Domingo, 28 de agosto de 2011 | Hoy
> ANONYMOUS, EL ALIADO INVISIBLE DE WIKILEAKS
La Wikiguerra empezó el día que un soldado llamado Bradley Manning, asignado al área de inteligencia del ejército, sustrajo información de una red que compartían 500 mil empleados del gobierno de los Estados Unidos y esa información llegó a WikiLeaks, un sitio fundado por un ex hacker que se dedica a publicar documentos secretos. Entre los cientos de miles de cables sustraídos por Manning había documentos sobre las guerras de Irak y Afganistán; y como ninguna guerra es prolija, la información dejaba mal parado al gobierno estadounidense. También había cables diplomáticos llenos de opiniones positivas y negativas sobre distintos hechos y personas, salpicados con jugosos detalles desconocidos. Las opiniones negativas, miles y miles de ellas, y los datos desconocidos, justamente porque lo que no se dice en público suele ser lo más comprometedor, dejaban al gobierno de los Estados Unidos en una situación incómoda.
Para responder a esta amenaza, el gobierno hizo dos cosas. Por un lado bajó línea por medio de sus voceros autorizados para que aseguraran que la información era puro chisme, y ordenó a los demás empleados que no hablaran del tema. Por otro lado, el Pentágono contrató una importante firma de abogados y lobbistas y una reconocida consultora de seguridad –que es, además, una de las principales contratistas de las fuerzas armadas y de las agencias de inteligencia– para atacar a WikiLeaks. A su vez, la consultora de seguridad subcontrató ciertas tareas a un grupo de empresas especializadas en cibercrímenes de alta tecnología. Esas empresas presentaron planes como el lanzamiento de una campaña de desinformación, filtrando documentos truchos de WikiLeaks y denunciándolos después. O trabajar en las redes sociales para obtener información sensible sobre los miembros de WikiLeaks para explotar sus debilidades. O perseguir a todas las personas que hicieran donaciones a WikiLeaks porque las transacciones financieras son más fáciles de rastrear.
¿Y cómo sabemos todo eso? Porque WikiLeaks tiene un aliado. En realidad tiene el apoyo de toda la cultura pirata de Internet, miles y miles de militantes del ciberanarquismo que se unieron, primero, para defender la descarga de música, después de libros, cine, deportes... y ahora de secretos. Pero, puntualmente, WikiLeaks tiene el inestimable apoyo de un grupo de hackers llamado Anonymous que velan por la libertad en la web. Estos hackers tienen fama de poder atacar cualquier sistema informático que se propongan. Cuando Visa, MasterCard y PayPal cerraron sus cuentas para procesar las donaciones a WikiLeaks, Anonymous lanzó un ataque cibernético devastador contra esas compañías.
Bueno, resulta que una de las empresas subcontratadas para atacar a WikiLeaks tenía un presidente al que le gustaba hablar demasiado. En una entrevista dijo que no le resultaría difícil penetrar en la organización de WikiLeaks y que, de hecho, ya lo había logrado con Anonymous, y que había identificado a los líderes del grupo de hackers. Anonymous respondió con un comunicado: dijo que este señor había querido robarse la miel. Al hacerlo, había alterado la colmena y ahora las abejas lo iban a picar. Al mismo tiempo, el grupo subió a la web un archivo completo con todos los e-mails y documentos internos de la empresa, e incluyó un motor de búsqueda para facilitar las cosas. Por medio de esos textos nos enteramos de la ofensiva del Pentágono para ganar la Wikiguerra.
Mientras tanto, Manning sigue preso en una cárcel militar de Virginia. Lo habían acusado de robar secretos del gobierno o algo así, una felonía castigada con no más de cinco años de cárcel. En realidad, esa imputación era una excusa para ganar tiempo. Después le sumaron los cargos de espionaje y colaboración con el enemigo, delitos penados con la muerte, aunque el fiscal aclaró que no va a solicitar la pena capital. Lo que buscan, además de una pena ejemplificadora para Manning, es que el soldado entregue a Julian Assange, el fundador de WikiLeaks. Los estadounidenses todavía no saben cómo los documentos obtenidos por Manning llegaron a WikiLeaks.
Pero para condenar a Manning por traición, aun con toda la presión del gobierno para que así ocurra, la fiscalía la tiene muy cuesta arriba. Encontrar el vínculo entre Manning y Assange sería apenas un primer paso. Después hay que demostrar que WikiLeaks es un enemigo. Ahí chocan con los grandes medios y con el lobby por la libertad de expresión. Porque Assange no robó nada. Hizo algo que siempre hicieron los medios: publicar información secreta. Por eso lo buscan por crímenes sexuales, en un caso muy raro en el que el supuesto delito ocurrió como parte de relaciones consensuadas. La Justicia británica aceptó el pedido de Suecia y ha ordenado su extradición.
Los cables siguen dando la vuelta al mundo y cada vez más medios los usan. El relato del embajador estadounidense sobre la vida corrupta del dictador tunecino disparó un alzamiento que se extendió a toda la península arábiga, derrocando o poniendo en peligro a un importante número de aliados no democráticos que los Estados Unidos tienen en Africa y Medio Oriente.
Las noticias más recientes dicen que la Cámara de Comercio de los Estados Unidos y el Bank of America se sumaron a la Wikiguerra del Pentágono con recursos propios, después de que Assange le dijera a la revista Forbes que tenía información que podría hacer caer a “un importante banco americano”. Para completar el panorama, el diario británico The Guardian y el estadounidense The New Times, los dos medios que más se beneficiaron con las revelaciones de WikiLeaks, publicaron sendos perfiles del fundador de WikiLeaks en los que describen a Assange como un paranoico perseguido, sin mencionar los planes del Pentágono para acabar con él.
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