› Por Joe Frazier
Crecí en Beaufort, Carolina del Sur, en una granja de seis habitaciones apoyada en un par de postes para que no se cayera. Soy de una época en que los hombres eran hombres. No usaban aritos.
Cuando nací, la gente vino a la casa y se reunió a mi alrededor para ver si me faltaba un brazo. Pasa que a mi padre le faltaba la mano izquierda y parte de su antebrazo. Y esa gente no se daba cuenta de que el brazo faltante de mi padre no tenía nada que ver con los genes. Nunca le pregunté qué le había pasado. No sé qué fue. Pero la historia que escuché decía que un hombre trató de matarlo en una pelea por una mujer.
Se puede decir que ese es el origen de mi gancho de izquierda. Cuando era chico, jugábamos a boxear con mi padre. El usaba su mano derecha así que yo tenía que usar la izquierda.
Conseguí un saco de arpillera, le puse un ladrillo adentro y lo llené con harapos, mazorcas de maíz, un poco de musgo español y arena. Lo colgué de la rama de un roble. Me envolvía las manos con una corbata de mi padre y lo golpeaba. Mi madre me daba una hora por día. Mis hermanos y hermanas me desdeñaban pero yo les decía “ya verán”.
Cuando tu madre se muere, ése sos vos.
Tuve mi primer auto a los 12 años. Dejé la escuela a los 15 y me casé a los 16. No es difícil darse cuenta de que me hice hombre muy joven.
Soy de la época de Martin Luther King y era muy difícil. ¿Se acuerdan de esos chicos asesinados en Mississippi? Hubo un problema con un chico negro en la finca donde mi padre y yo trabajábamos, la finca Bellamy. El chico, sin intención, había roto uno de los tractores y uno de los hermanos Bellamy se sacó el cinturón y azotó al chico ahí mismo en el campo. Me pareció que no estaba bien. El otro hermano Bellamy me dijo: “Si seguís hablando, chico, te voy a azotar yo”. Le contesté: “Te conviene conservar ese cinturón en los pantalones”. No me dijo nada pero tuve que subirme al Greyhound e ir al norte. Si me quedaba sólo iba a haber malas noticias.
Una buena golpiza de vez en cuando no tiene nada de malo. Uno elimina las golpizas, ¿y con qué se queda? Con gente que usa los pantalones debajo del ombligo. Estos días uno sale a la calle y le ve la raya del culo a una señorita. Es una locura. Deberían encerrarlas por exhibición indecente. Mirá acá, lo que yo tengo. Tiradores y cinturón. Yo no me arriesgo.
Nadie sabe adónde se va la nariz cuando se cierra la puerta.
Hay lugares en la cabeza de un hombre que son duras como la piedra. La cabeza es más dura que el cuerpo y uno no tiene tantos instrumentos funcionando allá arriba. Sin embargo, hay muchos instrumentos funcionando en el cuerpo: el hígado, los riñones, el corazón, los pulmones. Ablanden eso y veamos qué pasa. Yo viví de los golpes en el cuerpo.
Los viernes y sábados son días de vacaciones para los negros.
El problema de Alí es que sabía que yo no tenía miedo. Por eso siempre buscaba esas pequeñas cosas para provocarme. Y lo hacía bien. Me llamaba feo. Decía que yo era ignorante. Decía que yo era demasiado pequeño. Me llamaba gorila. ¿Alguna vez vieron el poster que promocionaba la pelea en Manila? Miren la ilustración de LeRoy Neiman. Mírenme en el poster y después vean El planeta de los simios. Y explíquenme qué pasa.
Dije algunas cosas en el pasado, pero la verdad es que me encanta ver a La Mariposa estos días. El dice: “Somos dos hermanos maaaalos”. Pero después de todo este tiempo, hay cosas que nunca entenderé.
Yo no era un tipo grandote. La gente pensaba que los tipos grandotes me iban a comer. Pero era al revés. Me encantaba pelear con tipos grandes. El único tipo grandote con el que no me gustaba pelear era George. Pelear con George Foreman es como estar en la calle y que se te venga encima un camión con acoplado.
No encuentro ninguna diferencia en mis impulsos sexuales actuales comparados con los que sentía a los veinte años. Comúnmente un hombre puede tener sexo en cualquier momento, ¿no es cierto?
Hice cortar mi medalla de oro olímpica en once partes. Le di un fragmento a cada uno de mis once hijos. Cuando me muera, los pedazos se van a juntar.
Así respondió Frazier hace unos años a la gran sección “Lo que sé” de la revista norteamericana Esquire.
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