír), hace unos meses. Esa historieta es una de las (pocas) cosas que pueden dividir a la Humanidad entre necios y gente que sabe de qué se trata. Un test, digamos.

Carlitos: los integrantes del club del gordo Toby te prometemos memoria sonriente y amorosa. Nuestro cariño es como puede y debe ser: inmejorable.

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